Lunes 15 de abril 2024

Una renuncia que impulsa la lucha política en el Vaticano

Redacción 14/02/2013 - 04.29.hs

El Papa alemán dijo "hasta aquí he llegado", un gesto no revolucionario pero sí realista. Debe el balance de sus casi ocho años en el Vaticano. Ahora habrá más lucha interna por el poder en Roma.
EMILIO MARIN
Benedicto XVI sorprendió a propios y extraños con su renuncia. Quiere decir que, aunque abunden ejemplos en sentido contrario, en Roma todavía se conservan ciertos secretos, además de lo relativo a las cuentas reservadas en el IOR o Banco del Vaticano.
De allí la sorpresa del Colegio de Cardenales cuando el pontífice les leyó su renuncia. "He llegado a la certeza de que, por la edad avanzada, ya no tengo fuerzas para ejercer adecuadamente el ministerio petrino. Soy muy consciente de que este ministerio, por su naturaleza espiritual, debe ser llevado a cabo no únicamente con obras y palabras, sino también y en no menor grado sufriendo y rezando. Sin embargo, en el mundo de hoy, sujeto a rápidas transformaciones y sacudido por cuestiones de gran relieve para la vida de la fe, para gobernar la barca de San Pedro y anunciar el Evangelio, es necesario también el vigor tanto del cuerpo como del espíritu, vigor que, en los últimos meses, ha disminuido en mí de tal forma que he de reconocer mi incapacidad para ejercer bien el ministerio que me fue encomendado", puntualizó.
Conservador en extremo, hasta para anunciar su retiro apeló al latín. Un dato más sobre la bifurcación entre la cúpula católica y la mayoría de los 1.200 millones de fieles que se adjudica en el mundo. No deben ser muchos esos creyentes que hablen, escriban o se comuniquen en latín...

 

Sin lugares comunes.
Pasadas las primeras 24 horas de la conmoción, el dimitente largó un primer tuit, como para demostrar que con los cardenales usa el latín y con el resto de los mortales tiene otras herramientas. ¿Para una Iglesia más acorde a estos tiempos no sería mejor superar el latín, el "orbi et urbi" y otras antigüedades? No aggiornarse no es un asunto trivial. Es un cálculo político: por algo el Vaticano reincorporó a la corriente ultra-tradicionalista del cismático Marcel Lefebvre, antes expulsada por Juan Pablo II. La renuncia de Benedicto XVI al trono de Pedro, tiene lógica. Es un hombre de casi 86 años, cansado, con problemas cardíacos y que siente que su fuerza ha disminuido.
¿Un Papa que se retira? Suena insólito. Pulveriza el lugar común de que "quien fue Papa no puede ser obispo", un lema de dirigentes de la política burguesa argentina cuando les ofrecen un cargo de menor jerarquía al que alguna vez tuvieron. Después del retiro de este pontífice se podrá decir que sí, que luego de ocupar tan alta función se puede ser obispo. En su caso se sabe que -tras la efectivización del retiro el 28 de febrero próximo- vivirá donde antes habitaban unas monjas de clausura. Allí podrá rezar, leer y escribir, que son sus pasiones, según Federico Lombardi, el vocero vaticano.
Los conocedores del paño tuvieron que remontarse hasta 1515 para encontrar el antecedente más cercano de renuncia de un Pontífice. Una demostración de que la racionalidad atrasa casi 600 años en la institución. Es que resulta de sentido común que una persona de 85 años no debe conducir los destinos de un Estado, sobre todo si tiene una salud frágil o directamente enferma. Benedicto XVI ayudó a Roma a reencontrarse con esa verdad de perogrullo.

 

Otras influencias.
El tema salud y cansancio físico y moral puede ser la razón fundamental del retiro, pero debe haber otros. Esa debilidad, según los allegados al personaje y contado también en el diario oficial del Vaticano, apareció más crudamente luego de los viajes a México y Cuba, en 2012.
Es factible que esa fatiga lo llevara a tomar la decisión de dar un paso hacia el retiro, en víspera de la Semana Santa, en la última semana de marzo de 2013, cuando las actividades del Vaticano son mucho mayores. Quiso irse antes de ese desgaste extra.
A propósito del viaje a La Habana, detonante del retiro, una pregunta de este cronista. ¿Luego de recibir y dialogar un buen rato con Fidel Castro, feliz y pleno a sus 86 años, retirado de la conducción de los asuntos del Estado, no habrá pensado Ratzinger que debía imitar al comandante en jefe? Es una mera hipótesis, pero algo de eso podría haberle pasado por la mente al visitante. Si así fuera querría decir que el socialismo dio lugar a dos transformaciones en la vida de la Iglesia: la revolución soviética en 1917 llevó a la elaboración de la "doctrina social de la Iglesia" para no perder el favor popular, y un Fidel todavía lozano habría influido al Papa a imitarlo, recuperando entonces el caso de Gregorio XII que se retiró en 1515. Dejando el terreno de las especulaciones, lo que sí puede afirmarse es que -además del calendario, que marca que Benedicto XVI cumplirá 86 años el 16 de abril- deben haber pesado causas políticas, de esas que levantan su ánimo o lo tiran por el balcón por donde se asomó tantos domingos a la plaza de San Pedro.

 

Acusados.
Una institución acusada formalmente de 4.000 casos de pedofilia en los últimos años, con una cadena de complicidades en la jerarquía eclesiástica -como se reveló en Estados Unidos, en rigor en todas partes, también en Argentina- donde los curas y hasta obispos pedófilos eran trasladados de diócesis. De ese modo volvían a las andadas con la ventaja de la sorpresa y sin ningún prontuario.
Benedicto XVI supo de estas denuncias porque algunas llegaron a su despacho cuando presidía la Congregación para la Doctrina de la Fe y luego a su oficina de Pontífice. Y su conducta fue oscilante, entre la complicidad de varios años y algunas condenas morales a algunos de los responsables. Fueron delitos horribles, que por un lado marcaban hasta la muerte a sus víctimas y por el otro significaban a la Iglesia un descrédito que aún perdura.
Se dice que en el mundo hay 1.200 millones de católicos. Parece una medición generosa, de gente que dice creer en Dios y tiene fe católica; si preguntaran cuántas veces va a misa y si tiene confianza en los curas, cardenales y Papa, el número se achicaría notablemente. Y ese deterioro tiene que ver en buena medida con fenómenos negativos como la pederastia. En el último tiempo hubo correcciones y críticas, algunas provenientes del Papa alemán, pero no tuvieron mucha profundidad. No resulta creíble la Iglesia en este punto. Y los fieles vienen votando con los pies, yéndose de misa.
Hablando de comuniones, un dato claro sobre lo retrógrado de esta Iglesia es que niega los sacramentos a los divorciados. ¿Cómo puede hablar de compasión cristiana?

 

Tarde como con Galileo.
Se puede conjeturar que la lucha intestina en Roma, por el poder, tiene que haber desgastado y desmoralizado al octogenario Papa. Descubrir que su asistente personal y mayordomo, Paolo Gabriele, entregaba a la prensa cartas y documentos personalísimos, para que se ventilaran y fueran empleados en esa pugna política, como sucedió en mayo del año pasado, debe haber sido devastador para su estado de ánimo.
Inmediatamente a ese escándalo, estalló otro de mayor envergadura política, si se quiere, pues echaron al presidente del IOR, Banco Vaticano, Ettore Gotti Tedeschi, acusado de conducción deficiente. Pero el depuesto fue arrestado justo cuando había culminado un informe personal al Papa detallando las maniobras del alto clero para impedir que la entidad se pusiera a tono con las normas de la banca europea, informara de las cuentas secretas y adoptara reglas para impedir el lavado de dinero.
Uno de los que más obstruyó esa normalización del IOR fue el secretario de Estado y número 2 del Vaticano, cardenal Tarcisio Bertone.
Ser consciente de que alrededor de uno se tejen semejantes tramas y maniobras, con tantas vidas afectadas y tanto dinero en danza, contradiciendo todo lo que la Iglesia proclama de boca para afuera, por supuesto debió afectar al Papa. Y no se dice esto ubicándolo como una "víctima" de la situación sino como un partícipe de esos problemas, porque tanto a Gotti Tedeschi como a Bertone los designó él.
Ahora, con Benedicto reconvertido a su original, Joseph Ratzinger, orando por los pasillos del convento de monjas de clausura, los cardenales librarán otras batallas sordas pero no mudas. La primera será la elección del sucesor, que pondrá a unos de los 118 cardenales contra otros, como en una organización política cualquiera. En rigor, las organizaciones políticas suelen ser más democráticas que el elitista Vaticano.
Y luego seguirán otras peleas políticas, sin que los asuntos que los propios católicos han marcado en la agenda, tales como el matrimonio igualitario, la homosexualidad, el aborto legal, el derecho de la mujer a ser sacerdote, la educación sexual y uso de preservativos, la democratización de la iglesia, etc, sean considerados. Quizás dentro de mucho tiempo haya noticias positivas sobre esas temáticas. Ahora es demasiado pronto para los cardenales, que se toman décadas para asuntos que debían resolver ayer.
Está en su naturaleza, como en la fábula del escorpión. A Galileo Galilei le pidieron perdón por haberlo condenado, 376 años después del juicio. Y la Tierra era redonda y giraba alrededor del Sol.

 


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