Sabado 13 de abril 2024

Fútbol y política

Redaccion 20/08/2021 - 21.26.hs

«Fútbol pasión de multitudes» es una expresión antigua y trillada, que surge de la gran atracción popular por un juego entretenido, vistoso, elegante y, al mismo tiempo, cada vez más redituable. No debe extrañar entonces que bajo la hegemonía del neoliberalismo y sus vientos propicios para los grandes negocios, algunos se hayan apropiado de sus bases económicas. El deporte se expande prácticamente por todo el mundo así como sus más destacados cultores, a través de campañas publicitarias, sueldos y premios que, al tiempo que jerarquizan a los jugadores encandilan a los aficionados. Si hasta los esquivos estadounidenses, abroquelados en su béisbol y su violento «fútbol americano» han debido rendirse ante la atracción -y los réditos- que rinde este antiguo juego inglés, aceptándolo como un fenómeno mundial.
Si observamos con cierto detenimiento es fácil advertir que el hecho no es un fenómeno social y económico aislado; forma parte de lo que bien puede llamarse «el modelo» que desde al menos cincuenta años promueven y aplican quienes rigen la política y la economía del mundo, y que son mucho más inteligentes y calculadores de lo que se piensa. Ellos vieron en este juego la posibilidad de incrementar su riqueza, al tiempo que disponer de un gran atractivo para la alienación de las masas. Una nueva versión del circo, podría decirse, como para hacer olvidar la dificultad en conseguir el pan. Por más que nos duela a quienes gustamos del fútbol ese es el fondo de la cuestión y podemos verlo a diario, a veces en forma casi impúdica, en los medios de comunicación que dan enormes espacios a contrataciones, pases y transferencias, por no hablar de copas y campeonatos mundiales y continentales.
En coincidencia con lo expresado, el fútbol, de la mano de quienes lo manejan en el mundo, ha dado el corto paso que hay desde el deporte a la política. Los líderes -o los publicistas que los asesoran- han comprobado tempranamente que consciente o inconscientemente la visión del ídolo -individual o colectivo- comulga de alguna manera con una idea política. Sobran los ejemplos, algunos frustrados (se dice que hubo esfuerzos durante el pasado gobierno para que Mauricio Macri fuera invitado al casamiento de Lionel Messi, lo que no se concretó), o el del acaudalo jeque árabe, dueño del nuevo equipo en que milita el argentino, fotografiado junto con su millonaria adquisición, y también inversión. Se estima que el reciente pase del mejor jugador del mundo implicó la venta de un millón de las nuevas camisetas que vestirá el ídolo.
Otro ejemplo del uso político de las imágenes deportivas, mucho más cercano, lo constituye la propaganda de un candidato en la que aparece «como al pasar» una foto de Diego Maradona quien, más allá de su muerte, sigue siendo adorado por las multitudes.
Y en estos días, el Presidente no tuvo problemas en obsequiar a un enviado del gobierno norteamericano, con quien mantuvo una reunión, una camiseta de aquel famoso astro argentino, en la que el número 10 es todo un símbolo. Si lo cortés no quita lo valiente, lo deportivo no quita lo político.
El tema da para mucho más pero siempre dentro del encuadre citado: la seducción masiva que despierta este deporte se amolda cada vez mejor a la concepción capitalista del mundo y, en tal sentido, se acentúa su utilización en favor del poder y el dinero.

 


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