Jueves 11 de abril 2024

Veneno para la opinión pública

Redacción 27/01/2015 - 04.21.hs

La muerte del fiscal Alberto Nisman desató un frenesí en los grandes medios opositores como nunca antes se vio, ni siquiera cuando se convirtieron en voceros de las entidades del campo que cargaron contra las retenciones móviles a la soja.
Cualquier noticia que surge de la investigación del caso es objeto de manipulación a niveles tan asombrosos que expone, como nunca antes, a la profesión periodística al escrutinio público. Por no hablar de los desvaríos que se escuchan, y leen, a la hora de los comentarios y las conjeturas.
El propósito es, sigue siendo, demoler al gobierno nacional. Por eso ya casi no se habla de la denuncia del fiscal, cuya endeblez y falta de consistencia jurídica y de pruebas admiten hasta los opositores más cerriles.
La cadena de mentiras y operaciones es tan larga como estridente. Había empezado cuando Clarín tituló, en forma mendaz que la presidenta no había autorizado al canciller a viajar a Paris a la manifestación por el ataque criminal a la revista Charlie Hebdo. El canciller no solo viajó, sino que fue el único de su rango de todo el continente americano en Francia. Luego siguió con el martilleo constante de la denuncia de Nisman que hablaba del retiro de alertas rojas para los acusados iraníes en Interpol. Nueva desmentida rotunda, esta vez del ex director del organismo. Ya muerto el fiscal se redoblaron los esfuerzos goebbelianos. Primero con la cerradura de la puerta de servicio del departamento que, según los "periodistas" del grupo, estaba abierta. Otra desmentida: había dos cerraduras, una estaba abierta, con la llave puesta adentro, pero la otra, en la misma puerta, estaba cerrada y fue abierta cuando llegó la madre del fiscal con una llave propia.
Pero el colmo de la campaña de desinformación se vio cuando en los sitios web, con enormes titulares, en los canales y en las radios del super grupo hegemónico se divulgó la patraña de que el disparo se había realizado a más de quince centímetros de la cabeza de Nisman. La propia fiscal tuvo que salir a desmentir diciendo que el arma había estado a "menos de un centímetro" de distancia.
Semejante seguidilla de "errores" y tratamiento tan irresponsable de la información hubiera merecido sanciones y hasta despidos en cualquier medio de comunicación que tuviera como misión el ejercicio del periodismo con pautas mínimas de seriedad. Es evidente que no es el caso del gran conglomerado hegemónico porteño. Su objetivo no es periodístico, sino económico y estratégico. Su propósito no es informar sino estrangular al gobierno. Quiere recuperar el poder de antaño cuando presumía que "con cinco tapas" podía voltear a cualquier presidente que no fuera de su agrado.
Sus periodistas estrella bombardean desde la televisión, la radio y el diario con cualquier versión, ocurrencia o chisme que respalde la misión primordial del grupo: manipular, sembrar dudas y orientar la sospecha siempre en la misma dirección. Tienen un gran poder de fuego y lo están usando como nunca. Este es un año electoral y "no puede ser que éstos sigan gobernando", como dijo uno de sus charlistas radiotelevisivos. Algo hay que hacer, porque la oposición es "un tarro de bosta", según el mismo personaje de pasado vergonzante que, como buen converso, tiene que sobreactuar su nueva fe ardiente.
Envenenar la opinión pública, intoxicar la atmósfera política, embarrar la cancha. Ese es el propósito y tienen con qué. Para buena parte de la clase media argentina son una referencia y hasta un modelo de conducta agresiva a imitar. Los carteles con insultos y deseos de muerte a la presidenta que se vieron en las movilizaciones motorizadas luego de conocerse la muerte de Nisman hablan por sí solos de ese veneno que inoculan a gran escala sobre una sociedad sensibilizada por la muerte del fiscal. Hasta la jueza del caso cayó en bajezas impropias de su investidura.

 


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