Viernes 26 de abril 2024

Una situación extrema

Redacción 13/03/2024 - 00.26.hs

Los desatinos e inconsistencias del gobierno nacional, junto a la crítica situación que vive el país, han hecho que poca sea la gente que advierte una situación extrema: el mundo está al borde de una tercera guerra mundial. No es un mero título alarmista, sino una posibilidad que se desprende de la realidad diaria.

 

Por un lado – una apreciación de los propios estrategas norteamericanos— la derrota de Ucrania en la guerra con Rusia es inevitable, pese a la enorme ayuda militar y las fabulosas cantidades de dinero enviadas por Occidente. Por otra parte, hay una serie de sucesos que agravan la situación, por caso los avances de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), que no ha cesado de profundizar sus provocaciones a Rusia tras la caída de lo que fue la Unión Soviética. En este punto también se pueden incluir la ignorancia del pacto de fronteras convenido por los dos bloque en cuanto a sus áreas de influencia (Ucrania es una de ellas); la admisión de Suecia como nuevo integrante de la OTAN, tras dos siglos de neutralidad; el reciente discurso del presidente francés admitiendo claramente la posibilidad del conflicto, al tiempo que sus tropas se preparan con vistas al mismo; y la presencia de soldados ingleses (y posiblemente también franceses) combatiendo en Ucrania. A la vez, no hay que dejar de tener en cuenta, en el mismo sentido, el mensaje que los servicios de inteligencia de los rusos, cuando captaron días atrás que el ejército alemán evaluaba la posibilidad de destruir comunicaciones terrestres utilizando misiles de largo alcance, un hecho estaba lejos de ser uno de los llamados “juegos de guerra” y, aunque se intentó taparlo, generó un escándalo mayúsculo en Alemania.

 

Tal como señalara recientemente un diario nacional, “la confrontación estructural que genera la actual Guerra Fría es el resultado de la incapacidad de Occidente para aceptar la soberanía plena de China y Rusia y su respectiva influencia sobre el resto del mundo. En el relato que Washington pretende difundir, a través de sus propaladoras de sentido, Beijing es una autocracia que desafía su hegemonía global y Moscú es un actor geoestratégico, que debe ser fragmentado y/o aislado”.

 

Todo esto con Europa, como siempre, a la cola de la nación americana. La misma Europa que, como respuesta a su boicot a Rusia por la guerra en Ucrania, se quedó sin algunas de las materias primas vitales a su economía, una de ellas el gas, que ahora debe importar a precios mucho más elevados.

 

¿Qué es lo que mueve a Occidente a una postura tan amenazante y belicista? En principio recuperar una primacía en lo económico y militar y, de ser posible, acceder a las inmensas reservas materiales de Rusia. Algo muy parecido a la idea de Hitler en la Segunda Guerra, y también de alguna manera a las intenciones de Napoleón Bonaparte a comienzos del siglo XIX. Los dos, acaba de recordar Vladimir Putin, se llevaron un doloroso chasco que epilogó en una durísima derrota, y lo peor es que el ruso advirtió que si la intención se repitiera se vería obligado a usar armas atómicas.

 

En este juego de toma y daca en el que intervienen varios países que poseen armas atómicas, va de suyo que China, por activa o por pasiva, no quedaría indiferente teniendo a los occidentales en su borde oriental. Una suma de elementos que darían por resultado un conflicto ecuménico.

 

Pero si el lector sospechara en las palabras precedentes una intención alarmista, las verá refrendadas en un titular de primera página de “El País”, el diario más importante de España: “Europa se pone en pie de guerra”.

 

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