Jueves 25 de abril 2024

Una reunión y sus peligros

Redacción 18/07/2008 - 01.41.hs

Desde el verano anterior, la esquina de Rivadavia y Avenida San Martín fue lugar adoptado por jovencitos como punto de encuentro en cada atardecer, con mayor presencia los fines de semana. Cientos de adolescentes se reúnen para charlar, tomar mates, reírse y pasar un buen momento.
Algunos llegan caminando, pero muchos otros eligen la moto como el vehículo que los acerque hasta allí. Y así en cercanías de la estación de servicio adyacente a una concesionaria de automóviles, pueden verse cientos de motocicletas estacionadas contra el cordón de la vereda.
De a ratos puede advertirse un incesante ir y venir de jóvenes que conversan, ríen a carcajadas y la pasan evidentemente bien. Pero...
A veces en ese movimiento de motos y chicos el tránsito por esa esquina, particularmente por Avenida San Martín, se torna peligroso.
La noche del lunes último un trabajador de este diario tuvo una rara sensación. En realidad, para ser más exactos, un par de emociones entrecruzadas. Por un lado de angustia y por otro la impresión de que, esta vez, la suerte le había jugado a favor.
Cuando la señal luminosa le abrió paso eran casi las once de la noche. Emprendió una marcha normal por la avenida hacia el Este, hacia la rotonda de Casa de Gobierno, y a mitad de cuadra tuvo una sorpresa mayúscula: una jovencita apareció de golpe en medio de la calle, a escasos centímetros del capó de su vehículo.
La furiosa frenada clavó el auto y la chica saltando desesperada volvió a ganar el cantero central de la Avenida. Cuando el automovilista estacionó y volvió al lugar para saber cómo estaba la encontró, llorosa, refugiada en brazos de una amiga pero ya en la vereda norte, frente al Registro Civil.
No fue una desgracia simplemente porque algo mágico pasó. Nada más que por eso.
¿Qué hacer? Esta vez no pasó nada lamentable, pero pudo haber sucedido porque la exposición es mucha y el peligro a ciertas horas es permanente.
En algún momento, el año pasado, alguien tomó la determinación de convertir en peatonal ese sector de la ciudad, al menos por unas horas. Pero, aún cuando lo de los chicos ya parece un hábito que no están dispuestos a cambiar, aquella medida tuvo efímera aplicación.
Lo cierto es que el alboroto, el bullicio, las motos que van y vienen y el transcurrir de los adolescentes por la zona en cada atardecer y que se prolonga por varias horas, debe conducir a que las autoridades tomen intervención. No para que los chicos abandonen esa costumbre sino para hacer su presencia más segura.
Difícilmente se vean por allí policías y/o autoridades municipales que de alguna forma ordenen el caos en que se convierte lo que aparece en principio como una alegre estudiantina, y que perturba sobremanera a los vecinos que tienen que pasar por allí.
¿Cuáles son las salidas? Es necesario pensar en algunas. Una pero muy problemática, sería restringir el tránsito vehicular en esos días y horas, porque provocaría no pocas y justificadas quejas de los vecinos. Conversar con los chicos, pedirles que se cuiden y cuiden a sus amigos -aunque suene un poco ilusorio- podría ser otra. La presencia de personal que trate de corregir lo que puedan ser conductas peligrosas tal vez no estaría mal.
Algo hay que hacer, rápido. Pensar y ejecutar para que nadie tenga que pasar un mal rato por algo que todavía se puede evitar.

 


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