Viernes 26 de abril 2024

Un nuevo punto de partida

Redacción 30/12/2023 - 00.25.hs

La clase media urbana está políticamente ubicada en la defensa de sus derechos. En la misma dirección parece ubicarse la dirección sindical. Y esa confluencia sería un hecho político de enorme trascendencia para el futuro.

 

EDGARDO MOCCA

 

Llama la atención la ausencia de sorpresa en el análisis político por las espontáneas y muy numerosas y pobladas acciones de protesta que respondieron al brutal ajustazo producido por el gobierno de Milei. Parece que lo ocurrido obedeciera a una “ley histórica” que dijera que ante abusos de gobierno “la gente” sale a protestar en la calle. Claro, las jornadas del 19 y 20 de diciembre de hace ya 22 años podrían marcar “un antes y un después” en la historia de la movilización popular. Pero de ningún modo puede aceptarse que el fenómeno de estas horas en las grandes ciudades del país (y en muchas no tan grandes) pueda reducirse a razones ideológico-políticas. Dejemos estas pavadas para que los comentaristas conocidos apelen a sus conocidos argumentos: se trata de un modo de protesta de los “kirchneristas”. Me adhiero en este punto al conocido proverbio: “cuando veas a tu enemigo equivocarse, no lo interrumpas”.

 

“Salieron las clases medias”, dicen algunos sabihondos. ¿Se pusieron a pensar en esa frase los mismos que la pronuncian? De qué hablamos cuando hablamos de clases medias. Por lo pronto, hoy por hoy es una porción importante de la población. Un sector que abarca múltiples realidades diversas, pero tiene algo en común: se siente socialmente amenazada. No sabe si podrá renovar el contrato de alquiler del lugar en que vive. No sabe si conservará su trabajo. Si lo conserva no está segura de cuáles serán las condiciones en las que habrá de trabajar. El paquete de Sturzenegger es fuertemente transversal en los perjuicios que provoca; tiene la virtud de lo que Laclau consideró fundamental en su construcción teórica del populismo: facilita la creación de “cadenas equivalenciales”, es decir la aparición de un sujeto popular, en cuyo interior se entrelazan los intereses y los deseos de diversos sectores socioeconómicos. En el paquete de medidas de gobierno está incluido algo que es muy importante: la ley de alquileres, es decir la liberación del mercado inmobiliario y su entrega a la “lógica de la oferta y la demanda”. Y eso es el abecé de la doctrina del actual presidente. Sí, aunque parezca mentira, el señor presidente se propone hacer retroceder la historia de las sociedades humanas a la experiencia previa a lo que el gran cientista social Karl Polanyi llamó la “gran transformación”, a la construcción de sociedades en las que el trabajo sea protegido del intento de convertirlo en una mercancía más. Ese es, dicho sea de paso, el lugar del peronismo en la historia social y política del país.

 

Voluntad política.

 

Volvamos atrás. Las clases medias urbanas han hecho una demostración de su voluntad política. Es, desde ya, un gran logro en un país en el que hace ya un tiempo se consagra con total impunidad la voluntad de la gente, cada vez que los sectores “productivos” movilizan su tropa, cada vez que la neo-clase agraria (blancos, propietarios económicamente fortalecidos, activistas de derecha) se siente perjudicada. Hoy es la “otra” clase media la que está en la calle. La que viene sufriendo en carne propia el retroceso social del país. La que no puede especular con el precio del dólar para aventar los peligros que se ciernen sobre su vida social y, en última instancia, contra su dignidad humana. La clase media urbana está políticamente ubicada en la defensa de sus derechos. En la misma dirección parece ubicarse la dirección sindical. Y esa confluencia sería un hecho político de enorme trascendencia para el futuro, incluso el futuro inmediato.

 

La temprana crisis de la coalición de la derecha y la ultraderecha es un asunto de enorme importancia política. Hemos venido asistiendo al nacimiento de un nuevo fenómeno: el de sectores de clase media atraídos por una visión individualista y cerrada del mundo social. Ahora estamos en un momento muy interesante de esa experiencia. Porque esos sectores fueron atraídos sobre la base de la construcción de un “otro” que, aunque novedosa por sus formas, es una experiencia permanente en la vida de los pueblos. La herramienta de esta creación del sujeto colectivo tuvo (y todavía tiene”) el nombre de “casta”. Casta es privilegio injusto. Casta es el acomodo con el poder. Es la ventaja que da un sistema de relaciones sociales para partir “en punta” en la competencia. Y es un hecho real, incontrovertible. Y también lo es que la política organizada -los partidos- forman parte (todos) de esa injusticia, de ese abuso de poder. Impensadamente, la crisis nos ha colocado en la necesidad de mirarnos como sociedad. Suspender -muy provisoriamente- la vigencia de coordenadas “ideológicas” para simplemente evitar que se constituyan como fundamento de una fuente de injusticia social es una obligación política.

 

No son “choripaneros”.

 

Volvamos atrás. La “gente” protesta. Los habitantes de Belgrano, de Congreso, de Flores no son “choripaneros”. Es un hecho disruptivo. Es un hecho que desafía los corralitos conceptuales. Y merece ser pensado profundamente. El más grande terremoto político y social de nuestra historia reciente, el que parió una experiencia política histórica a la altura de nuestras grandes épicas, que enlazó políticamente con el peronismo porque fuera del peronismo no había el material combustible que permitiera pensar y construir de otra manera la convivencia entre argentinos: mérito histórico de Néstor y Cristina Kirchner. Por qué no pensar que es posible la resistencia a la barbarie de clase lanzada desde el poder por un grupo minúsculo de tecnócratas que no tienen en su foja de servicios un solo éxito político o económico del país. Por qué no partir desde una sincera y profunda reflexión de todos y todas, independientemente del lugar que cada uno haya decidido ocupar en la tormenta de todos estos años que se puede construir un nuevo pacto democrático cuarenta años después del que terminara con la última dictadura argentina. Por qué no pensar que desde la búsqueda de un nuevo punto de partida común se puede salvar a la democracia y a la nación como entidad independiente y soberana. Hay que evitar que las diferencias políticas históricas -incluidas las que se desplegaron desde 2003 hasta aquí- se sobrepongan a esta novedad, y terminen frustrándola. (Extractado de El Destape)

 

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