Martes 23 de abril 2024

Seguimos bajo el bloqueo inglés

Redaccion 05/11/2020 - 22.08.hs

Quienes piensan que Argentina es un país independiente en los actos que atañen a su soberanía la semana que pasó se vieron obligados a asimilar una dura noticia: la entrega por parte de Corea del Sur de diez modernos aviones de entrenamiento -y eventualmente de entrenamiento para combate- fue vetada por el gobierno británico. El país asiático, al que se habían encargado las aeronaves, se vio obligado a actuar según un acuerdo previo por el cual la exportación de componentes de armas de guerra fabricados por los ingleses está sujeta a la aprobación del gobierno del Reino Unido, que mantiene un embargo de armas contra Argentina. La notificación de los coreanos hizo saber que «el problema de la licencia de exportación del Reino Unido no se ha resuelto hasta la fecha», y que KAI -la fábrica de los aviones- «está haciendo un esfuerzo razonable para resolver este problema».
El incidente era previsible porque hace unos años, con la misma argumentación, se frustró la compra a Francia de aviones Súper Etendard, con destino a la Armada nacional. El hecho parece superar la capacidad de entendimiento del ciudadano común: quienes manejan estos temas -tanto la diplomacia como las fuerzas armadas- ¿no saben de esta actitud británica impuesta a partir de la Guerra de Malvinas y sostenida desde hace 38 años, más allá de todas las resoluciones de los organismos internacionales que instaron al mantenimiento de una paz duradera? Fuentes militares explicaron que los aviones FA50 son aeronaves supersónicas de entrenamiento avanzado, pero no de combate.
El hecho, que revela la persistencia de los británicos en mantener una actitud hostil hacia Argentina, deja en claro dos cosas: la primera es la alta capacidad de un país relativamente pequeño como Corea del Sur para aplicar tecnología de avanzada a productos sofisticados, material aeronáutico en este caso. La segunda atañe a la reducida posibilidad de nuestro país para producir su propia tecnología bélica. Y no se puede decir que no haya capacidad al respecto sino más bien sumisión por parte de los gobiernos. Recuérdese que, tras la Guerra de Malvinas, la presión de Inglaterra, principal aliado de los Estados Unidos, hizo que se redujera notablemente la capacidad argentina en cuanto a diseñar y fabricar cohetes de media y larga distancia, que es como decir que alcanzaran las islas Malvinas desde el continente. La concesión más indignante estuvo a cargo de Carlos Menem cuando aceptó desarticular el proyecto Cóndor, un vector misilístico que podía adaptarse como lanzador de satélites. Aún así, y en virtud de decisiones adoptadas durante los primeros años del kirchnerismo, la Argentina es uno de los diez países capaces de producir satélites, aunque, por la limitación indicada, carece de la capacidad para ponerlos en órbita.
Más atrás en el tiempo el país había llegado a fabricar uno de los primeros aviones a reacción en un proyecto que, con sus fallas, fue abandonado por la llamada Revolución Libertadora. Como referencia cabe decir que la aeronave tuvo posteriormente influencia en el diseño y fabricación de los famosos MIG que se empezaron a construir en tiempos de la Unión Soviética.

 

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