Viernes 03 de mayo 2024

Nunca perder la ternura...

Redacción 10/12/2023 - 17.17.hs

La partida de Armando Inchaurraga, el Basko, deja una sensación de orfandad parecida a la que experimentamos con la muerte de Edgar Morisoli. Se fue un grande de nuestras letras, pero también un padre, un amigo. Si Edgar era esa figura paterna que aparecía siempre para señalar un rumbo, el Basko era el padre del calor y el afecto. Se agradece su larga vida, su lucidez hasta el último momento. Pero han pasado unos días y su ausencia se acrecienta como una sombra.

 

Lote 13.

 

Solidario, militante, comprometido, Armando siempre estaba estimulando a los otros a escribir. Siempre su primera pregunta era: "¿Qué estás escribiendo?" Y no se contentaba sino con una respuesta exhaustiva.

 

Era generoso también para compartir su experiencia con la pluma. "No puedo salir del Lote 13", solía decir, en referencia a ese territorio mítico de su Winifreda natal -algo así como el Yoknapatawpha de William Faulkner- que tanto impregnó su narrativa, y que ha producido no pocos escritores de nota, Omar Lobos uno de ellos.

 

En realidad ese confinamiento a la tierra de la infancia y juventud, lejos de ser una condena, era una bendición: tierra de historias y de grandes narradores orales, microcosmos del poblamiento gringo, la Winifreda rural adquirió en Inchaurraga una dimensión impensada.

 

Desde luego, Armando incurrió también en la poesía y en la dramaturgia, que estudió con especial empeño, con esa virtud suya tan bien definida por Morisoli como un "entusiasmo invicto". Pero es en sus cuentos y relatos -esos que comenzaron a brotar en las noches en vela mientras atendía su turno de farmacéutico- que nos parece encontrarlo mejor, acercarnos a él.

 

Cuba.

 

Armando era, también, una persona profundamente política. Le tocó la rara suerte de conocer de primera mano la naciente revolución cubana, pero no lo tentó el foquismo ni la violencia. Se decantó hacia una militancia peronista a la que se dedicó con la misma dulzura con que escribía, amaba o cuidaba.

 

Habrá influido en él el hecho de que vivía rodeado de mujeres: su esposa, Pocha, y sus hijas Ana y Paula; mujeres hermosas, potentes, a las que él idolatraba. Estaba tan orgulloso de ellas, que repetía siempre su voluntad de volver a elegirlas todas las veces que fuera necesario.

 

Habla mucho de él el hecho de que, en su paso por la función pública, haya inventado un proyecto llamado "Educación para la salud" -lamentablemente discontinuado después- en el que volcó ese entusiasmo y ese espíritu poético tan suyos. Una oficina de la administración pública donde más que expedientes se producían canciones (literalmente hablando). Un lugar donde se priorizaba el cuidado, donde lo que importaba eran las personas.

 

Vuelo.

 

Cómo está costando evocarte con palabras, Armando. Volver a leerte, ahora con la implacable circularidad de la muerte. Y está todo allí, en tus libros. Por ejemplo, en "El pájaro errante", donde acertaste en señalar que "la vida para todos es un montoncito de pequeñas cosas".

 

¿Era ése tu mensaje? ¿Tu dedicación a lo cotidiano, lo fugaz, lo pequeño, tu capacidad para hacerlo brillar con tu mirada piadosa?

 

Por algún motivo, vienen a la memoria aquellas palabras del Che, "endurecerse sin perder la ternura jamás", a las que hiciste honor con tu vida. Si hasta lo hiciste parecer fácil.

 

PETRONIO

 

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