Jueves 16 de mayo 2024

Una buena posibilidad

Redacción 31/10/2022 - 08.42.hs

El diario porteño Página 12 publicó recientemente una nota original y elogiosa sobre la "Arqueología pública" en nuestra provincia. El escrito pone de relieve una suerte de nueva actitud de las autoridades -públicas y universitarias- respecto al dominio arqueológico del que dice, entre otras cosas, que "el suelo pampeano encierra un patrimonio incalculable, con yacimientos de gran riqueza al alcance de la mano".

 

La frase señalada como textual encierra, por cierto, una gran verdad, pero válida también desde un punto de vista negativo: tan al alcance de la mano están esos yacimientos que gran parte de ellos han sido ignorados o saqueados durante al menos el último medio siglo, y sin mayores medidas efectivas por parte de las autoridades.

 

Al respecto también se debe tener cuidado con la palabra "saqueado". Es cierto que cualquier material arqueológico privado de información respecto de su entorno pierde gran parte de su valor -algo ignorado o dejado de lado por la mayor parte de los "escarbadores" de yacimientos-, pero también lo que es peor aún sería dejar ese material a la buena voluntad de quienes pasan por allí o viven en aledaños, a menudo en lugares apartados o desérticos.

 

La consideración nos lleva a pensar cómo es posible que la provincia no cuente con un museo antropológico que reúna y sistematice piezas referidas a los diferentes lugares y culturas de la provincia. El hecho ha quedado evidenciado durante las últimas semanas, cuando se dieron en la capital pampeana acontecimientos masivos de distintos órdenes, pero todo con participación nacional. Nos consta que al menos se registraron una decena de consultas -y sorpresas consiguientes- de que no existiera en La Pampa una institución orientada en ese sentido.

 

Es sabido que antaño -quizás tres décadas atrás- hubo un muestreo público y constante de la colección lítica regional de un docente ¿Qué fue de ella? no se sabe. En el mejor de los casos puede que descanse, desaprovechada, en algún cajón olvidado.

 

Muy posiblemente en el desfasaje entre teoría, realidad y falta de información efectiva radique el problema. Es sabido que son varias las personas en la comunidad provincial que poseen cantidad de piezas arqueológicas de valor. No las ocultan pero tampoco la amparan en la figura legal de "curador", esto ante el temor de que los despojen de aquello que consideran suyo y que muchas veces ha sido conseguido con trabajo y constancia.

 

No se trata -y eso hay que recalcarlo- de defender lo que suele calificarse como saqueo, pero sí de establecer reglas claras que permitan tanto un mantenimiento condicional de quienes poseen las piezas como la investigación científica. Y eso es tarea del Estado. Los ejemplos abundan, si no recuérdese la existencia de las pinturas rupestres de Quehué, conocidas desde muchísimos años y siempre expuestas a la voluntad de quienes las visitan. Lo mismo para las de Lihué Calel, que alguna vez -aunque con las mejores intenciones- fueron sobredibujadas con tiza; o los yacimientos en los manantiales de la meseta basáltica, inexplorados desde siempre y, a veces, consideración de presuntos "antropólogos" que los evalúan con escaso conocimiento.

 

Veinte años atrás arqueólogos de sólido prestigio como Mónica Berón, Carlos Gradín o Rodolfo Casamiquela señalaban el contrasentido de que la provincia pampeana, tan rica en datos y elementos por su condición de área integrada, y hasta cierto punto fronteriza, entre las culturas tehuelche, mapuche y cristiana careciera de una sistemática histórica apoyada en estudios arqueológicos efectivos.

 

El interés actual que señala el diario porteño, subrayando la participación de la Universidad Nacional de La Pampa, parece una buena posibilidad de clarificar esas confusiones y crear un sólido panorama de la historia y prehistoria de nuestra provincia, capaz de satisfacer el conocimiento de cualquier visitante, tanto de nivel científico como profano.

 

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