Miércoles 27 de marzo 2024

O mais grande do mundo

Redaccion 10/02/2021 - 21.40.hs

La moda del uso de la mentira como arma política tuvo en Donald Trump uno de sus más destacados cultores. Por eso será recordado, como también por sus bravuconadas.
JOSE ALBARRACIN
«Construimos la más grande economía en la historia del mundo». Esta es una de las frases más impactantes en el discurso de despedida del presidente norteamericano Donald Trump, una pieza de oratoria a la que se le prestó bastante poca atención: el foco estaba puesto, naturalmente, en el discurso inaugural de su sucesor.
La frase, por supuesto, es una escandalosa mentira. Si nos atenemos a los números pre-pandemia, el crecimiento de la economía norteamericana en 2019 había sido de 2,3%, mientras LA de China ascendió a 6,1%, casi el triple. Y no había sido un buen año para China, acostumbrada a crecer a tasas del 9%.
Trump ni siquiera puede comparar sus números económicos con los de sus antecesores Bill Clinton o Lyndon Johnson (por cierto, ambos demócratas). Pero si algo está claro es que lo suyo nunca fue el apego a la verdad. Y que, al hablar de sí mismo, siempre se presentará como «o mais grande do mundo».

 

Impuestos.
Otra ficción que repitió en este discurso fue que «sancionamos el paquete de rebajas y reformas impositivas más grande en la historia de los Estados Unidos». La historia tampoco parece ser su fuerte: alguien se tomó el trabajo de hacer esos números, y midiendo en función del producto bruto interno, hubo otros siete presidentes en el último siglo que rebajaron los impuestos más que él.
En otro momento de ficción recurrente, aseguró que su gobierno impuso «tarifas monumentales, históricas contra China, por las que miles de millones de dólares entraron en la economía norteamericana».
El problema es que las tarifas, como impuesto a la importación, son pagadas por los importadores -entre los que hay muchas compañías norteamericanas- que a su vez cargan ese costo al precio de sus productos, por lo que son los propios consumidores norteamericanos los que terminan asumiendo ese costo extra.
Dentro de esa fantasía se inscribe también su afirmación de que «el mundo ha vuelto a respetarnos. Por favor, no perdamos ese respeto».
La verdad es que todas las encuestas de opinión -particularmente en Europa- demuestran que la consideración de los Estados Unidos nunca había sido más negativa, especialmente con respecto a la reacción del gobierno federal ante la pandemia. Y basta revisar la sección de humor en los medios para ver que la administración de Trump ha sido el constante objeto de mofas y chanzas.
Otro párrafo curioso se refiere a la OTAN, donde, según Trump, los países europeos han comenzado a pagar «miles de millones de dólares más». Independientemente de que los aportes a esa organización militar no ingresan a los EEUU, lo cierto es que el sistema de cuotas, basado en el tamaño de la economía de cada país, no se ha modificado en un ápice. Estados Unidos sigue siendo el principal aportante (22%) seguido de lejos por Alemania (15%).

 

Hechos.
Como con todos los seres humanos, es mejor juzgar a Trump por sus hechos, más que por sus palabras. ¿Qué estaba haciendo en sus últimos días en el poder, cuando no estaba rezongando porque supuestamente le robaron la elección, o alentando a sus seguidores a destruir el Capitolio?
El presidente de «la ley y el orden» estaba, en primer lugar, acelerando las ejecuciones de prisioneros condenados a muerte: cinco en total, incluyendo una mujer, cosa que no había ocurrido en siete décadas. En todo su período las ejecuciones fueron trece, una cifra sorprendente si se considera que en los treinta años anteriores sólo tres condenas a muerte habían sido llevadas a cabo.
Pero por otra parte, con no menos frenesí, el primer mandatario se encargó de conceder indultos a una larga lista de amigos condenados por la justicia (setenta y tres en total), y lo que es peor, existen evidencias de que esos favores fueron concedidos a cambio de dinero. Entre los indultados se encuentran, por ejemplo, paramilitares de las empresas contratistas que actuaron en la guerra contra Irak, donde cometieron todo tipo de atrocidades -homicidios incluídos- contra la población civil.
Pero el más célebre de los perdonados es su ex asesor Steve Bannon, activo promotor de políticos de derecha en todo el mundo, quien había sido condenado por fraude, ya que había estado recaudando fondos para la construcción del muro fronterizo con México, que fueron a parar a sus propios bolsillos.

 

Guerra.
En uno de los últimos párrafos de su despedida Trump se dice «especialmente orgulloso de ser el primer presidente en décadas que no inició una nueva guerra».
Puede ser. Pero hay quien sugiere que, en realidad, el presidente saliente ha sido el catalizador para iniciar una guerra civil en ciernes en su país. Una guerra en la cual los hechos del pasado 6 de enero en el Capitolio, no serían más que una escaramuza.

 

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