Lunes 15 de abril 2024

Espada de doble filo

Redaccion 07/10/2020 - 21.51.hs

La derecha neoliberal sabe muy bien que la deuda externa es una espada de doble filo que corta profundo en el campo de la economía pero también en el de la política.
Cuando pasa un gobierno neoliberal los países quedan más pobres, más desiguales y más endeudados. Los argentinos lo sabemos muy bien pues tuvimos tres etapas que nos marcaron a fuego con ese sello: la última dictadura militar, la década de Menem y De la Rúa y el cuatrienio de Mauricio Macri. El maltrato económico al que fueron sometidas las mayorías populares es el signo distintivo de esas experiencias; las elites en cambio fueron las grandes beneficiadas por la gigantesca transferencia de ingresos en su favor y la fuga masiva de capitales al exterior, que es una de las causas principales del endeudamiento.
De estas consecuencias económicas se habla corrientemente, de lo que no se habla tanto es del corsé político que les queda a los gobiernos populares y de los condicionamientos que afectan su capacidad de maniobra en el escenario internacional. Hace dos siglos, el presidente norteamericano John Adams lo sintetizó magistralmente en una sola frase: «Hay dos formas de conquistar y esclavizar una nación, una es con la espada, la otra con la deuda».
El voto argentino favorable al informe de la ONU que condena la situación de los derechos humanos en Venezuela irrumpe como una de esas consecuencias políticas. No es un dato menor la siguiente coincidencia: el mismo día de la votación arribó a nuestro país la delegación del FMI que empieza a negociar el pago de la pesada deuda que dejó Cambiemos. Es bien sabido el peso decisivo de EE.UU. en el Fondo; se vio muy claro cuando logró imponer en solitario el abultadísimo préstamo al macrismo de un monto sin precedentes.
El gobierno argentino pudo haber optado por la abstención como lo hizo México, pero prefirió votar junto al Grupo de Lima, integrado por los gobiernos latinoamericanos más derechistas, más hostiles a Venezuela y más alineados con Washington. La diferencia entre una y otra opción no es menor como tampoco es menor el ruido que generó hacia el interior del Frente de Todos. La renuncia de la designada embajadora en Rusia es una muestra evidente.
¿El gobierno no tuvo margen de maniobra o sobreactuó su adhesión a la derecha continental más belicosa con Venezuela? ¿Es esta una forma de «equilibrar la balanza» luego de la decisión de darle asilo a Evo Morales y de no reconocer el gobierno golpista de Añez en Bolivia? ¿Es, además, una estrategia de Alberto Fernández de marcar una diferencia con Cristina Kirchner para aliviar el avieso bombardeo mediático que busca presentarlo como un «filo-chavista» sometido a la vicepresidenta?
La felicitación pública al gobierno que emitió Juntos por el Cambio hay que leerla en el marco del festejo eufórico de la derecha, pero también como una provocación, pues sabe de sobra lo mal que cayó esta decisión en buena parte de la militancia que sustenta al FdT.
Venezuela posee la mayor reserva de hidrocarburos del mundo. EE.UU. la codicia desde siempre y juega fuerte para recuperarla, sin descartar incluso la opción militar. La excusa de los derechos humanos siempre le fue funcional a Washington para intervenir por la fuerza en todo el mundo. Los gobiernos derechistas de la región le hacen el juego por afinidad política e ideológica. Para los que, como Argentina, se oponen a la vía injerencista está la espada de la deuda.

 

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