Martes 19 de marzo 2024

No a los «cantos de sirena»

Redaccion 07/04/2020 - 21.43.hs

Primero es la salud y luego la economía. Con la salud destruida no hay posibilidad de que funcionen las empresas, y que sus empleados y obreros asistan a trabajar, por lo tanto se destruye la empresa y la economía de los países.
ROBERTO DANIEL RODRIGUEZ
Como se escucha y lee cualquier cosa sin fundamento alguno, quiero traer la referencia que se hace sobre el origen de los recursos económicos para afrontar la crisis que viene y deriva de la pandemia.
Primero quiero decir que nadie del gobierno nacional, provincial, ni municipal pidió ayuda económica para esta finalidad de la epidemia. Es más, el presidente dijo primero la salud, la plata no importa.
Algunos sospechosamente creen que sí importa la plata y para ello proponen rebaja en los sueldos de funcionarios públicos, con una clara intencionalidad política, como ocurre con algunos dirigentes de la oposición Cambiemos. A poco de andar se descubrió la operación política que subyacía y la intención de renacer la «grieta», cacerolas mediante, contra un presidente con absoluta autoridad y consenso social, quien busca exactamente lo contrario, que es cerrarla.
Lo curioso es que quienes destruyeron el Estado, la salud, el país y su gente vienen ahora con la vieja cantinela y con propuestas que hasta el más ingenuo se da cuenta a qué apunta. Quienes se opusieron a la rebaja en los sueldos a los jueces hace apenas un par de meses, ahora lo promueven.
Asimismo, algunos distraídos caen en la simpatía a dicho reclamo sin notar que lo obtenido por esa vía sería mínimo y solo gesticular, ya que no resolvería, y muy lejos estaría de hacerlo, costos de la pandemia y ni hablar del inmediato posterior problema de endeudamiento y redistribución del ingreso, como otra de las pestes que tenemos que afrontar.

 

Cálculos.
Un cálculo estimado por el economista Alejandro Bercovich da que el aporte por reducción de gastos en el Congreso Nacional significa poco más de 400.000 dólares por mes. Mucha plata para el que no la tiene, pero nada para el presupuesto nacional.
Agrego aquí que los sueldos de funcionarios muchas veces son superados por los propios empleados del Estado, como los de muchos médicos, docentes directivos y muchos organismos técnicos y descentralizados.
No es mi intención defender al funcionario, pero sirve para saber de qué hablamos y ponerle fundamento a lo que se dice. No podemos comprar «humo» a sabiendas.
Si cada uno quiere donar voluntariamente que lo haga, y de hecho ya hay fondos solidarios creados donde todos podemos aportar.
Entonces, creo que en vez de discutir entre nosotros y cuestionar las políticas que se instrumentan, debemos apoyar a los políticos que dirigen el país.

 

Desigualdad y crecimiento.
Hace pocas horas escuchaba el razonamiento del economista serbo-estadounidense Branco Milanovic, especialista en desigualdad de ingreso y crecimiento económico. Analizaba la redistribución de recursos que los estados deben realizar ante la crisis generada con la pandemia, en un mundo plagado de pobreza e indigencia. Plantea recurrir a medidas extraordinarias.
Plantea que primero es la salud y luego la economía. Con la salud destruida no hay posibilidad de que funcionen las empresas, que sus empleados y obreros asistan a trabajar, por lo tanto se destruye la empresa y la economía de los países. Se pregunta cuánto tiempo puede estar un país parado, con los niveles de pobreza, indigencia y exclusión, sin que se produzcan saqueos y violencias. Se deriva así a una crisis social. Entonces la solución es la salud primero y luego una fuerte asignación de recursos para poner a funcionar un país.
Para el economista esta fuente de recursos debe venir de donde existen esos recursos. Hay que poner un impuesto extraordinario a la riqueza en rango, por ejemplo, hasta mil millones de dólares, y de ahí para arriba con mayor imposición (alícuotas de entre 1 y 2 por ciento).
Según explica, la medida estaría por demás justificada puesto que la sustentabilidad del capitalismo es la armonía entre el capital (los empresarios) y el trabajo (obreros y empleados).

 

Impuesto extraordinario.
La pandemia cuanto más profunda sea, porque afecta a la masa trabajadora, pone en serio riesgo la existencia misma de la empresa, y por lo tanto los empresarios están obligados a poner parte de su riqueza como impuesto extraordinario por un año, y que terminada la emergencia vuelve a la normalidad anterior.
En este punto, Milanovic me recuerda a Perón, que en agosto de 1944 en el discurso ante empresarios en la Bolsa de Comercio los instaba a…»ceder algo para no perderlo todo» en un momento de posguerra donde el Estado ingresaba en la era de masas. (Por esta precisa frase era cuestionado al pretender la alianza en vez de la lucha de clases).
Se sabe que en nuestro país una pequeñísima parte de la población tiene enormes riquezas. La revista Forbes da un ranking de 50 empresarios argentinos que tenían 58.000 millones de dólares en 2019, considerando que el año anterior, producto de la devaluación, inflación y recesión, habían perdido el 17 por ciento. Este monto es equivalente al salvataje que el país pidió al FMI, de 58.000 millones de dólares, 150 veces más del ajuste que se propone en el Congreso Nacional.

 

Intereses y deudas.
Y si en todo caso esta imposición extraordinaria no alcanzara, podemos buscar por el lado de la cancelación del pago de intereses de la deuda, que se lleva el 19 por ciento del Presupuesto Nacional (equivalente a todo el presupuesto de Salud, Educación, Protección Social, Vivienda, Ciencia, Agua Potable, Trabajo e Industria). No escucho muchos adherentes de achicar el Estado que lo digan. En cambio, ellos prefieren achicar por el lado de jubilaciones, salud, educación, trabajo y pobreza.
Entonces, y sintetizando, preocupémonos menos de escuchar los «cantos de sirena» porque la plata está y confiemos en que nuestros gobernantes adoptarán las mejores medidas de emergencia de salud y de la economía como lo están haciendo.
No nos prendamos de cualquier «verdura» y hagamos lo mejor posible lo que nos toca hoy, que es «quedarnos en casa».

 

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