Jueves 11 de abril 2024

Un educador y un libro en un pueblo y una biblioteca

Redacción 05/08/2015 - 04.18.hs

Quien no haya estado en Arata está desconociendo un pueblo pequeño y prolijo, que tiene, en el orden cultural, una escuela primaria. Y tiene una biblioteca que recibe se diría que sonriente en cada una sus salas y en cada detalle de su instalación.
Habrá que volver a hablar de las bibliotecas de muchos de nuestros pueblos, donde la voluntad de los vecinos, canalizada por docentes retirados y bibliotecarios, logra que no se conviertan en expresiones de un pasado de sueños marchitos sino en verdaderos centros culturales llenos de propuestas para la diversidad de las edades. En la de Arata los libros, constantemente aumentados, se distribuyen de modo que los pone al alcance de la mano de una persona de pie. Previsión necesaria porque esos libros se leen y, además, siempre están siendo parte de proyectos y emprendimientos para niños, adolescentes y adultos.
Cuando la biblioteca llama a reunión o realiza un acto público no le falta concurrencia de toda edad. Quien observe desde la plaza, que está calle por medio, verá que muchos vecinos cruzan ese paseo cargados con lo necesario para compartir una jornada larga en la biblioteca. Dicho observador podrá sentir en algún momento, como sucedió en mi caso, que le sobreviene la idea de que esa convocatoria tiene un extraño parecido con la del cabildo porteño de la aurora nacional: acude el vecindario porque se sabe protagonista.
El pasado viernes 31 la convocatoria respondía al propósito de presentar un libro que testimonia y documenta la vida de un maestro muy caro a los afectos de esa población y de varias otras del interior pampeano: Dorila, Victorica, Carro Quemado, Caleufú. De cada uno de estos lugares, como también de General Pico y Santa Rosa llegaron invitados o anoticiados del acontecimiento.
El maestro evocado en el libro, Ángel Norverto Téllez de Meneses, español, de Salamanca, terminó su carrera docente en la dirección de la escuela de Arata. Venía de España, de Castilla, de una familia que ha tenido y tiene médicos respetados. Este hombre optó por la carrera de maestro y se recibió en la Escuela Normal de la Universidad de Salamanca. Ya lo he contado en ésta y otras columnas, pues supe de él por las referencias de alumnos de esa zona pampeana, tan entrañada con el caldenal: alumnos que tuve en la Escuela Normal de General Pico en los años en que fui su director y a la que pude acercar a don Ángel Norverto para que relatara su experiencia y su pensamiento a las nuevas promociones.
No repetiré aquí una historia que he contado ni hablaré en particular del libro presentado, salvo para repetir un concepto que he expresado en otro lugar: que se trata de un libro diferente. No tiene un relato explícito que dé cuenta de la vida y quehaceres de ese maestro. Es el resultado del tesón de familiares y de personas de la zona que retuvieron memorias propias y fotografías que dan testimonio del hombre, su vida y la significación que ellos le reconocieron por haber estado en el aula de tal maestro o por haber compartido momentos con tal persona. Además, están las prolijas anotaciones de este docente acerca de sus actos como director, como maestro de aula, como vecino, como generador de lazos comunitarios y hacedor de tramas para que la escuela fuese, como ha sido en nuestro país, un centro que en más de un caso nació antes que los pueblos y obligó al maestro a intervenir en la creación del espíritu de comunidad, sin el cual la escuela languidece. Quien lea esta documentación y esos testimonios no advertirá la falta de un relato literario porque irá creando su propio relato a medida que avance su lectura.
La docencia me ha deparado muchos momentos gratos y éste, el de Arata, ha sido uno de ellos. Y se produjo cuando los años han avanzado en mí sin lograr distanciarme de lo que fue también un quehacer que asumí e intenté en las interrumpidas experiencias que me han resultado de mis circunstancias.
Atentamente:
JOTAVE

 


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