Domingo 20 de julio 2025

Otra deuda con Africa

Redacción 23/04/2011 - 08.26.hs

Un artículo publicado la semana pasada en la reconocida revista Science, firmado por el científico neocelandés Quentin Atkinson, propone una demostración matemática de que el lenguaje se originó, al igual que la propia especie humana, en el sudoeste africano hace unos 50.000 años.
Atkinson realizó una comparación matemática en los fonemas (sílabas) presentes en alrededor de 500 idiomas hablados en todo el mundo, y descubrió un patrón general: al igual que el ADN, la diversidad de fonemas decrece a medida que nos alejamos del punto de origen, en Africa del sur. En algunos lenguajes aborígenes de esa zona -especialmente los que emplean ruidos o cliqueos además de sonidos articulados- los fonemas pueden llegar a cien, en tanto en Hawai, uno de los puntos más lejanos a los que llegó la migración humana desde Africa, los fonemas del idioma son apenas trece.
No se trata de una idea disparatada, como lo confirma el prestigio de la publicación que ha venido a divulgarla. Atkinson, además, es un lingüista sumamente reconocido, que ha venido trabajando en este campo por años. Ya en 2003 había publicado un estudio, basado en el mismo sistema de análisis similar al del ADN (denominado "filogenia bayesiana") por el cual se reconstruyeron las tres lenguas indoeuropeas básicas, y se determinó que su expansión se produjo hace diez mil años, con el avance de la agricultura.
La primera reflexión posible es que los idiomas africanos, muchas veces considerados primitivos, son en realidad mucho más complejos fonéticamente que, por ejemplo, el inglés, que cuenta apenas con cuarenta y cinco fonemas. Pero no menos importante parece, además, que los humanos debemos al continente negro no sólo nuestro nacimiento y nuestras primeras herramientas, sino también esa magnífica tecnología, aún hoy insustituible: el lenguaje.
En nuestros días, y desde el auge del capitalismo, los países centrales procuran obtener hasta el último centavo de ganancia de las nuevas tecnologías que generan, a través del sistema de patentes o "copyright". Las embajadas, y en particular las de EE.UU., se erigen así en fiscales para la cobranza de estos "derechos" que cada vez abarcan terrenos más amplios y abusivos. Así, se está intentando imponer el pago de regalías por el uso de algunas semillas alimenticias, para no hablar de la explotación ignominiosa que se hace, por ejemplo, de la imagen de algunos personajes famosos, también protegida por un supuesto "copyright".
El capitalismo, que se suele presentar como una fuerza dinámica y de progreso, en realidad funciona así como un factor de atraso y de obnubilación del potencial humano. Los países periféricos, que muchas veces aportan los científicos, y también los cobayos, para probar nuevos inventos -particularmente farmacéuticos-, terminan disfrutando del progreso humano de una forma limitada y, por cierto, cara.
Lo curioso es que, si se aplicara la misma lógica, todo el planeta debería estarle pagando unos más que cuantiosos derechos por regalías a los pueblos africanos, no ya sólo por habernos elevado de la condición simiesca, sino tan luego por la invención de la palabra, sin la cual la ciencia, la tecnología, el arte, la literatura, la política y las cartas de amor, no existirían.

 


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