Jueves 11 de abril 2024

La tentación de matar con las armas de fuego

Redacción 08/10/2015 - 04.00.hs

Señor Director:
Como dijo Obama, la matanza de personas por parte de un individuo se va convirtiendo en rutina en los Estados Unidos.
El presidente Barak Obama dijo que sus comentarios sobre este tipo de casos también suenan rutinarios de tan repetidos, y que la resonancia de estas masacres no se apaga con oraciones y tampoco provocan la respuesta de establecer un mayor control de armas. En este momento, en Estados Unidos, dijo, hay tantas armas como varones y mujeres de toda edad y se producen estos hechos cuando se insiste en tratar de convencer que conviene que cada norteamericano tenga un arma para acrecentar la seguridad. Este comentario de un presidente revela otras cosas: por un lado, la frustración de Obama, que no ha logrado convertir en ley alguna forma de control de las armas de fuego y algo más grave: que el poder de un presidente cada vez puede menos. Se diría que esto, tan visible ahora en los Estados Unidos, está reproduciéndose en todas las democracias, porque el poder legal queda rebasado por poderes "reales". Y se les dice reales porque en verdad cada vez pueden más los intereses de un capitalismo que se ha globalizado y va imponiendo su ley, que dice que es la del mercado.
Estas masacres se repiten con una frecuencia llamativa en los Estados Unidos, donde (conviene recordarlo) ni los presidentes tienen la vida comprada. Todavía se recuerda el final del presidente John F. Kennedy. Y, luego, la de su hermano Robert, hechos nunca esclarecidos por completo.
El nuevo caso se ha producido en el Estado de Oregón, en el noroeste del país. Otra vez el escenario elegido fue un ámbito educativo: Umpqua Community College, situado en una pequeña localidad llamada Roseburg. Un hombre joven, 26 años, probablemente un perturbado psíquico, provocó diez muertes, más varios heridos. El asesino fu el décimo muerto, por voluntad propia.
La matanza colectiva anterior, este mismo año, se produjo en la ciudad de Charleston, Carolina del Norte. Allí un joven racista, blanco, compartió los rezos en una iglesia cuya feligresía es de color, luego de lo cual se puso a matar feligreses hasta el número de nueve víctimas. Los casos más frecuentes se han producido en escenarios educativos, tanto primarios como medios y superiores. El de mayor resonancia (en parte porque fue tema de una película realista) se produjo en Colombine (Littleton, Colorado), en 1999. Esa vez los matadores fueron dos estudiantes que asesinaron a doce alumnos y un docente, suicidándose después. En diciembre de 2012 un hombre joven, probablemente alterado mentalmente, mató a 26 personas, 20 de ellas niños, en una escuela de Newtown, Connecticut. Hubo, asimismo, una masacre en un escenario militar, el 5 de noviembre de 2009: un militar, psiquiatra, mató a trece personas e hirió a otras cuarenta y dos antes de ser controlado. En sus dos períodos de gobierno el presidente Obama tuvo que afrontar varios casos, lo que explica su desazón y su comentario irónico sobre lo rutinario que se ha vuelto esta costumbre de matar por pura gana.
Sin la frecuencia de los casos de Estados Unidos, ha habido masacres en otros países de occidente (una en Argentina). Otra es la cuenta de casos atribuibles al terrorismo internacional.
El hombre no ha podido vencer a la muerte, pero se las ha estado arreglando para reemplazar a tan fatídico personaje, ganándole de mano. Así viene sucediendo, a menos que pensemos que las Parcas se las ingenian para alterar la mente del humano a fin de que nos matemos los unos a los otros. Y no hablemos de los accidentes de tránsito. Tampoco mentemos los finales de pareja, tan frecuentes en estos días, hechos que marcarían con sangre el final de ciclo del absolutismo masculino. Ni qué hablar de la guerra, desde luego. ¿Será no más que la divinidad no dijo, como se ha sugerido en macabro tren de humor: "amaos los unos a los otros" sino "mataos los unos a los otros"?
Atentamente:
JOTAVE

 


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