La basura, el viento y una foto que duele
El ventarrón del lunes que azotó Santa Rosa con ráfagas de casi 80 kilómetros por hora puso a la vista de todos una de las peores taras que tiene la ciudad: la basura. Las incontables toneladas de plástico que rodean el perímetro urbano volaron ese día para estamparse contra cualquier obstáculo que detuviera su alocada carrera. La fotografía que publicó este diario en su tapa estremece; el alambrado tapizado con bolsas de plástico muestra por sí solo todo lo que aún nos falta recorrer en materia de consumo responsable, legislación sobre envases, tratamiento de los residuos domiciliarios, erradicación de los minibasurales en las zonas suburbanas, etcétera, etcétera, etcétera.
Una somera recorrida por las afueras de la ciudad alcanza para advertir un paisaje desolador. Grandes terrenos tapizados con bolsas plásticas, que incluso llegan a colonizar árboles como si fueran grandes bandadas de aves blancas o transparentes. Y ese panorama se torna mucho más sombrío en las áreas aledañas al basural (cuesta mucho llamarlo «relleno sanitario», como ordena la nomenclatura oficial, pues la sanidad es lo que más brilla por su ausencia en ese lugar).
El problema no es nuevo, no se junta tamaña cantidad de basura en poco tiempo. Hace muchos años que ONGs ambientalistas, agrupaciones de vecinos, medios y otras voces vienen alertando sobre esta grave situación sin que se advierta una reacción de las autoridades municipales acordes con la magnitud del desafío. Es cierto que no se trata de un problema solo local y que el planeta entero sufre por la invasión descontrolada de los desechos plásticos. Pero eso no debe inmovilizarnos en la justificación ni fomentar la desidia. Por el contrario: este es nuestro lugar en el mundo y desde acá debemos hacer todo lo posible para no quedar sumergidos en un océano de basura plástica.
Meses atrás el Poder Ejecutivo pampeano presentó el Plan de Gestión Integral de Residuos Sólidos Urbanos del que participarán medio centenar de localidades pampeanas, entre ellas la capital. Es un buen paso adelante porque se involucran las dos instancias de gobierno: municipal y provincial, lo cual debería asegurar continuidad y asistencia financiera. Es imperioso que la ejecución de ese programa se lleve a cabo sin demora porque tenemos severas falencias en la materia en la mayoría de las poblaciones de la provincia. El último ventarrón nos dejó desnudos y mostró que muchas administraciones anteriores hicieron la plancha.
Ya no hay más tiempo que perder. Es cierto que hoy estamos pagando el alto precio de tantos años de inoperancia y que, encima, las actuales autoridades -que aún no llevan un año en San Martín 50- recibieron una ciudad con sus redes cloacales, pluviales y de agua potable detonadas. Pero este no es un problema menor, la contaminación no perdona y tiene consecuencias funestas para el ambiente y la salud pública.
Hay que modificar conductas sociales desaprensivas y hábitos de consumo irresponsables; pero también poner freno a la prepotencia comercial de los que inundan el mercado con productos y envases altamente contaminantes sin responder por ello. El problema es arduo y complejo; y no admite seguir pateando para adelante.
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