Martes 07 de mayo 2024

Surfeando en una cuerda

Redacción 16/04/2014 - 04.59.hs

El arte de caminar, saltar y hacer piruetas sobre una cuerda floja (que está tensa) es el espíritu del slackline, un deporte que gana adeptos. "La clave es el equilibrio, y no frustrarse", afirmó Mauro.
Cuando comienzan a caminar y a contornearse sobre la cuerda parecen duendes saltarines, equilibristas de un circo sin carpa y al aire libre. La adrenalina sube con cada salto, sobre todo cuando, literalmente, se "acuestan" de pecho sobre esos cinco centímetros de ancho y salen despedidos tipo catapulta. El slackline llegó hace poco pero parece que para quedarse, al menos para aquellos que cualquier día y a cualquier hora atan una cinta en dos árboles de la plaza Martín Fierro o de la laguna "Don Tomás" y ponen a prueba el físico y la mente.
"Básicamente es un deporte de equilibrio. Lo vi por primera vez en Córdoba y hace unos dos años arranqué a aprender y a practicarlo como hobby. Después me fui dando cuenta de lo que era, que también se puede saltar, hacer acrobacias en el aire o trucos; tiene un montón de posibilidades que te permiten ir avanzando constantemente", explicó Mauro, de 24 años, y uno de los impulsores de la actividad en Santa Rosa.
El slackline nació en los años ´80 con dos escaladores del Valle de Yosemite, en California (Estados Unidos). En un principio andaban por cadenas flojas y cables en estacionamientos para divertirse, luego el nuevo deporte se expandió a Alemania y parte de Europa y en los últimos años desembarcó en la Argentina.
"Se usa una cinta que se engancha entre dos puntos fijos, generalmente árboles, y se camina sobre ella. La cuerda es elástica, lo que te permite hacer piruetas, saltos, posturas de yoga como el buda sentado y distintas pruebas en las que uno se sienta capacitado o se anime. Son cintas tubulares o de cinco centímetros de ancho, sintéticas, que se tensan y que deben estar amarradas en forma bien segura. Con eso alcanza, aunque claro, después es cuestión de animarse", afirmó Agustín (24), que junto a Mauro dictan clases dos veces por semana en el espacio Malabaryarte, una muestra de que el slackline está en plena expansión ya que acuden niños y adolescentes.
Una vez que uno sube a la cuerda, el desafío es mantenerse balanceado. Ahí se mezclan las virtudes del equilibrismo circense, la adrenalina, la técnica de los deportes de tabla como el skate, el snowboard o el surf y las acrobacias de los gimnastas.
"La mayoría de los chicos y chicas que hacemos slackline también practicamos otras actividades relacionadas con el cuerpo como trapecio, cinta o telas. Hay que tener concentración y coordinación, pero también mucha capacidad de frustración", reconoció Lucía (24).
Avanzar un centímetro y retroceder dos puede volverse un enemigo de los nervios y la paciencia, por eso la mente ocupa un rol preponderante. "Es re importante la cabeza y la confianza en uno mismo. Decir 'tengo que poder', porque si te dejás vencer rápido te frustrás. Hay que tener mucho control mental porque por ahí en mucho tiempo avanzás poco, pero también es muy gratificante cuando vas superando objetivos", completó Lucía.
Aunque debajo suele haber pasto, estar a determinada altura siempre implica riesgos. "Todos tenemos experiencias de golpes, porque la fuerza que vos le tirás a la cinta es la misma que después te va a despedir, a expulsar, se da un efecto rebote que más de una vez implica una cara contra el piso", sonrió Mauro, que hace algunas semanas compitió en un torneo en Mar del Plata y planea participar en uno próximo en Neuquén.
La altura en la que se coloca la cuerda se va modificando de acuerdo a la exigencia. Y dentro del slackline existen distintas variantes de la disciplina. El más difundido es el trickline, en el cual la cinta se ubica a poca distancia del suelo y bien tensa. En esa modalidad se practican principalmente saltos y trucos de destreza.
"En nuestro caso no tuvimos mucho apoyo didáctico, sino que fue sobre todo prueba y error, ir aprendiendo a los golpes, como se dice. Una vez que empezás no querés parar. Nosotros podemos estar horas intentando un salto o una acrobacia, es una pelea contra tu propio cuerpo y contra tu mente", señaló Nicolás (25).
La fuerza está en la concentración, y se ejerce con los músculos abdominales. A partir del equilibrio, las posibilidades son infinitas. "Podés hacer una mortal para adelante, caer sobre la cuerda con el pecho y rebotar y volver a caer con la cola. Hacer saltos, verticales, tirarse de espalda, combinar diferentes trucos como los que hace una gimnasta profesional. Es como una pequeña cama elástica, finita, de la que hay que tratar de no caer", detalló Mauro.
Si bien las cintas utilizadas tienen un costo elevado (son las mismas o similares a las que utilizan los escaladores ya que se completan con los dispositivos de amarre), la ventaja del slackline es que se puede practicar en cualquier espacio donde se pueda tensar la cuerda. Y los más intrépidos se animan al cruce entre edificios de altura.
"Lo bueno -dijo Agustín- es que te ayuda a mejorar tu concentración para hacer otras cosas. Con la práctica, tu cuerpo adquiere memoria muscular, pero el hecho de entrenar la cabeza te da fortaleza y poder de concentración. Si lo lográs, es una combinación ideal". Claro, si lo lográs.

 


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