Viernes 26 de abril 2024

Cuestión de actitud

Redacción 26/02/2024 - 00.16.hs

Dentro del contexto latinoamericano bien puede decirse que casi siempre Brasil tuvo una política exterior sigilosa y eficiente a sus intereses, continuidad acaso de aquella diplomacia portuguesa que, con menos fuerzas militares, siglos atrás llegó a implantarse como antecedente de uno de los países más grandes del mundo.

 

Esa actitud, manifiesta en los partidos más moderados o levemente inclinados hacia la izquierda, contrarió casi siempre abiertamente los intereses de los Estado Unidos, que lo consideran uno de los países claves en su geopolítica, dentro del control de América del Sur. De allí que su silencio diplomático justifique la improcedente actitud del gobierno de Israel al declarar al presidente Lula “persona no grata”. ¿Cuál fue el motivo para que el Estado judío tomara semejante actitud? Pues nada menos y nada más que calificar la ofensiva israelí en la Franja de Gaza como un genocidio comparable al Holocausto que sufrieran los propios israelitas en los años de la Segunda Guerra Mundial.

 

El argumento hebreo fue que el brasileño “trivializaba el Holocausto”, aunque no pareció advertir que las declaraciones de sus propios funcionarios -caso de la invitación a los residentes palestinos para que emigren a otros países e Israel ocupe la Franja- también trivializan, y mucho, la odisea de todo un pueblo; los despiadados ataques que lleva a cabo Israel -apoyados, eso sí- en la mentalidad sionista no en la de su pueblo- es una “guerra justa” según los políticos judíos. Para entender el juicio vertido por Lula, que comparte la mayoría de los países del mundo, basta ver la cantidad y condición de los muertos, atacados por el ejército más poderoso de Medio Oriente, aunque cierto que, además de cobrar un ataque artero, busca una expansión territorial.

 

¡Qué distinta esa actitud del presidente brasileño, evidentemente surgida de una concepción humanista y arraigada, tan distinta de la de Javier Milei, declarando su apoyo incondicional, a Israel, destrozando la antigua neutralidad argentina y bailando con los rabinos mientras los aviones bombardeaban la Franja, al parecer con escasa discriminación. Simultánea (inexplicablemente si no se tratara de semejante personalidad) haciendo hincapié en su condición de “un poco católico y un poco judío” en cuanto a religión.

 

También el presidente de Colombia, Gustavo Petro, expresó su "solidaridad integral" con su par de Brasil frente a la crisis diplomática, resaltando que toda Latinoamérica debería solidarizarse con los palestinos ante el genocidio del que son víctimas. Petro también desencadenó una incipiente crisis entre Colombia e Israel al afirmar que un supuesto bombardeo a un hospital de Gaza fue una "barbarie de de los israelitas". Posiblemente detrás de sus palabras está el cada vez más desgastado argumento de la falta de información del ataque de Hamas por los servicios de información israelíes, en pro de justificar una guerra que les permitiera ampliar su discutido territorio.

 

Actitudes semejantes resaltan más la negativa postura del gobierno argentino, cuya ineficaz diplomacia quedó de manifiesto en la reciente visita del canciller británico a Malvinas, sin que sus agresivas declaraciones siquiera merecieran una respuesta condigna.

 

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