Lunes 15 de abril 2024

Se debilita el liderazgo internacional de EEUU

Redaccion 14/01/2021 - 21.07.hs

La democracia liberal -impuesta en el mundo occidental a la salida de la Segunda Guerra- es cada día más frágil e incompatible con el capitalismo neoliberal que cada vez más recurre a formas autoritarias y conservadoras.
EDUARDO LUCITA*
El pasado 6 de enero quedará en la historia como el día del asalto al Capitolio. El día en que desde las profundidades de la sociedad norteamericana emergió una fuerza social de ribetes dantescos que puso en vilo a las instituciones de la democracia liberal e incrementó el ritmo de declinación de los EEUU.
Desde semanas antes y por iniciativa de Donald Trump se convocaba a converger el 6 de enero sobre Washington DF para impedir el «robo electoral» que se estaría gestando y que el presidente denunciara sin prueba alguna, incluso sumó sospechas de fraude durante la campaña. Su llamado a revertir los resultados electorales, llegando a presionar al vicepresidente Mike Pence para que desestimara algunos resultados estaduales y así evitar el triunfo demócrata, fue acompañado nada menos que por 100 diputados y 8 senadores republicanos.
Los resultados en Georgia, estado clave que proporcionó a los demócratas dos senadores con los que dominaran totalmente el parlamento, y el momento en que se debía cumplir el formalismo administrativo de ratificar los resultados del 3 de noviembre pasado, fueron el detonante para que los miles de seguidores de Trump que rodeaban el parlamento se lanzaran a tomarlo por asalto. Las escenas fueron dantescas. Una turba de supremacistas blancos, nacionalistas, esclavistas, neofascistas, antifeministas fanáticos, negacionistas, trepó por las paredes, superó las débiles barreras policiales -una suerte de zona liberada- ingresó al edificio y se adueñó de los espacios parlamentarios, mientras que diputados y senadores huían por los túneles del complejo y el vicepresidente era evacuado en helicóptero. Gases, golpes, destrozos, tiros y cinco muertos. Todo terminó cuando la alcaldesa de Washington decretara el toque de queda.

 

Sin precedentes.
Lo sucedido no tiene antecedentes en la historia de los EEUU y marca un momento crucial en su tendencia a la descomposición social y política. No surgió de la nada ni fue espontáneo, por el contrario responde a una fuerza social que se viene macerando desde hace años en las entrañas más oscuras del imperio. Expresa el descontento frente a la globalización y la pandemia pero también razones más profundas.
El histórico racismo estructural norteamericano, la situación económica que ha desplazado a sectores tradicionales (la crisis del cinturón oxidado) y la pérdida de liderazgo internacional, todo coronado por la pandemia, es la tríada que alimenta esta heterogénea derecha extremista, que con visión conspirativa piensa que el país está en vías de destrucción y responsabiliza tanto a negros como a latinos, tanto a comunistas y socialistas como a feministas y minorías sexuales. De presencia larvada durante años cada tanto daba muestras de su existencia -los atentados de las milicias armadas o las manifestaciones contra el movimiento Black Lives Mater- en el 2015 encontró en Donald Trump su representación política y cuatro años después emergió a la luz pública con fuerza propia. El centro fue Washington pero también hubo movilizaciones en media docena de estados, entre ellos New York, Florida y Georgia.
¿Ha sido una puesta en escena, una ofensiva exploratoria, un acto terrorista, un intento de autogolpe o «un acto insurreccional de humor negro»? (como se pregunta Mike Davis). Cualquiera sea la caracterización no es un fenómeno meramente coyuntural, sus efectos se verán a futuro. El destino de Donald Trump es por el momento una incógnita, pero no lo es el del «trumpismo» como movimiento social de masas de extrema derecha, que con o sin Trump mantendrá su presencia, con fuerte representación parlamentaria y capacidad de combinar presiones y apoyos al régimen y al Partido Republicano. En este sentido el 6 de enero de este año puede tomarse como el momento fundacional de este movimiento de movimientos.

 

Falacia.
Los EEUU y su democracia bipartidista han sido puestos una y otra vez como la cuna de la democracia, como el ejemplo a seguir. En verdad «el norte de la democracia, el repositorio de las libertades cívicas y económicas» como creen muchos (John Lee Anderson) constituye una verdadera falacia. Pensar que el régimen político que rige ese imperio constituye un orden democrático ejemplar es faltar a la verdad. En rigor la escasa participación ciudadana, la elección indirecta (se define por el Colegio Electoral), las condicionalidades que deben cumplirse tanto en las elecciones internas como generales, que hasta ahora han impedido la formación de un tercer partido, lo constituyen en uno de los regímenes de democracia liberal menos democrático, solo destinado a proteger a los gobiernos que expresan los intereses y necesidades de las élites.

 

El plano internacional.
Lo sucedido este 6 de enero tiene también fuerte impacto internacional. Se recorta con perfiles y formas propias dentro de una tendencia general que muestra que la democracia-liberal -impuesta en todo el mundo occidental a la salida de la Segunda Guerra Mundial- es cada día más frágil. Es evidente que resulta incompatible con el capitalismo en su fase neoliberal y cada vez más recurre a formas autoritarias y conservadoras.
Esa fragilidad se manifestó con fuerza en la oleada de revueltas populares por izquierda que recorrió buena parte del globo durante la segunda mitad del año pasado. Se muestra también en el surgimiento de populismos derechistas en el marco de las dificultades del neoliberalismo para superar la crisis del 2008 y en la ausencia de liderazgos que alimenta el ascenso de líderes autoritarios (Trump, Putin, Bolsonaro, Erdogan, Orban) asentados en una suerte de «fascismo societal» (Boaventura de Souza Santos).
El debilitamiento del liderazgo internacional de EEUU ha sufrido un fuerte empuje con los acontecimientos del 6 de enero. Profundiza la pérdida de hegemonía del imperio y pone en cuestión la gobernanza global, hoy sostenida por EEUU y China, cuando la primera potencia mundial está en franca declinación y la segunda no está todavía en condiciones de reemplazarla.

 

*Integrante del colectivo EDI(Economistas de Izquierda).

 


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