Viernes 12 de abril 2024

Historias de mujeres que son peripecias humanas

Redacción 01/10/2015 - 04.55.hs

Señor Director:
Al repasar los diarios de la pasada semana, luego de un breve viaje que incluyó un corte total con la información periodística, hallé dos historias de mujeres que si bien dan cuenta de lo que podría llamar peripecia humana, ilustran al mismo tiempo el tema de la falta de equilibrio en las chances femeninas.
Una de esas historias nos presenta a Cristina Vázquez, de 33 años, de Misiones. Se halla presa desde hace siete años, acusada de asesinato de una anciana, en Posadas. La occisa se llamaba Ersélida Dávalos y tenía 79 años de edad. Apareció muerta a golpes y la policía detuvo a Cristina Vázquez y un tribunal la condenó. Ahora ella pide que la Corte Suprema de Justicia de la Nación revise su caso, pues dice ser inocente y que si la condenaron fue por ser mujer y pobre. También dice que el día del hecho ella estaba a ocho kilómetros de la escena del crimen. Su reclamo cuenta con el apoyo de la Asociación del Pensamiento Penal, que agrupa a funcionarios judiciales, abogados y docentes de todo el país. Este auspicio debe suponerse fundado en un análisis del proceso por parte de personas competentes. Habrá que esperar para saber si la Corte reconoce fundamento en el pedido y acepta revisar el caso. Puede que Cristina Vázquez sea beneficiada, aunque nada le quitará el peso de los siete años de vivir lo que puede ser descripto como un infierno personal. Estar presa y condenada cuando se tiene conciencia de ser inocente y a la vez víctima de investigadores y juzgadores incompetentes y quizás prejuiciosos debe ser lo más parecido al infierno imaginable. Y de resultar inocente se vería que los infiernos humanos son menos severos que los propuestos por creencias de larga raigambre. Al menos, de los que generamos aquí es posible salir, mientras que en el infierno de Dante se advertía a los que entraban que debían abandonar toda esperanza: "Lasciate ogne speranza, voi ch'intrate".
La segunda historia es de una mujer china, ahora de 30 años de edad, llamada Meijuan Z. A la muerte de sus padres, un primo que estaba en Buenos Aires le dijo que si venía podría trabajar y enriquecerse en el supermercado a su cargo. Meijuan tiene estudios terciarios. Llegó en 2007 y todo iba bien en los primeros meses, pero resulta que su primo estaba casado y que las dos mujeres comenzaron a chocar. En el último de estos incidentes Meijuan se sintió descompensada y fue llevada a un neuropsiquiátrico (el Moyano), donde terminó internada. Dado que se manejaba con un dialecto cantonés y con la lengua mandarín, sin tiempo de haber aprendido algo de español, su situación se complicó hasta que una terapeuta que visitaba a dos internas le prestó atención y se fue creando una relación afectiva que también permitió que Meijuan empezara a aprender español. La terapeuta advirtió que su protegida era víctima del mal atribuido al encierro en manicomio, donde llegó a estar durante cuatro años, medicada y encerrada. Se logró interesar al ministerio público de la Defensa de reciente creación, y a un intérprete que domina el mandarín. El infierno de Meijuan concluyó hace pocos meses. Ella salió gritando su alegría y su reconocimiento a la terapeuta. Se comunicó luego con una ONG china y con un tío en su país. Ya ha retornado a China, cerrando su infierno argentino.
Es de desear que Meijuan no halle otro infierno en China. Si bien se espera que de los avernos terrenales se pueda salir, nada impide que se vuelva a entrar. Nadie está libre de riesgo. Recuerdo unos versos que no hablan de lugares de expiación a perpetuidad, pero dan cuenta de otra variedad para la que no se necesita que medie un crimen o una disputa entre damas. Basta, en este caso, con pertenecer a la índole de los poetas líricos y románticos, como cuando Gustavo Adolfo Becquer nos dice: "Mi vida es un erial. /Flor que toco se deshoja. /Que en mi camino fatal /alguien va sembrando el mal, /para que yo lo recoja".
Atentamente:
JOTAVE

 


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