Jueves 04 de abril 2024

La droga cambia algún aspecto de la realidad

Redacción 19/04/2014 - 11.43.hs

Señor Director:
Luego de escrito el título de esta nota (siempre trato de tenerlo al plantear cada nota y como señal de lo que procuraré destacar) en este caso comenzaré por decir que no me refiero a efectos personales que producen las distintas drogas.
Por lo que se sabe, la droga prohibida altera funciones cerebrales. No es que esas sustancias alteren la realidad externa, sino que actúan sobre el sujeto y hacen que perciba lo otro con tonalidades y significaciones diferentes. No tengo experiencia personal al respecto, aunque no me han faltado ocasiones y hasta me he preguntado si debería probarlas a fin de mejorar mi conocimiento acerca de un tema que ya me estaba preocupando. En una ocasión en que repasaba conocimientos con compañeras universitarias en vísperas de un examen, vi que consumían pastillas blancas. Me dijeron que evitaban el sueño y daban más lucidez. Me ofrecieron probar y me dieron una. En esa situación, una persona joven, ante personas del otro sexo, halla dificultad para negarse. Dije que nunca las había usado pero que accedería a partirla y probar un trozo muy pequeño. Lo hice y ciertamente el sueño dejó de serme una amenaza y sentí que mi capacidad de ordenar ideas para dar respuestas parecía extrañamente lubricada. No obstante, me dije que nunca más, porque prefería valerme de lo que tengo por naturaleza, pues tenía y mantengo la certeza de que si uno quiere ir más allá debe hacerlo desde sus posibles y que todo salto tramposo se paga o deben pagarlo otros. He leído, en cambio, numerosos ensayos y obras literarias, incluso de quienes dicen haber retornado de la droga o reconocen que mantienen esa relación y creen tenerla bajo control. He preferido mantenerme en la visión del mundo que ha elaborado nuestra especie, a pesar de que sé que ella no nos hace dueños de lo otro y que estamos condicionados por los sentidos y la experiencia, de modo que las alternativas son convivir con el misterio o querer volverse parte de él.
Lo que quiero anticipar en el título no es una alteración nuestra sino hablar de lo que la difusión de ciertas drogas va modificando en la realidad externa, hasta haber generado un problema social de magnitud. Algo de esto hemos venido a saber ahora con los hechos de Santa Fe y, en particular, de la ciudad de Rosario. Esos hechos, desde hace poco más de un año, han permitido ver que tuvo que intervenir la autoridad federal para que pudiese ser abordado un estado de cosas con el que se habían encontrado gobernantes bien inspirados. Resultó que partes de esa gran ciudad habían caído bajo un dominio cierto de bandas de narcotraficantes y comenzaban a repetir el fenómeno que estamos conociendo ahora de Colombia, de México y también de los Estados Unidos. Una de las comprobaciones reveladoras fue las relaciones anómalas de sectores de la policía provincial, incluso los creados con la especialidad de lucha contra las drogas. Desbaratadas esas alianzas, quedó vigente el hecho de que algunos barrios o sectores de ellos estaban fuertemente condicionados por eslabones finales de la cadena: distribuidores y vendedores de la droga. Se ha visto ahora que el gobierno de Santa Fe accedió de buen grado a que las fuerzas federales realizaran la acción drástica necesaria. Y el gobierno federal desplegó más de tres mil hombres, en una operación bien disimulada, para llegar hasta la última cueva.
Algo similar, sin esta operación final, se produjo en Córdoba. Sólo queda por ver en cuántos sitios más será necesario repetirla. Y esperar para saber si basta. Ahora sabemos también que recuperar a la policía y vigilar a funcionarios permeables es básico.
Así que mi título se salva, aunque queda aclarado que está referido a la realidad social, no a la intimidad de quien quiere entender. Los trastornados por la droga son otro problema, que también se hace necesario atender en la variedad de las situaciones que genera.
Atentamente:
JOTAVE

 


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