Sabado 23 de marzo 2024

Un paso adelante

Redaccion 12/11/2020 - 22.04.hs

Ayer no fue un día más en el calendario de la lucha contra la violencia de género en esta provincia y, por qué no, en el país. El ingreso de Valeria Juárez como trabajadora de la Municipalidad de Santa Rosa marca un hito que, seguramente, será recordado por quienes vienen bregando desde hace mucho tiempo por la igualdad de derechos y por desterrar la violencia de la sociedad patriarcal.
Valeria sufrió durante muchos años los abusos físicos de su pareja, y también los abusos de la burocracia estatal que se hace llamar Justicia. En una entrevista con este diario realizada en septiembre, había sido muy elocuente al hablar de las dos clases de agresiones que padeció durante mucho tiempo: la corporal y la institucional. Sobre esta última la definió como un «sistema patriarcal que atraviesa al Poder Judicial», y el relato de su calvario no hace más que confirmar esa imputación. Dijo no sentirse protegida por la estructura tribunalicia y usó expresiones más que elocuentes para describir el mensaje que percibía por parte de quienes tienen como función primordial proteger a los débiles de los abusos de los más fuertes y violentos: «cuidate y encerrate vos porque él sale a la calle», «ellos mismos te dicen que te encierres». Más claro, imposible.
Lo que sucedió ayer fue una reparación parcial a su sufrimiento por parte del Estado municipal que llevó a la práctica una ordenanza sancionada a principios de año. En virtud de esa norma el golpeador, al recibir la condena por el delito cometido, fue exonerado de la comuna -en donde trabajaba- y el lugar vacante le fue otorgado a su víctima. Es la primera vez que tiene lugar una acción de este tipo en nuestra provincia y no se tiene conocimiento de que en el resto del país se haya aplicado un procedimiento similar. Al menos así lo hicieron saber quiénes también festejaron este triunfo desde las organizaciones sindicales que acompañaron el reclamo de Valeria.
La autonomía económica es una herramienta clave para que la mujer pueda romper el cerco de la violencia doméstica. El temor a la denuncia no puede vencerse en soledad y desguarecida. Ahí está la raíz de la extorsión machista que obliga a elegir entre los golpes y la intemperie. Peor opción imposible.
El camino de la ampliación de derechos es largo y sinuoso, y se transita de la mano de la ampliación de conciencia. El movimiento feminista lo sabe muy bien pues tiene sobre sus hombros largas décadas de lucha, y no siempre con el acompañamiento mayoritario de la sociedad como ocurre hoy.
No es casual que esta buena noticia llegue junto a otra: la presentación en el Congreso de la Nación del proyecto de ley para despenalizar y legalizar la interrupción voluntaria del embarazo. Otro derecho largamente esperado por quienes desean terminar con una injusticia flagrante: las condiciones sociales que someten a tantas mujeres humildes a prácticas abortivas peligrosas y que cuestan muchas vidas todos los años. En este caso también el Estado en general y el Poder Judicial en particular aparecen como obstáculos a la hora de garantizar igualdad de derechos. Hoy la práctica del aborto es habitual, pero solo en los sectores sociales que pueden pagarlo en los servicios médicos privados. Esa profunda inequidad, medida en dinero, a la hora de decidir sobre el propio cuerpo debería tener las horas contadas, al menos sin aspiramos a vivir en una sociedad menos injusta.

 

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