Martes 09 de abril 2024

El trasfondo de la negociación con el FMI

Redaccion 10/09/2020 - 21.43.hs

La negociación con el Fondo se abrió en un contexto de enorme endeudamiento global y perspectivas de bajo crecimiento de la economía mundial.
EDUARDO LUCITA*
El gobierno está avanzando en la restructuración de la deuda del Estado nacional en un contexto mundial en el que el endeudamiento global supera todos los registros históricos.
En un solo movimiento la negociación con los bonistas privados avanzó dos casilleros en el juego de idas y vueltas de la reestructuración de la deuda pública del Estado Nacional. Ahora se ha abierto la negociación con el FMI, todo esto en un contexto de mayor endeudamiento y perspectivas de bajo crecimiento de la economía mundial.

 

La deuda global.
La deuda global está en sus máximos históricos, creciendo más que la economía global. Esto no es nuevo pero se ha acrecentado en medio de la pandemia. Los gobiernos debieron recurrir a la expansión monetaria, se calcula en más de 11 billones de dólares, para cubrir los gastos no previstos por la crisis sanitaria y para evitar la quiebra en masa de numerosas empresas con las consecuencias sociales previsibles. Al mismo tiempo las empresas así rescatadas emitieron más deuda poniendo al sistema financiero internacional al borde del colapso.
La mayoría de los países financiaron esta expansión con deudas que se sumaron a las anteriores. Al mismo tiempo el FMI atendió a un número sin precedentes de solicitudes de financiamiento de emergencia de más de 100 países, adjudicando hasta ahora más de 80 mil millones de dólares a unos 60 países que estaban al borde del default. Si a principios de año la deuda global era del 320% del PBI mundial ahora ese porcentual trepó al 330, alcanzando los 260 billones de dólares. Los más endeudados son los países avanzados, cuyas deudas totales llegan al 390% de sus PBI sumados (187 billones), mientras que en los llamados países emergentes es del 230% (73 billones). El problema es que aún no es posible predecir cuándo concluirá este mecanismo porque tampoco se sabe cuándo terminará la crisis sanitaria.
La deuda global más que triplica al PBI, significa que el componente que domina la situación es el capital ficticio. Si se pone el acento en este dato clave es fácil comprender que lo que estaba (está) en juego en el caso de la renegociación de nuestro país no era una deuda relativamente baja en términos de PBI, sino la posibilidad de que una cesación de pagos en un país medio como Argentina desatara una cadena de default global con impacto mundial.
Esta constatación permite comprender por qué ni el FMI ni los fondos de inversión querían que Argentina entrara en default. Este es el contexto en el cual debe analizarse la renegociación de la deuda nacional.

 

Acuerdos con privados.
Con pocos días de diferencia el gobierno logró cerrar primero el acuerdo con los tenedores de bonos emitidos bajo legislación extranjera y luego con los tenedores de bonos bajo legislación nacional. En total unos 108 mil millones de dólares. El canje de títulos bajo legislación extranjera y local tuvo adhesiones elevadas, más del 93,5% el primero y 98,8% el segundo. Por la aplicación de las cláusulas de acción colectiva (CAC) se reestructuró el 99% de la deuda.
El curso de acción fue diseñado no bien asumió la presidencia de la Nación Alberto Fernández y nombró a Martín Guzmán como ministro de Economía. El punto de arranque fueron sendos proyectos de ley (legislación nacional y extranjera) enviados al Parlamento para que autorizaran a iniciar negociaciones con los bonistas. En ambas oportunidades los proyectos fueron aprobados por los votos del oficialismo y de la oposición (el llamado partido de la deuda) con el solo voto negativo de los diputados del FIT-U. Estos dos instrumentos -más la carta enviada recientemente al FMI- convalidaron la decisión política del gobierno de legitimar el total de la deuda y descartar toda investigación sobre la misma. Especialmente la tomada en el período Macri, archivando el informe que el propio presidente pidiera al BCRA, y que tiene datos incuestionables que merecen que la comisión respectiva del Congreso investigue y se actúe en consecuencia.

 

Ahora el FMI.
Los acuerdos con acreedores privados implican que el ministro Guzmán logró los tres objetivos que se propuso desde el primer momento y que englobaba bajo su definición de sustentabilidad de la deuda: a) despejar de vencimientos el período del actual gobierno, (en realidad va más allá) b) obtener una reducción de la tasa de interés significativa (promedio del 7 al 3%) y c) impedir la entrada de fondos buitre (cláusulas de acción colectiva).
Viene ahora la negociación con el FMI, condición necesaria para el acuerdo con el Club de París. El ministro Guzmán ha adelantado que será un préstamo para reemplazar al actual y por el mismo monto, esto es nueva deuda en condiciones que permitan pagar la deuda «vieja». En tanto que los gurúes de la city porteña como los medios hegemónicos adelantan que será una negociación muy dura y que el Fondo exigirá las condicionalidades de siempre.
Todo indica que ya hay una suerte de acuerdo tácito, que los pagos de capital se postergarán como mínimo por los próximos tres o cuatro años, habrá que ver si esto incluye los intereses cuyos pagos están prácticamente al día. Lo que está en duda es a qué tipo de acuerdo se llegará. Si será un plan de facilidades extendidas, lo que implica plazos de repago de 5 hasta 10 años a cambio de reformas estructurales (lo que quisiera el establishment local) o bien uno stand by con plazo de repago hasta tres años y exigencias de equilibrio fiscal (lo que buscaría el Ministerio de Economía).
Cualquiera sea el acuerdo que se alcance lo que es claro es que el país no escapará a dos premisas básicas del FMI: un programa monetario y fiscal que tienda al superávit fiscal primario (veremos en qué plazos) y someterse al monitoreo permanente de sus cuentas públicas.
El sendero de pagos está despejado por todo el período del gobierno de Fernández, pero la hipoteca de la deuda está en el horizonte

 

*Integrante del colectivo EDI (Economistas de Izquierda).

 

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