Viernes 26 de abril 2024

La religión del presidente

Redacción 11/02/2024 - 10.59.hs

La Reforma de 1994 eliminó de la Constitución Nacional el requisito de que el o la presidente practicara la religión católica. Se trató de un progreso en materia de no discriminación, pero la verdad es que ya para entonces -y mucho más ahora- la cuestión de la religión había venido perdiendo importancia pública. De hecho, el presidente en ejercicio en aquellos años había tramitado un "bautismo exprés" para posar de católico antes de asumir la primera magistratura (luego les hizo pito catalán a todos cuando pidió que lo enterraran en un cementerio musulmán: es que el paraíso de Mahoma con sus huríes siempre vírgenes es una oferta demasiado tentadora para algunos).

 

Cruz.

 

Con tal que gobiernen decentemente bien -lo cual ya parece mucho pedir- a nadie le importa a qué dios le rezan los presidentes, si es que lo tienen. Esas misas, tedeums y demás ceremonias a las que concurren más o menos a voluntad, no pasan de ser meras formalidades. Un video reciente muestra al entonces presidente Macri durante uno de esos compromisos, con serias dificultades a la hora de hacer la señal de la cruz: más que un feligrés orando parece un karateca espantando mosquitos.

 

Esta introducción viene a cuento de que, aparentemente, el actual presidente acaba de completar su conversión al judaísmo. En su proceso incesante de construcción de una personalidad, ya no sólo es el primer presidente economista, o el primer presidente libertario: también, parece ser, es el primer presidente judío. Verlo llorando como un chico frente al Muro de los Lamentos de Jerusalén debería bastar como anuncio oficial al respecto.

 

Cómo es que llegó a abrazar esa fe -aparentemente no vinculada con una pertenencia étnica- resulta misterioso. A diferencia de otras religiones, el judaísmo no ofrece grandes promesas para la vida eterna, y hay quien sostiene que ni siquiera la contempla.

 

En un reportaje concedido a El País el año pasado, anunciaba sus coqueteos con el Antiguo Testamento, al que los judíos llaman Torá. Decía que estaba evaluando, en caso de ser presidente, si debería observar el Shabat, lo cual no parece muy compatible con las obligaciones de un primer mandatario. Más misteriosamente aún, comentaba que su rabino de cabecera le recomendaba leer las sagradas escrituras "desde el punto de vista del análisis económico". En fin. Después no se quejen de que prolifere el cliché que vincula a esa religión con el dinero.

 

Hebreo.

 

Por si el episodio del Muro de los Lamentos no fuera bastante aviso, al día siguiente el presidente de despachó con un posteo en la red X (ex Twitter) escrito completamente en hebreo. Y, como en Argentina siempre hay un intérprete para todo, no tardaron en descubrir que se trataba de un pasaje de la Biblia, más concretamente del libro del Éxodo, en el cual Moisés expresa su descontento con el pueblo judío por abandonar los mandamientos que él les había bajado de la montaña.

 

Aparentemente Moisés se demoraba bastante allá arriba, en sus tertulias con Dios. Si hasta sus paisanos tuvieron tiempo de fabricar un becerro de oro al que procedieron a venerar con entusiasmo, de puro aburridos.

 

En el mismo reportaje el presidente argentino decía sentirse identificado con Moisés (no se sabe si más o menos que con Thatcher). Y hay que reconocer que se trata de un personaje fascinante, en especial por ese truco de partir en dos las aguas del Mar Rojo para huir de Egipto, que habrá provocado no pocos inconvenientes en el tránsito por el Canal de Suez.

 

Hay quien dice que la cita bíblica venía a cuento del enojo del presidente con los diputados que le voltearon un proyecto de ley que les había mandado, y algo de razón parecen tener, ya que inmediatamente empezó a repartir castigos a diestra y siniestra, quitando subsidios y echando funcionarios, todo por Twitter, que parece ser el nuevo Boletín Oficial. Comparadas con la Argentina de nuestros días, Sodoma y Gomorra parecen parques de diversiones.

 

Síntesis.

 

Lo que pasa es que Moisés, aparentemente, tenía mayor capacidad de síntesis. Al fin y al cabo, sus tablas de la ley contenían sólo diez mandamientos, cuya observancia le garantizaba a su pueblo la salvación y el beneplácito de Jehová. Muy por el contrario, el presidente argentino le mandó a su pueblo un mamotreto bien llamado "ley ómnibus", que imprimió en un libraco de más de 350 páginas, conteniendo centenas y centenas de artículos y anexos, tan detallista que hasta se metía con la moda en los estrados judiciales.

 

Como se decía en los albores del posmodernismo, tenemos derecho a estar un poco confundidos. Nos asalta la duda de si realmente al ajuste lo pagará la casta o nosotros. Dudamos de quiénes eran, al cabo, estos señores de la casta. Dudamos de si entraremos en la categoría de la "gente de bien", si no habremos pecado, violando alguna ley divina inescrutable. Los mensajes, como el Antiguo Testamento, son confusos.

 

Y no es que el presidente no tenga derecho a hacer su búsqueda espiritual, a encontrar la paz interior (por cierto, y siguiendo los mandados de Moisés, debería empezar honrando a su padre y a su madre).

 

Lo que nos permitimos preguntar es si no hubiera sido preferible que este viaje místico lo hiciera en otro momento, en su tiempo libre. No justo ahora que le estamos pagando para que combata la inflación y nos mejore la vida.

 

PETRONIO

 

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