Jueves 11 de abril 2024

No se puede creer ni el 1% de lo que se dice

Redacción 21/06/2017 - 02.05.hs

En Venezuela no hay una narco-dictadura. En Venezuela no hay una dictadura castro-comunista. En Venezuela hay mucho petróleo. Así de simple. Esa es la clave para entender lo que está sucediendo en el país caribeño. Y hay un proceso nacionalista que desde hace años creó un proyecto alternativo que tiene enloquecidos a la derecha nacional y a los grandes capitales globales, estadounidenses en principio, que ven perder un gran negocio (el petrolero ante todo, junto a otros no menos lucrativos, como el hierro, el gas, el agua dulce, la biodiversidad de la selva amazónica).
Una terrible guerra psicológica y mediática intenta preparar las condiciones para una posible intervención extranjera militar, disfrazada de "operación para rescatar la libertad y la democracia perdidas". La idea repetida hasta el cansancio, es que en Venezuela tiene lugar hoy una feroz dictadura que hambrea a su población y la reprime brutalmente. Eso se complementa con la imagen de un país en crisis, al borde de la guerra civil, ingobernable.

 

Guerra psicológica.
Recientemente tuvo lugar en Caracas el Primer Foro Internacional "Violencia y Operaciones Psicológicas en Venezuela", para debatir sobre la guerra a la que está siendo sometida la nación. Definitivamente, la realidad no tiene nada que ver con la imagen virtual que se ha ido construyendo del país, y que es la que recorre el mundo.
Sin dudas, no es posible afirmar que Venezuela está en paz. Por el contrario, se la ha llevado a un clima de zozobra inusual. La vida cotidiana del ciudadano venezolano se está viendo afectada, golpeada, enrarecida. El miedo y la desconfianza del otro se han instalado, junto a una situación de incomodidad creciente en la resolución del aprovisionamiento básico.
Pero a ello se suma una provocación con características de operaciones bélicas de baja intensidad. En realidad, no son muchas las personas involucradas en esos actos de desestabilización, pero sí suficientes para provocar la angustia social. Jóvenes, generalmente provenientes de los sectores más humildes y pagados como mercenarios, preparados en Colombia en técnicas de "guerra callejera", están ejecutando acciones de disturbios en distintas ciudades del país. Montaje de barricadas, cobro de impuesto de circulación a los ciudadanos que deambulan por allí, quema de dependencias gubernamentales, ataques contra las fuerzas de seguridad, agresiones contra puntos sensibles como hospitales, guarderías infantiles, en todos los casos apoyados por francotiradores debidamente apostados, estas acciones vienen cobrando un promedio de no menos de un muerto diario desde hace ya más de dos meses.

 

Polarización inducida.
Está claro que esta bien pensada y elaborada guerra psicológica tiene como objetivo final abonar un clima de desasosiego total que pueda terminar llevando a una guerra civil. La zozobra generalizada ya se está logrando. Si las muertes diarias y las agresiones vandálicas continúan, la matriz mediática se encargará de mostrar eso como el caos más mayúsculo de la historia para justificar la intervención militar externa.
En Venezuela se ha inducido una enfermiza polarización que puede servir para justificar el robo de sus recursos, tal como se hizo en otros países: Libia, Irak, Afganistán. En Venezuela no hay dictadura; ¿cuándo un gobierno dictatorial permitiría ser insultado en la cara por la oposición sin reaccionar? En Venezuela hay cuantiosos recursos naturales que la voracidad de grandes empresas no quiere perder. Y para ello apela a esta guerra psicológico-mediática que está volviendo locos a los venezolanos, enfrentándolos y desquiciándolos. (Marcelo Colussi. ALAI).

 

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