Sabado 13 de abril 2024

En España Rajoy busca alianzas pero por ahora no las consigue

Redacción 24/12/2015 - 04.21.hs

El partido de gobierno ganó en forma pírrica las elecciones generales. Quedó lejos de la cantidad de diputados necesarios para poder elegir gobierno. Mariano Rajoy busca alianzas, siempre por derecha y centro, pero aún no le dijeron que sí.
EMILIO MARIN
El Partido Popular ya no es lo que era en tiempos de su fundador, el ex funcionario franquista José María Aznar, viejo aliado de George Bush y Anthony Blair para la guerra de agresión contra Irak. En un sentido sí lo es, por su orientación de derecha y partidario de los ajustes y de sintonía con las potencias dominantes, a saber Estados Unidos y Alemania.
Donde se ve la decadencia es en su poderío político y electoral.
En los comicios generales del domingo, el PP bajó de las 186 bancas obtenidas en 2011 a 123, quedando muy lejos de la mayoría absoluta de 176 que necesita en el Parlamento para ser reelecto y seguir dando vueltas de tuerca a su política supuestamente exitosa. Desde la última elección perdió dos millones de votos, alcanzando ahora 28 por ciento de los sufragios, un porcentaje muy bajo, el más bajo de los partidos que han gobernado España desde la llamada "transición democrática".
¿Por qué semejante pendiente cuesta abajo? Como siempre, en esta clase de problemas no hay una sola razón, pero sí varias fundamentales.
Una, muy visible, es que la economía ibérica no se recupera del ciclo de crisis de años anteriores y sigue afectado en gran medida al empleo. Según Luis Sevillano y Manuel González, y su estudio publicado el 4 de agosto pasado en El Mundo, nada progresista, hay 4.067.955 desocupados. El renglón más afectado es el de los servicios con el 65,5 de los parados ("Las cifras del paro. Evolución del número de parados, datos por sectores y su evolución interanual").
Los oficialistas dirán que a fines de 2012 y principios de 2013 aquella cifra llegaba a 5 millones de personas sin empleo, de modo que hubo una leve mejoría. Sus detractores, en cambio, además de subrayar que la desocupación es un flagelo sin solución de continuidad, agregarán que en tiempos de Rajoy el endeudamiento -en comparación con el gobierno del PSOE de José Luis Rodríguez Zapatero- subió del 60 al 90 por ciento del PBI.

 

Corrupción política y real.
A la par de la desocupación, el otro factor que incidió en la debilidad del PP fueron los casos de corrupción que le pegaron de lleno. En abril de este año fue detenido brevemente Rodrigo Rato, ex vicepresidente del Gobierno y ex titular del FMI, "por presunto fraude, alzamiento de bienes y blanqueo". Rato entre otras funciones oficiales había sido presidente del fallido banco Bankia, centro de muchas denuncias.
Hasta las instituciones que antes lo habían premiado decidieron tomar distancia del personaje. Por ejemplo, el Consejo de Gobierno de la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid decidió por unanimidad revocar la concesión del doctorado honoris causa a Rato, según confirmó Servimedia.
El gobierno pepero tuvo que hacerse cargo de los escándalos de sus funcionarios, pero también la sociedad le facturó otra parte que más bien correspondía al reino de Juan Carlos, cuando la infanta Cristina y su esposo Iñaki Urdangarin fueron procesados por el escándalo Noos. Según la justicia, cometieron el delito de desvío de fondos públicos y blanqueo de capitales, apropiándose de 6 millones de euros.
Aquellos hechos estuvieron en la base de la abdicación del rey Juan Carlos en favor de su hijo Felipe, desde entonces Felipe VI.
Ahora, en función del espeso caldo de una "victoria pírrica" del domingo pasado, Rajoy -muy a su pesar- deberá empezar a pensar en alguna abdicación como la del rey mata elefantes africanos para que alguien con mejores títulos dentro del PP intente continuar con los negocios de familia. Es que los números no le cierran al primer ministro para ir por otro mandato.

 

Los números.
En un escenario antes dominado por el bipartidismo del PP, bien ubicado a la derecha, y el PSOE, de origen socialdemócrata pero también desplazado hacia aquella dirección aunque sin llegar al mismo punto, ahora las urnas plantearon un escenario de cuatro fuerzas.
El PP de Rajoy mantuvo el primer lugar, con 28 por ciento y 123 bancas; el PSOE de Pedro Sánchez quedó en segundo término, con un descendente 22 por ciento y 90 diputados; Podemos, de centroizquierda, de Pablo Iglesias, se ubicó en promisorio tercer lugar con el 20 por ciento y 69 bancas, y la centroderechista agrupación Ciudadanos, de Albert Rivera, cerró ese pelotón con 40 legisladores.
Por afinidad política, la lógica llevaría a una entente entre el PP y Ciudadanos, pero ni aún así Rajoy lograría las 176 bancas y quedaría a 13 menos de ese objetivo.
El plan B sería que Rajoy armara una coalición con el PSOE, o al menos lograra que esta agrupación se abstuviera en la votación clave de Diputados. Es que según la ley, si en una primera votación en las Cortes el candidato a presidente del gobierno no logra la mayoría prevista, se hace una segunda donde puede ganar por mayoría simple. Allí Rajoy necesitaría que los legisladores del PSOE se abstengan.
Su gravísimo inconveniente es que ya los directivos de ese partido han dicho que votarán en contra. El gobierno está desesperado en la búsqueda de un acuerdo para que revisen esa postura, ratificada por el vicepresidente del PSOE, César Luena, y los dirigentes de Andalucía, uno de los pocos reductos que le siguen siendo fieles a la saga de Felipillo González.
Rajoy y Sánchez estaban reunidos ayer en el Palacio de la Moncloa buscando la forma de limar diferencias. Si fuera por las divergencias de las dos agrupaciones y por los insultos que intercambiaron estos dos dirigentes en la campaña, se podría aventurar que no habría un pacto.
Sin embargo, hay una fuerte presión de grandes empresas, banqueros y cámaras empresariales, a favor de que los dos partidos formen un gobierno en común, imitando a Alemania, Bélgica y otros países europeos.
Esas corporaciones tienen miedo que la demora en formación del gobierno afecte el giro de sus negocios e inversiones. La suya no es una angustia democrática sino cuestión de mercados e inducida por la baja de las acciones. Al día siguiente del comicio el índice Ibex de la Bolsa de Madrid cayó 3,62 por ciento afectado por "un escenario de ingobernabilidad".
Es posible que la fuerte presión de Telefónica, Banco Santander, Repsol, BBVA y otras empresas logren forzar un arreglo entre las dos formaciones. Para eso están operando Javier Vega de Seoane, del Círculo de Empresarios; el titular de la cámara empresarial CEOE, Juan Rosell, y César Alierta, de Telefónica, entre varios otros monopolistas. Rosell lo graficó así: "si el pueblo español dijo que hay que hacer coalición, hagámosla. Hay que cambiar el chip y aceptar cosas que en el resto de Europa son normales, como pasa en Alemania". También en esto Angela Merkel es santa de la devoción de estos popes empresarios.

 

Cuco de Podemos.
Rajoy no debería leer aquellas gestiones empresarias como devotas de su candidatura. Esos círculos no están enamorados de su persona y pueden influir para que el PP termine designando a otro candidato que sea más aceptable para el PSOE y Ciudadanos, con tal que a partir del 5 de enero, cuando se abren las sesiones, se logre una votación. De lo contrario habrá segunda compulsa y si Rajoy tampoco logra allí los números deseados, directamente no podrá ser más candidato. Y si ningún otro consigue las alianzas necesarias, se volvería a votar en dos o tres meses. Ese interregno es el que desvela al mundo empresarial.
En cambio hay una fuerza que piensa en crecer si hay nuevas elecciones. Es Podemos, de Pablo Iglesias, que viene trepando en votos y representatividad teniendo en cuenta que formalmente fue fundado en enero de 2014. Tuvo una votación excelente para el parlamento europeo y ahora se convirtió en la tercera fuerza, en poco tiempo, con un líder carismático, joven (37 años) y profesor universitario de buen manejo con los medios por su experiencia en TV. Ganó en Barcelona, nada menos.
Podemos es la continuidad política del movimiento de los Indignados que en 2011 supo ocupar las plazas de Madrid y otras ciudades, en correspondencia con los movimientos críticos del sistema financiero global, como "Occupe Wall Street" de EE UU.
A diferencia de sus similares que protestaban en varios países europeos ante la crisis y el ajuste, el de Iglesias supo organizarse partidariamente y capitalizar el descrédito del bipartidismo español.
¿Podría armarse una coalición de centroizquierda entre el PSOE, Podemos y fuerzas menores como Izquierda Unida? Es improbable porque el partido que no es socialista y menos obrero, como ironizaba Joaquín Sabina en una vieja canción, no aceptará unirse con Podemos. Lo siente como competidor muy serio y no quiere darle más aire. Además, el sector de Sánchez no acepta la política de Iglesias de autorizar un referendo independientista en Cataluña porque acusa, como el PP y el empresariado, que eso sería la división de España.
De todos modos esos empresarios, que ven como un cuco a Podemos, pueden estar exagerando. Al fin de cuentas un experimento similar al partido de Iglesias, como Syriza en Grecia, de Alexis Tsipras, parecía un bull dog ladrando contra el FMI y la troika europea y terminó siendo un gatito minino que aceptó el ajuste.

 


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