Sabado 27 de abril 2024

Poco pan y mucho circo

Redacción 18/02/2024 - 09.21.hs

Tal como era de prever, tras la pausa por el feriado largo del carnaval, volvieron las tensiones sociales, políticas y económicas a nivel nacional y con lógico derrame a nivel provincial.

 

A falta de resultados favorables para mostrar, al presidente solo le queda como recurso ir tirando bombas de humo para todos lados, con el objetivo de tapar los graves problemas que se profundizan a diario.

 

Pero la estrategia no le estaría dando muy buenos resultados.

 

Dice que la educación, la salud, el transporte y la seguridad son temas de cada provincia, pero las ata de pies y manos sin mandar los fondos para que puedan funcionar. También dice que la cuestión del trabajo no le compete, que es un tema de empresarios y trabajadores y que por lo tanto tampoco se va a meter a laudar. Tampoco lo hace –ni parece que lo hará- con los alquileres y menos que menos con los precios de los productos. Conclusión: se ve que ni siquiera tiene en claro de qué temas debería ocuparse. Y de los que se ocupa, como las relaciones exteriores, no los estaría desempeñando muy bien: ya se enojaron con él los chinos, los brasileños, los colombianos y los palestinos, sólo por citar algunos ejemplos.

 

Entonces, como no se ocupa de las cuestiones que considera que deben manejarse libremente –y que en consecuencia terminan favoreciendo a los poderosos que más tienen- le sobra tiempo para dedicarse a polemizar por las redes sociales. A esta altura, no cabe duda que es el lugar en el que más cómodo se siente y al que más tiempo le dedica. Creerá que esa es la verdadera función moderna de un presidente. Y así como habrá que reescribir varias teorías económicas que dan por tierra con todo lo visto hasta ahora a partir de su llegada al gobierno, tal vez obligará a redactar un nuevo libro referido a las funciones de una primera magistratura. Ni el señor de las patillas ni el domador de reposeras, cada uno con sus propias extravagancias, se habían animado a tanto en el (des)manejo de las cuestiones del Estado.

 

A no meterse con los Espósito.

 

La semana también le dejó al presidente una enseñanza para el futuro: no debe meterse con los artistas, porque le puede salir el tiro por la culata. Se quiso hacer el gracioso jugando con una confusión de apellidos. Le cambió el apellido a Lali Espósito por el apodo “Depósito” para habilitar un cuestionamiento a las inversiones de intendentes y gobernadores en festivales populares. Y apuntó justo –¡qué casualidad!- a una artista que ya se había animado a criticarlo. Pero la acusación se le volvió en contra. Este columnista comparte orgullosamente apellido con la cantante y actriz, que supo responderle con altura, coherencia, valor y el respaldo de un trabajo honesto a lo largo de los años. Así que ya sabe el señor presidente: que no se meta con los Espósito, porque no le conviene ni siquiera por especulación electoral. Somos muchos más que los Milei.

 

Párrafo aparte para los tres interlocutores que prestaron imagen y micrófono para amplificar la fallida burla presidencial. En vez de repreguntar, advertir o intentar de algún modo mostrar cierta incomodidad ante una grotesca situación, se dedicaron a remarcar y subrayar el cambio de apellido, festejando el supuesto “chiste” disfrazado de acusación. En este caso, así como antes se planteó la necesidad de una reescritura de teorías económicas y funciones presidenciales, lo de estos tres muchachos da para redactar nuevos manuales de la comunicación moderna. Eso sí, no se puede hablar de periodismo, nada más alejado de la realidad que se ve en cada charla que concede el presidente para transmitir su ideario político-económico.

 

Peor que un emperador.

 

En definitiva, todo queda reducido a “pan y circo”. La frase remite a la antigua cita “panem et circenses”, acuñada por el poeta satírico Décimo Juvenal, que vivió en la ciudad de Roma entre los siglos I y II de nuestra era. Con esta célebre expresión, se refería a las dos maneras que tenían los emperadores para mantener al pueblo en calma: los espectáculos de gladiadores y las carreras de carros, que absorbían la atención de los romanos, y el pan que el Estado repartía gratis entre el pueblo para evitar quejas y protestas.

 

Claro que ahora, tan lejos en la distancia y en el tiempo, por estos lares nos encontramos con un problema mayor. El pan hay que pagarlo y está cada vez más caro. Y el circo da vergüenza ajena. La única duda que queda es saber cuánto tiempo más aguantará el pueblo sin exigir que cambie esta realidad.

 

DANIEL ESPOSITO

 

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