Martes 26 de marzo 2024

Gran victoria del progresismo en Ecuador, con impacto regional

Redacción 06/04/2017 - 01.25.hs

La derecha quema neumáticos en Guayaquil, pero su derrota es un hecho. Hasta la misión observadora de la OEA ha certificado que la elección fue limpia y ganó Lenín Moreno, de Alianza País. Si todo sigue bien, éste asumirá el cargo el 24 de mayo.
EMILIO MARIN
Desde el punto de vista de los ecuatorianos, el ballottage del 2 de abril significó que continuará la "Revolución Ciudadana" comenzada en 2007 con Rafael Correa y no habrá retroceso hacia el infierno neoliberal. Para los latinoamericanos, trae esperanzas porque supone un corte con la tendencia electoral y política de la región. Mauricio Macri en noviembre de 2015, la oposición venezolana en diciembre de ese año y el plebiscito perdido por Evo Morales en Bolivia en 2016, habían inflado una ola conservadora. Y a ésta debía sumarse el golpe parlamentario en Brasil, que puso al usurpador Michel Temer.
Con aquellos resultados -apenas matizados por una victoria de Daniel Ortega y el sandinismo en Nicaragua- la mayoría de los analistas había dado una conclusión general: se había cerrado el ciclo progresista inaugurado por Hugo Chávez en Venezuela y seguido por Argentina, Brasil, Bolivia y Ecuador.
Los análisis derrotistas habían bajado el telón. No más progresismo. Y de procesos más avanzados y populares, ni hablar. Era un refrito de Francis Fukuyama, del fin de la historia. No conocen que ésa tiene flujos y reflujos, avances y retrocesos, con una tendencia general ascendente, por más que se tropiece con golpes de Estado, derrotas, traiciones, restauraciones del capitalismo, etc.
Además la historia no es lineal. Aún en sus mejores momentos, se mantuvieron presidentes reaccionarios en Colombia, Perú y México, que no invalidaban aquellos progresos. ¿Por qué en medio de una oleada de derecha no podían sobrevivir y aún progresar algunos gobiernos de orientación antiimperialista? Cuba nadó contra la corriente durante décadas, apoyada en sus propias fuerzas, la ayuda soviética y la simpatía de masas latinoamericanas.
El ballottage de Ecuador pone las cosas en claro, porque fue ganado por Lenín Moreno-Jorge Glas, de la progresista Alianza País. Le ganaron por casi 230.000 votos a la dupla derechista del ex banquero Guillermo Lasso y Andrés Páez, de CREO-Suma, apoyado por buena parte de los partidos intervinientes en la primera vuelta del 19 de febrero, incluso algunos que se dicen de izquierda. En una debacle ideológica que se vio en Argentina en el conflicto de 2008 con las patronales agropecuarias, una parte de ese segmento ecuatoriano se alineó con la oligarquía. Dijo que entre un banquero y una dictadura (sic) preferían al primero.

 

Bronca de la derecha.
Lasso estaba convencido de que ganaba la segunda vuelta. En parte por la sumatoria de aquellos aliados tan heterogéneos, que le aportarían los votos recogidos por cada uno en febrero y matemáticamente le permitiría ser el ocupante del Palacio de Carondelet.
Por otra parte, las dificultades económicas del país, a raíz de la baja de los precios internacionales del petróleo desde 2014, afectaba el margen de maniobra del gobierno para mantener activa la economía y financiar los programas sociales. Eso, suponía el propietario del Banco de Guayaquil y del Banisi en Panamá, agrandaba las chances de CREO-Suma.
El que el oficialismo no pudiera llevar de candidato a Correa, el gran vencedor desde 2007 en adelante, impulsor de la nueva Constitución de Montecristi en 2008 y líder de la "Revolución Ciudadana", daba mayor espacio a la creencia de que Alianza País podía ser derrotada.
El marco regional, con el signo derechoso emergente en Argentina, Brasil y las legislativas de Venezuela, daban más pie a esa creencia.
Además el aparato mediático en Ecuador apoyaba mayoritariamente al candidato neoliberal, inflando sus posibilidades electorales y ayudándolo a mentir con que iba a crear un millón de empleos. Lasso se comprometía a eliminar 14 impuestos de donde la gran burguesía saldría gananciosa, como había sucedido hasta la llegada de Correa, por ejemplo con el crac financiero de 1999 que dejó grandes ganancias a su Banco de Guayaquil y esquilmó a los ahorristas.
Ese apoyo mediático llegó hasta el 2 de abril, cuando la empresa Cedatos en sus encuestas a boca de urnas dio ganador a Lasso por 5 puntos, en contraste con lo que informaba Perfiles de Opinión, que ponía como vencedor a Moreno por 4. Cuando en la tarde del domingo el Consejo Nacional Electoral de Juan Pablo Pozo empezó a dar los resultados oficiales se vio que Cedatos había mentido alevosamente y a sabiendas.
Hasta ayer 5 de abril, pese a que el CNE había escrutado el 99,65 por ciento de los votos y confirmado que Moreno-Glas eran los ganadores, Lasso-Páez no admitieron su derrota. Peor aún, ordenaron a sus seguidores que ganen las calles y provoquen disturbios, que han sido menores hasta el momento, con llantas quemadas en Guayaquil y escaramuzas menores ante el CNE en Quito. El banquero aseguró que hará impugnaciones porque dice haber sufrido un fraude, aunque no puede demostrarlo. Se sabía que era banquero. Se sospechaba que era un mal perdedor. Ahora se sabe con certeza. Lo que quizás él no sepa es que de todos modos va a perder con esas falsas denuncias y el 24 de mayo entrará Moreno a Carondelet en su silla de ruedas que será como el tren de la victoria.

 

Números oficiales.
Anteayer el titular del CNE, Pozo, contestó muy sólidamente el cuestionario que pretendió ser "picante" de Patricia Janiot, de CNN, sobre los resultados. Dijo que el comicio había sido limpio y avalado por las misiones de observación de OEA, Unasur y otras entidades internacionales especializadas en elecciones. "La OEA se adhiere a los resultados emitidos por el CNE", expresó el dominicano Leonel Fernández, jefe de la misión observadora de esa organización.
Pozo aseguró que las objeciones que hubiera, de las dos fuerzas (y no sólo de CREO-Suma), van a ser atendidas según el Código de la Democracia. Primero se observa ante la junta electoral provincial, luego se apela al CNE y se puede llegar a una instancia judicial superior, que puede revocar lo resuelto por el órgano electoral.
Eso sí, tienen que ser impugnaciones con pruebas y sobre mesas electorales. "No se puede impugnar el 100% de los resultados", planteó en la misma línea otro integrante del CNE, Mauricio Tayupanta.
Ese órgano ha proclamado la victoria de Moreno-Glas por los resultados irreversibles del recuento oficial. Solamente resta el 0,35 por ciento de los votos. Alianza País ganó con 5.057.149 votos (51,16%) frente a 4.827.753 (48,84%) de la alianza CREO-Suma. La diferencia fue de 229.396 votos (2,32%). Ese 0,35 por ciento que falta escrutar es de actas de las provincias amazónicas de Morona Santiago y Pastaza, y de las 3 circunscripciones del exterior, que no pueden alterar el resultado final.
El titular del CNE expresó que los partidos tienen un plazo de 48 horas para presentar las impugnaciones, objeciones y apelaciones por los canales legales. Sin embargo, lo suyo sonó a réquiem para Lasso: "felicitamos al pueblo ecuatoriano que ha elegido ya, legalmente y legítimamente, a su Presidente y Vicepresidente".
Si el ex banquero no logra movilizar ya a su gente para producir disturbios mayúsculos y si sus recursos legales ante la CNE no prosperan, entonces muchos de sus aliados internacionales (léase Macri y la Trilple Alianza del Mercosur que amputó ilegalmente como miembro a Venezuela), van a tener que usar prendas de color luto.
Todo el arco derechista se confió en la victoria, basados en la buena performance que podían tener, y de hecho tuvieron, en ciudades grandes como Quito y Guayaquil. Efectivamente allí ganaron por 5 puntos (por 52,50 contra 47,50 de Alianza País, en ambas ciudades), pero en la mayoría de las 24 provincias, perdieron, incluso por 4 puntos en Guayas, cuya capital es Guayaquil. Una buena parte de la población urbana mantuvo una cuota importante de apoyo a la "Revolución Ciudadana", aval que fue más notable en zonas rurales y urbano-marginales, y en otras ciudades de la Costa. Ese apoyo tuvo que ver con las medidas inclusivas de Correa en apoyo a los sectores pobres y vulnerables, y a sus programas sociales, educativos y de salud dentro de lo que bien llaman "década ganada".
El mapa electoral tiene un par de perlas que testimonian esa sensibilidad social y las tendencias del electorado. En Manta ganó el correísmo con el 74,62 por ciento; es la ciudad donde los gobiernos de derecha habían habilitado la base militar estadounidense, cerrada por Correa.
En la provincia de Manabí, donde hubo un terrible terremoto del año pasado, ganó Alianza País con el 66,83 por ciento; en otro departamento afectado, Esmeraldas, triunfó con el 53,77 por ciento. Eso debe leerse en clave de reconocimiento de los afectados ante la atención instantánea del Estado.
El cronista no sabe qué dirá la derecha ecuatoriana de sus resultados tan adversos en Manabí y en zonas rurales y urbano-marginales. Sus colegas de la derecha argentina ya habrían puesto el grito en el cielo contra "los choriplaneros, plata, coca, vino y colectivo".
Los argentinos, que tienen fama de agrandados, reclaman para sí el 0,5 por ciento de la victoria en Ecuador. Dicen que el "efecto Macri" y el miedo a sus terribles ajustes quitaron votos a Lasso y acrecentaron los de Moreno. Puede ser.

 

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