Martes 07 de mayo 2024

La historia de Hugo: "Siempre se puede"

Redacción 17/10/2012 - 08.08.hs
Estudia Abogacía, colabora en su ex colegio y sale a los boliches. Hugo Bogarín quedó cuadripléjico a los 14 años pero no ve obstáculos para ser un joven como cualquier otro. "La vida me golpeó, pero no me mató", dice.

Cuando era más chico, Hugo pasaba horas dedicado a su pasatiempo favorito: la caza. Eran habituales las salidas junto a sus hermanos, primos o amigos para buscar alguna presa escondida en los campos de Toay. Pero una noche de invierno, en junio de 2001, una bala que no debió salir y que tomó el caminó equivocado, le cambió la existencia para siempre.
"Estaba con dos primos en un campo cercano, cazando. La carabina de uno de ellos se disparó accidentalmente y la bala me rozó el mentón. Por suerte estaba cerca de Toay y me trajeron al hospital aunque ya estaba en las últimas. Sobreviví pero tuve una lesión en la médula, así que quedé cuadripléjico". Hoy tiene 26 años, pero en ese entonces Hugo Bogarín tenía 14. Desde ese momento su cuerpo está inmóvil del cuello para abajo e intacto del cuello para arriba, sobre todo su cerebro, su buen humor y su lucidez.
La recuperación fue muy dura. Primero un traslado al hospital Lucio Molas de Santa Rosa, donde estuvo un mes internado, y luego a una clínica de Buenos Aires para la rehabilitación. Allí permaneció tres meses.
"Cuando volví estaba mal, no quería hacer nada, estaba todo el día encerrado. Al momento del accidente cursaba el noveno año de la EGB y tardé cuatro años en volver al colegio. Durante ese tiempo una maestra particular iba a casa como para que yo no perdiese el ritmo y siguiera, pero estaba muy bajoneado", recordó.

 

Sin embargo, a principios de 2006, Hugo decidió cambiar. Hizo un "click" y retomó las riendas de su vida. En marzo de ese año rindió libre todas las materias de noveno y en pocos días comenzó a cursar en el Instituto Toay de Enseñanza Secundaria (ITES).
"En un principio me sentía como un bicho raro, pero me di cuenta que era yo el que me veía así, no los demás. Enseguida me integré sin problemas, hice amigos y terminé como escolta de la bandera. Muchas veces pienso que los demás chicos me tomaban como un ejemplo, porque terminar con el promedio casi más alto, sin poder hacer todo lo que hacen los demás, es un mensaje de que siempre se puede", destacó.
Hugo ya no volvió a mirar atrás. El impulso que tomó en su rendimiento en el colegio lo motivó a ir por más. Se anotó en la carrera de Abogacía y desde 2009 cursa en las aulas de la UNLPam. "El primer año me costó muchísimo, cursaba todo el día y regresaba cansado a casa, casi sin tiempo para estudiar; por eso al año siguiente cambié el método, ahora curso menos y estudio más", reveló.
Hace poco más de dos años, Hugo recibió otro impulso clave para concretar sus ganas de ir siempre para adelante porque recibió la silla de ruedas que le permite moverse solo, sin la ayuda de nadie. "Tenía una silla de ruedas de las comunes y por eso siempre necesitaba que me empujaran, que alguien estuviera conmigo. Con la silla nueva manejo todo con la pera, tengo como un joystick y desde ahí me muevo sin problemas; gané una independencia increíble", aseguró.

 

Esa independencia le permitió manejarse de otra forma. "Hago lo que hace cualquiera a mi edad. Me voy a comprar una camisa, estudio, pago cuentas y voy al boliche; a lo mejor me cuesta más, pero no quiere decir que no pueda", simplificó.
Hugo sube al colectivo que hace el recorrido Toay-Santa Rosa y llega a las aulas de la UNLPam para sus clases de Derecho, una carrera que eligió no por ser su preferida sino porque era la que más se adaptaba a sus necesidades.
"A medida que fui cursando el secundario fui entendiendo que no podía hacer otra cosa. Al no poder escribir tuve que descartar otras opciones. Me gustaba Arquitectura, pero no podía hacerla, así que dentro de lo que hay en Santa Rosa me incliné por Abogacía", expresó.
El recuerdo de sus días en el colegio y el reencuentro con algunos compañeros como Cristian Guiñez -hoy profesor en el ITES- motivaron a Hugo a acercarse a la institución.

 

"Cuando retomé el colegio me hicieron sentir tan bien que me dieron ganas de volver. Yo soy muy sociable, en eso no tengo problemas, me gusta acercarme a la gente y necesitaba hacer algo fuera del estudio, así que pensé:'qué mejor que venir al ITES para ayudar en algo'. Y me aceptaron sin problemas", sostuvo.
Hugo va al colegio los martes y los jueves y allí comparte clases, charlas y momentos con los adolescentes. "La idea es naturalizar su presencia, no que sea alguien que solo está porque le sucedió un hecho determinado. Por suerte la iniciativa está saliendo muy bien", contó Cristian.
Hugo no pierde tiempo en mirar al pasado o hacerse preguntas que no puede contestar. Vive su vida. Y punto. "En un momento pensaba todo el día y me preguntaba por qué a mí. Pero cuando me acostumbré y fui haciendo cosas pasé a preguntarme para qué seguir con ese pensamiento. Yo pienso que por algo será, por algo te toca. A mí la vida me dio un golpe, pero no me mató, solo me frenó. Y entendí que se sigue cueste lo que cueste. El que lo ve de afuera por ahí me pregunta cómo hacés, pero para mí es normal. Ya me acostumbré a vivir así y no veo obstáculos para seguir adelante".

 


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