Viernes 26 de abril 2024

Las fuerzas del caos

Redacción 15/02/2024 - 00.15.hs

Ni Donald Trump ni Joe Biden están consagrados como candidatos por su partido, pero todo el mundo da por sentado de que ambos protagonistas de la polémica elección de 2020 estarán en la boleta electoral este año también.

 

JOSÉ ALBARRACÍN

 

Si hiciera falta una muestra del estado caótico en que se encuentra la política norteamericana -y, en consecuencia, el tablero geopolítico internacional- basta ver el último intercambio de artillería verbal que protagonizaron, esta semana, los dos octogenarios que aparecen como contendientes en las elecciones presidenciales de este año. Donald Trump, al oponerse a la ayuda militar para Ucrania e Israel que se debate en el Congreso, manifestó que, de ser presidente, le daría vía libre a Vladimir Putin y hasta lo "estimularía" para que "haga lo que le venga en gana" para agredir a los "delincuentes" países europeos que no invierten en su aparato militar. En respuesta, Joe Biden consideró que esas expresiones eran "estúpidas, vergonzosas, peligrosas, anti-americanas" y que "ningún otro presidente en la historia se había inclinado ante un dictador ruso".

 

Confusión.

 

Ninguno de los dos está todavía consagrado como candidato por su partido, pero todo el mundo da por sentado de que ambos protagonistas de la polémica elección de 2020 estarán en la boleta electoral este año también. Y las declaraciones de Trump tuvieron el curioso efecto de opacar el debate que venía de la semana pasada, cuando un informe pericial relativo a una investigación sobre su manejo de los documentos públicos, reveló que Biden, si bien era un individuo "bien intencionado" tenía problemas de memoria.

 

Esto no es ninguna novedad. Los "olvidos" del actual presidente son proverbiales, y la semana pasada sumó un nuevo jalón a esta saga, cuando hablando del conflicto en Israel confundió al presidente egipcio El-Sisi con su par mexicano, López Obrador. No se parecen físicamente, ni en el nombre, ni en el idioma, ni en los países o las religiones que representan: una confusión inquietante.

 

Tampoco es una novedad que Trump es un confeso admirador de Putin, y que siente un profundo desprecio por los socios europeos de EEUU en la OTAN, a los que acusa de vivir del presupuesto norteamericano y de no invertir en su propia defensa.

 

Lo novedoso es que, como nunca antes, se ve que el futuro de la OTAN -y también de Ucrania- hoy pende de cómo caiga la moneda que se ha echado a la suerte.

 

Fronteras.

 

La ayuda militar de EEUU a Ucrania e Israel está empantanada en el Congreso. Por presión de los republicanos, han debido hacer un solo paquete con los dos países, que en conjunto asciende a la jugosa suma de 95 mil millones de dólares. Poca gracia le hará a Ucrania ver su suerte atada a la de Israel, una causa bastante más polémica en los EEUU, para no hablar de las Naciones Unidas, o de la Corte Internacional donde se investiga la supuesta comisión de un genocidio contra los habitantes de Gaza.

 

Pero no es esa la única traba: los republicanos exigen que, a cambio de liberar esos fondos, se sancione un paquete integral que restrinja fuertemente la inmigración ilegal, en particular, desde la frontera con México. Y aunque el número de personas que ingresan en esta condición ha venido descendiendo considerablemente (hasta un 50% el mes pasado) no sólo no se dan por satisfechos, sino que hasta han promovido un juicio político contra Alejandro Mayorkas, el secretario responsable de migraciones.

 

Acaso sea este entramado entre ambos proyectos de ley lo que hizo que Biden trajera a cuento al presidente mexicano cuando se estaba hablando de Israel.

 

Caos.

 

Al dejar la presidencia, Trump se jactó de haber sido el único presidente de EEUU que no había iniciado ninguna guerra. Y tenía razón en afirmarlo. Lo cual no quiere decir que durante su mandato no se haya pateado duramente el tablero geopolítico internacional, particularmente, por su afinidad con otros líderes fuertes como el propio Putin, el turco Erdogan o el húngaro Orban.

 

También durante su mandato comenzó a retacear los aportes norteamericanos en la OTAN, que hasta entonces parecía ser un proyecto militar sólido, al punto que se había venido ampliando el número de miembros, en forma constante, durante los últimos veinte años.

 

Ante la posibilidad real de que el republicano pueda acceder al poder el año entrante, y continuar esta línea de acción, no es de envidiar la situación de Suecia y Finlandia, que se apresuraron a ingresar a la alianza militar apenas comenzada la guerra en Ucrania, y ahora vienen a enterarse de que el club de elite al que se habían sumado, podría perder a su principal socio.

 

Pero con todo lo que pueda criticarse a Trump, no es menos cierto que, durante los tres años que lleva en la presidencia, Biden provocó un desacomodamiento aún mayor de la política internacional. Su caótica retirada de Afganistán provocó el inmediato y recargado retorno de los talibanes al poder. Su intervención agresiva a favor de Israel provocó una rápida escalada en el conflicto regional, que ahora se extiende desde Yemen (al sur del Mar Rojo, puerta al canal de Suez) hasta Pakistán, pasando por Siria, Jordania e Irak. Si hasta el ISIS, que se creía desactivado, ha comenzado también a hacer de las suyas y provocar atentados, y no sólo contra objetivos occidentales.

 

El proyecto de la globalización y el orden internacional que promovía, son cosas del pasado. El problema es que quienes lo dinamitaron con tan exquisita puntería, no se molestaron en general ningún orden alternativo, y de ahí el caos resultante.

 

' '

¿Querés recibir notificaciones de alertas?