Viernes 26 de abril 2024

Bristol número cuatro

Redacción 21/01/2024 - 12.18.hs

Al cabo parece que el Imperio Británico no se armó meramente para depredar las riquezas ajenas. Eso no sería ninguna novedad en el negocio imperial. Lo que realmente parece haber interesado a todos esos exploradores victorianos (entre ellos, nuestro visitante Carlitos Darwin) es coleccionar todas las cosas, para catalogarlas, normatizarlas. El Museo Británico es prueba de ello: los frisos del Partenón, la estatua de la Isla de Pascua, las momias egipcias, la piedra de Roseta: todo tiene que estar en su lugar, bien descripto y almacenado asépticamente. Si hasta se robaron los deportes (que ya existían: por algo los italianos le llaman "calcio" al fútbol) sólo para ponerles un nombre e imponerle reglas inglesas.

 

Bristol.

 

Desde luego, este afán catalogador, si bien puede lindar con la neurosis obsesiva -incluso un psicólogo podría hablar de tendencia anal retentiva- no deja de demostrar un encomiable espíritu científico. Pero a veces pareciera que llevan las cosas un poco lejos.

 

Ahí está el caso de la Escala de Bristol. Fruto de un extensivo estudio del que participaron voluntariamente miles de ciudadanos (perdón: súbditos de Su Majestad) de esa ciudad inglesa, y concluido en 1997, la escala en cuestión es un sistema de clasificación de la materia fecal humana. Traducido: del popó.

 

No hemos podido determinar cómo fue que se materializó esta colaboración de los solícitos bristolianos. Si cada uno hizo su tarea de observación en casa, o si por el contrario, las muestras fueron enviadas a alguna institución médica centralizada. Es de esperar que no hayan empleado para ello el Real Correo Británico, institución estructurada si las hay.

 

La cuestión es que, al cabo del estudio, los científicos en cuestión (bioquímicos, gastroenterólogos, etcétera) arribaron a una tipificación de siete grados, partiendo del número uno, que representa la constipación severa (muy parecido al popó de los conejos) hasta el número siete, que representa la diarrea severa, totalmente líquida.

 

Número 4.

 

En el medio de esa escala tenemos el ejemplar "normal", el número cuatro, que se describe como "un chorizo suave, o una serpiente".

 

En la investigación de este artículo tuvimos ocasión de ver un video de unas dos horas, donde un eminente gastroenterólogo norteamericano nos desasna sobre esta novel taxonomía. En determinado momento le presentan un plato que contiene lo que afirman son reproducciones de cada tipo de popó, tan realistas que, como los chefs de televisión, uno lamenta que el video no transmita sensaciones olfativas.

 

De pronto el doctor toma en sus manos el famoso "Bristol número cuatro", y casi acariciándolo, casi con devoción, declara: "Esto es lo que todos queremos tener", como si se tratara de un auto deportivo. Es la garantía de la exacta cantidad de agua y fibra, y de que no habrá sufrimiento a la hora de expulsarlo.

 

Trivial.

 

Aceptamos la acusación de estar trivializando lo que en realidad es ciencia pura y, por qué no decirlo, sacrificada. Es con actividades como ésta que nos enteramos de la cada vez más importante función que cumple nuestra flora intestinal, esa colonia de bacterias, hongos, parásitos y demás, que en conjunto pesan algo así como un kilo, y que regulan no sólo nuestra digestión, sino muchos otros aspectos de nuestro funcionamiento.

 

Como verdaderos tripulantes de la nave humana que somos, tienen una comunicación privilegiada, directa, con nuestro cerebro, y hasta cuentan con un nervio específico -verdadera autopista- para esos fines. Son los encargados de producir serotonina, dopamina, y otras hormonas que regulan nuestro humor y nuestra claridad mental.

 

Estas colonias de microorganismos son únicas a cada ser humano, acaso más que el ADN, y hasta se especula con que nuestra afinidad con amigos y parejas tenga que ver con la compatibilidad de nuestros biomas intestinales (será bizarro, pero parece preferible este sistema de acople sentimental, que dejar las cosas libradas al algoritmo de las aplicaciones de citas que pueden bajarse al celular).

 

Esas bacterias constituyen una parte sustancial de la materia fecal: aproximadamente 100 mil millones por gramo. Y la mitad de ellas están vivas.

 

El gastroenterólogo del video nos exhorta vivamente a revisar lo que depositamos en el inodoro, antes de apretar el botón y eliminarlo. Tiene sentido. En un mundo donde la originalidad es prácticamente imposible, esa obra cotidiana acaso sea nuestra más auténtica y personal expresión artística.

 

PETRONIO

 

Foto: commons.wikimedia.org

 

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