Jueves 11 de abril 2024

Gerontes no gobiernan pero atraen la atención

Redacción 22/02/2017 - 02.17.hs

Señor Director:
Entre las noticias policiales que se producen en el medio pampeano no faltan situaciones extremas, pero hay lugar (en los noticias) para dar cuenta de hechos habitualmente de menor resonancia, aunque no desprovistas de importancia.
Tal es el caso, que se da en Santa Rosa, de dos personas con años encima, que viven solas y que son escogidas por una ralea de timadores para despojarlas de sus ahorros y objetos valiosos. En el título de esta nota uso la palabra geronte como sinónimo de anciano, consciente de que la Real Academia no la ha incorporado a su diccionario, salvo como parte de voces como gerontocracia o gobierno a cargo de los ancianos. Platón (siglo IV a C) en su libro La República da cuenta de la estimación que aquella cultura tenía hacia las personas de edad, al menos para las de los sectores con derechos ciudadanos y suficiente ilustración, al punto de que considera que debería dárseles funciones de gobierno. Nuestra sociedad, veinticuatro siglos después, prefiere asignarles el retiro, aunque se ha procurado brindarles cierto grado de seguridad con pensión o jubilación. Por cierto que hacemos excepciones, como ese magistrado de la justicia, quien, debiéndose retirar al cumplir 75 años, permaneció hasta su muerte, a los 97. Al margen de la diferencia de opiniones sobre esta conducta, hubo quienes lo defendieron y quienes estimaron que cumplió sus funciones a un nivel satisfactorio. Platón no pensaba seguramente en tan alta edad, que en su tiempo muy pocos alcanzaban. Lo que importa es superar tendencias muy constantes que compatibilizan el elogio de la vejez con la idea de que ya ha pasado su momento. Algunas sociedades primitivas estimaban al hombre viejo porque, si bien ya carecía de capacidad física para tareas de fuerza, era la memoria de la tribu en un tiempo en el que lenguaje oral se comenzaba a enriquecer pero ni se pensaba en la escritura para consignar los saberes que iba depurando la experiencia. El hecho cierto es, asimismo, que se llega a las altas edades en condiciones muy distintas, puesto que la vejez es la posibilidad de una anticipación del infierno, cuando concurren enfermedades que atacan el cuerpo o la mente.
El caso de las ancianas de Santa Rosa se dio, al parecer, en un contexto de vivir solas, aunque en relación regular con miembros de sus familias. No son pocas las personas que, al llegar a los altos años, no quieren renunciar a ciertas libertades y hasta exigen vivir solas, aunque bien contactadas. Hay en ellas un orgullo respetable, pues no admiten sentir o soportar ser tratadas "como niños". Esta autoestima es un bien que muchos familiares aprenden a valorar y estimular, de modo que en la realidad de la vida de tales ancianos se dan situaciones de una gran diversidad. Uno puede preguntarse cómo es posible que una artimaña tan endeble como la utilizada de los timadores pueda llegar a ser eficaz, pero sucede que el anciano que custodia su propia autoestima quiere tener la posibilidad de tomar decisiones y, además, la trampa está pensada por pícaros que conocen los puntos débiles de las relaciones humanas.
Dado que la llamada esperanza de vida crece sostenidamente en nuestro tiempo, los procedimientos de trato con ancianos elaborados por la experiencia pierden eficacia y necesitan una constante actualización. Más que los bienes materiales que quedan en manos de los delincuentes, interesa en todos los casos respetar la autoestima de los viejos, tal vez el lazo más fuerte para mantener su apego a la vida. Y no parece inoportuno recordar que las personas en estas edades y situaciones, necesitan contar con reservas propias de dinero y manejarlas a su arbitrio, porque esto es lo que siempre han hecho. Las cosas de la vida se han dado y se siguen dando de forma tal que quien se queda sin un peso no puede evitar preguntarse si en esa situación no ha dejado de ser una persona.
Atentamente:
Jotavé

 

' '

¿Querés recibir notificaciones de alertas?