Martes 19 de marzo 2024

Momento ideal para un «gesto patriótico»

Redaccion 25/04/2021 - 12.10.hs

Las cotizaciones de la última semana trajeron buenas noticias para el sector agropecuario, con una escalada internacional que llegó a valores que se transformaron en récord, superando a los ansiados precios en dólares de hace años, de cuando se hablaba de una «época dorada» para el campo argentino.
En estos últimos días, los titulares de diarios y portales se ocuparon en destacar una trepada de valores que parece aún no alcanzar su techo. Obviamente, hubo medios que se hicieron más eco del tema que otros. Le dieron más relevancia aquellos volcados a la información económica y más específicamente del campo, mientras tanto otros, tal vez más interesados en profundizar una grieta, disimularon un tanto las repercusiones del caso, probablemente para no mostrar demasiado abiertamente que al campo le va infinitamente mejor que a otros sectores.

 

Un 85% más, en dólares y en un año.

 

Para dar una idea de la cuestión, solamente bastará con mencionar que la cotización de la soja terminó el último viernes subiendo velozmente ante la sostenida demanda de China y la decisión de los fondos de inversión de volcarse a los «commodities». La tonelada de la oleaginosa en el Mercado de Chicago subió 2,38% y cerró en u$s 565 la tonelada, el nivel más alto en casi ocho años. En tanto, los contratos de maíz anotaron un ascenso por cuarta rueda consecutiva, en este caso del 3,84%, con aumento de u$s 9,9 para llegar hasta u$s 256,10 la tonelada. El valor del trigo, por su parte, registró una ganancia del 5,21%, es decir de u$s 13,59
Analistas de mercado explicaron que, en este escenario, el ascenso de la oleaginosa, que llegó a superar los u$s 600 hace una década, no encuentra un límite. En una semana subió 55 dólares, al pasar de los 510 dólares que había cotizado en aquella fecha a los 565 dólares actuales, un salto de 11%. De este modo, superó al máximo que había tenido en 2013, de 563 dólares.
Con respecto a hace un año, cuando el precio era de 306 dólares, el incremento llega al 85%. Con estos precios, los embarques de la oleaginosa y sus derivados desde la Argentina rozarían los u$s 22.000 millones en esta campaña, según estimaciones de la Bolsa de Comercio de Rosario. Esto permitiría incrementar el ingreso de divisas en casi u$s 7.500 millones respecto de la campaña anterior, una variable clave para las reservas del Banco Central.

 

Dos caras de una moneda.

 

Y es en este punto donde más de uno empieza a plantearse cierto dilema, ése de cuando cambia la cara de la moneda. Porque son muchos los que comienzan a recordar que cuando al campo le va mal, sea por sequía, por inundaciones o por cuestiones vinculadas a una coyuntura económica desfavorable, la dirigencia del sector es la primera en alzar la voz -amplificada por medios afines a sus ideas- para pedir la ayuda del Estado. Es así como llega la respuesta en forma de declaraciones de emergencia agropecuaria con perdones de intereses, facilidades para demorar los pagos de impuestos y/o el otorgamiento de créditos blandos, a tasa cero, con años de gracia y otras moratorias varias que permitan la recuperación del sector.
Pero nunca se plantea el escenario inverso, como parecería ser el de este caso actual. Cuando al campo le va bien, cuando recibe por su misma producción un pago que es más alto que el esperado, favorecido por la demanda internacional, ¿no se puede pensar en destinar algo de esa ganancia «extra» para el bien común?
La dirigencia del sector tiene una excelente oportunidad para mostrar algo de solidaridad, para encabezar un movimiento en este momento histórico que le toca vivir al país, para devolver algo de lo que los productores -grandes, medianos y chicos- recibieron cuando eran ellos los que necesitaban la ayuda del Estado para poder salir a flote. Parecería ser el momento ideal para un «gesto patriótico» que permita destinar más fondos a cuestiones urgentes, vinculadas a la salud y a la economía argentina.
Porque no se recuerda más que alguna campaña aislada de faenamiento de unos vacunos para repartir entre vecinos de algún barrio y alguna otra tarea solidaria, mientras los funcionarios aportan a un fondo y los trabajadores sufren las consecuencias de cuatro años de crisis económica y más de doce meses posteriores en plena pandemia. Y también están los que destinan horas en merenderos para compartir lo poco que tienen… con los que menos tienen.
Y puede ser que a nivel nacional se pueda considerar que la «Mesa de Enlace» tenga demasiadas diferencias con el gobierno nacional como para pensar en adoptar una actitud de este tipo, pero tal vez podría pensarse que a nivel provincial, donde la relación entre el sector agropecuario y el Estado provincial es más cordial, un gesto solidario podría ser de gran utilidad, simbólico y también valorable. No solo por lo estrictamente dinerario, sino para mostrar que «el campo» habita parte del mismo suelo que el resto del pueblo, que comparte las mismas preocupaciones y sobre todo para poder demostrar que en pandemia es posible renunciar a un poco de una ganancia propia para que puedan salir ganando todos. (Por Daniel Espósito)

 

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