Martes 30 de abril 2024

La expansión de la cotorra

Redaccion 13/12/2020 - 21.33.hs

La conversión de praderas naturales en tierras de cultivos favoreció la expansión de las cotorras por el área agrícola de la región pampeana. Hace más de diez años, esas aves silvestres consideradas una «plaga» para la agricultura, ya ocupaban en el país una superficie similar a la de Alemania. Los datos surgen de un estudio sobre la cotorra (Myiopsitta monachus), realizado por el doctor en Ciencias Biológicas de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC), Enrique Bucher, y la doctora en Ciencias Naturales de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP), Rosana Aramburú.
La cotorra es una especie nativa considerada «plaga» para la agricultura en la pampa húmeda, debido a los daños que ocasionan esas aves a cultivos como maíz, girasol y sorgo, entre otros cereales. No obstante, la bióloga del INTA-Paraná, Sonia Canavelli, explicó que la cotorra «no es doméstica ni plaga, es un ave silvestre que está en Argentina y otros países desde antes que el hombre llegara». «Es propia de nuestros ambientes y tradicionalmente asociada a montes y espinales que bordean a la región pampeana. La especie vivía allí», afirmó.
Lo que ocurrió «es que el hombre la adoptó como mascota y además se introdujeron cambios en el ambiente y uso de la tierra que le permitieron expandirse desde su hábitat original, a la región pampeana donde se concentran los cultivos». En esa zona «se generaron luego alimentos muy favorables para las cotorras», añadió la especialista, quien considera que la condición de «plaga» de las cotorras «depende de a quiénes produce daños, dónde y cuándo» y advirtió que «el término plaga» resulta «circunstancial y antropocéntrico».

 

Desmedida expansión.
Mientras tanto, el estudio realizado por Bucher y Aramburú «La cotorra como especie invasora: El caso de las pampas», refleja que la expansión de esa especie por los pastizales pampeanos se inició después de 1880, es decir «cuando los colonos europeos iniciaron la ocupación de territorios tomados a los pueblos originarios, al finalizar la denominada Campaña del Desierto».
«En poco más de un siglo (1900-2010), la cotorra ocupó una enorme superficie, equivalente a la de Alemania, es decir unos 330.000 kilómetros cuadrados», precisaron los especialistas.
En sintonía con los argumentos de la bióloga entrerriana, Bucher y Aramburú sostienen que la expansión de la cotorra «es coincidente con varios cambios ambientales», particularmente «la conversión de praderas naturales en tierras de cultivo». «Con la llegada de los europeos se produjeron grandes alteraciones en el uso de la tierra, que tuvieron fuerte influencia sobre la avifauna en general y sobre la cotorra en particular», explicaron.
Según el estudio, las cotorras «dejaron de anidar exclusivamente en los talas del bosque costero cuando se introdujo el eucalipto en nuestro país, en 1857». En el transcurso de pocas décadas, las cotorras «abandonaron completamente los bosques de tala y pasaron a construir sus nidos en los eucaliptos que alcanzan casi 30 metros de altura». La preferencia de las cotorras para anidar en los eucaliptos «se expandió rápidamente por toda la región y en la actualidad se mantiene», destacan los investigadores.

 

Eucaliptos.
Este árbol, originario de Australia e introducido en Argentina en 1857, se hizo muy popular entre los colonos europeos, para sombra y protección de las viviendas rurales y más tarde como especie ornamental de las primeras poblaciones nacida junto a las vías. «Las cotorras no tardaron en adoptarlos», propiciando un cambio de conducta descripto por Ernest Gibson, naturalista y dueño de una estancia en el Tuyú, cerca del cabo San Antonio.
Cuando Gibson llegó a la región en 1872 «la cotorra anidaba exclusivamente en los talas del bosque costero. Entonces solo había tres eucaliptos de un año de edad en los jardines de su estancia, los primeros de la región». El árbol «mostró buena adaptación y rápido crecimiento, y desde 1880 en adelante Gibson plantó cientos en la propiedad» cuenta Rosana Aramburú. «Hacia el año 1900 muchos habían alcanzado 30 metros de altura y las cotorras habían comenzado a anidar en ellos».
Al explicar el éxito invasivo de la cotorra, los autores de la investigación mencionan tres aspectos: «La capacidad de construir nidos comunales, donde muchas parejas nidifican juntas otorgándole una considerable ventaja adaptativa; además de oportunismo alimentario y flexibilidad de conducta».
(Télam)

 

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