Domingo 07 de abril 2024

Se reinician las agresiones contra Palestina

Redaccion 01/07/2020 - 22.05.hs

Netanyahu pone en marcha otro despojo a Palestina. Su objetivo, compartido por Trump, es apropiarse del 30 por ciento de Cisjordania. Esto es resistido por los palestinos. Además de ser una gran injusticia alimentará el conflicto. Chau ilusiones de paz.
SERGIO ORTIZ
Según su cronograma, el ultraderechista Benjamin Netanyahu comenzaría ayer la legalización del despojo de tierras palestinas en Cisjordania y la zona más explotable económicamente, el valle del Jordán.
Dentro de esa región hay incrustadas colonias judías, in crescendo desde la Guerra de los Seis Días (1967). Esos asentamientos y otras zonas que también son palestinas van a ser robadas y suponen un 30 por ciento de toda Cisjordania. Y serían apropiadas por el gobierno de alianza del ultraderechista Likud del primer ministro Netanyahu y el centro derecha del movimiento Azul y Blanco liderado por su flamante socio, general Benny Gantz, exjefe del Ejército.
Es un nuevo arrebato de tierras palestinas, que se suma y agrava los anteriores; fueron muchos desde la fundación del Estado de Israel en mayo de 1948. Esa partición inicial privó a los palestinos de la mitad de su superficie. Luego hubo nuevas pérdidas, tras la guerra de 1967, cuando el este de Jerusalén, Cisjordania y Gaza fueron rapiñadas. Siria perdió las Alturas del Golán, Egipto el desierto del Sinaí y El Líbano una franja fronteriza.
Tras muchas protestas e incluso enfrentamientos armados, en algunos de los cuales los militares enviados por Tel Aviv mordieron el polvo de la derrota, debieron devolver esa franja libanesa. A Egipto se le reintegró el Sinaí en acuerdos con el dócil Anwar Al Sadat. Y a Siria no se hizo la menor concesión en el Golán. Sí reculó en la Franja de Gaza, que desde 2007 está gobernada por el Movimiento de Resistencia Islámica Hamas, fracción chiíta más radicalizada que la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), gobernante de la Autoridad Nacional Palestina en Cisjordania. En rigor sólo en una parte porque el grueso de ese territorio siguió bajo control del estado israelí.
Cabe aclarar que Israel se retiró de Gaza sin perjuicio de invadirla y bombardearla en tres ocasiones en los últimos años, la mayor en 2014 cuando provocó unos 2.300 muertos. Desde 2007 mantiene un bloqueo económico (además de militar), por aire, tierra y mar, que hace imposible la vida de ese pueblo, sin alimentos ni medicinas y con apenas 6 horas de luz eléctrica por día.

 

La clave es Trump.
Los despojos comenzaron en 1948. Y eso significa que hubo muchos presidentes estadounidenses del bipartidismo aliados mayores y cómplices de tales maniobras. A partir de la llegada a la Casa Blanca del neonazi Donald Trump, Netanyahu ha contado con un apoyo yanqui más decidido en sus planes de rapiña.
Es un negocio para ambos socios. El mayor, EEUU, porque sigue contando con su mejor «portaaviones» en Medio Oriente, para agredir a países vecinos y sobre todo para apuntar contra la República Islámica de Irán. El menor, Israel, porque se cubre las espaldas para expandirse a expensas de los palestinos.
Ya en mayo de 2018, al cumplirse los 70 años de la creación del Estado, Netanyahu había logrado que EEUU trasladara su embajada desde Tel Aviv a Jerusalén, tratando de legalizar la ocupación de la Ciudad Santa de 1967 y anexada en 1980, todo sin reconocimiento internacional. Tamaña violación de los acuerdos internacionales no podía hacerse sin impulso del Salón Oval y aliados como los monarcas sauditas.
El 28 de enero de 2020 Trump y Netanyahu anunciaron en Washington el seudo «Acuerdo del Siglo» según el cual Israel se quedaba con toda Jerusalén y una parte de Cisjordania. Sus fuerzas armadas serían las únicas pues el futuro estado palestino, con capital en un barrio alejado de Jerusalén, no podría tener fuerzas propias. Y tal criatura inofensiva debía aguardar sin nacer otros cuatro años de penitencia. Los palestinos no fueron consultados ni participaron del «Acuerdo», limitado a norteamericanos e israelíes.
Ahora, poniendo en marcha unilateralmente ese plan sionista-imperialista, Netanyahu se quiere embolsar definitivamente el 30 por ciento de Cisjordania y el valle del Jordán.
Los tentáculos para lograrlo son las 140 colonias israelíes metidas como cuña (hay 240 en total en Palestina, según el sitio Palestina Libre).
Ese plan de saqueo sufrió alguna demora porque la región y el mundo entraron en plena pandemia por el Covid-19. Sigue adelante, demostrando a los palestinos que además de ese virus nefasto hay otro muy mortífero, el sionismo.
Una circunstancia acelera los planes de «Bibi». Trump atraviesa un momento crítico, por su desastrosa gestión ante el coronavirus y las protestas contra el racismo y la represión policial. El magnate está diez puntos abajo de Joe Biden en las encuestas. ¿Qué será de la rapiña cisjordana si Trump pierde en noviembre? Eso apura a quien funge como primer ministro por quinta vez consecutiva desde 2009, ostentando el récord y dejando a Ben Gurión muy atrás con tres mandatos.
El 1 de julio las organizaciones palestinas convocaron a un Día de la Ira, como protesta. Son días donde los seres humanos sentimos rabia. Como en la poesía de Mario Benedetti referida a la muerte del Che: «así estamos consternados, rabiosos, claro que con el tiempo la plomiza consternación se nos irá pasando, la rabia quedará, se hará más limpia».

 

Sionismo acá.
El 8 de junio la cancillería argentina aprobó la Resolución 114/2020, supuestamente para luchar contra el antisemitismo. Esa discriminación a las personas de origen semita existe acá y en el mundo. Es repudiable. El problema es que la resolución define, textual: «El antisemitismo es una cierta percepción de los judíos que puede expresarse como el odio a los judíos. Las manifestaciones físicas y retóricas del antisemitismo se dirigen a las personas judías o no judías y/o a sus bienes, a las instituciones de las comunidades judías y a sus lugares de culto».
Tal definición no cayó del cielo sino de la Alianza Internacional para el Recuerdo del Holocausto (IHRA) hace cuatro años, bajo la batuta de Israel y otros 34 países. Es el círculo del que participó Alberto Fernández el 23 de enero en Israel, para beneplácito de Netanyahu, como antes lo hacía Macri.
Tal definición es errónea, interesada y peligrosa.
Errónea porque los judíos no son los únicos semitas: los palestinos también lo son. Interesada porque presenta a Israel, que practica el genocidio en Gaza, como una pobre víctima de discriminaciones. Y peligrosa porque con la acusación de haber sufrido «antisemitismo», la embajada de Israel, sus colaterales DAIA, AMIA y la Organización Sionista Argentina (si viviera, también Alberto Nisman, agente del Mossad), o sea el sionismo, podrá demandar a quienes cuestionen las violaciones de los derechos humanos y el genocidio cometido por Netanyahu.

 

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