Sabado 27 de abril 2024

Casi 30 años de canillita

Redacción 08/11/2023 - 10.29.hs

Con sol, con el cielo nublado, haga frío o calor, con lluvia, viento, el tiempo no es un impedimento para que Francisco Pablo Vitale lleve las noticias del diario LA ARENA a sus clientes desde hace casi 30 años. Un oficio sacrificado si los hay, de aquellos que parece que van a desparecer con el correr de los años, pero están quienes resisten y cumplen los compromisos con los suscriptores que están acostumbrados a leer el diario en papel.

 

Ayer se celebró el Día del Canillita y un equipo de este diario se acercó hasta la casa de Pablo con el objetivo de homenajear su trabajo y para que su historia refleje la de cada uno de los que pasaron por LA ARENA.

 

Pablo tiene 67 años, está jubilado pero sigue siendo “canillita” porque no se le quita la maña de charlar con cada vecino y vecina. Es hincha fanático de Boca, peronista y muy familiero, así se define… Llegó a Santa Rosa “desde los pagos de General Acha” a fines de los años ’60. Con su mamá, papá, dos hermanas y un hermano se instalaron en una casita que había comprado su mamá en la calle Santa Cruz, entre Jujuy y Antártida Argentina. Los primeros años fueron difíciles, hasta que se pudieron acomodar, como dijo…

 

Los primeros pasos.

 

Ya instalados, Pablo comenzó la escuela Nº 314, ubicada en la calle Antártida Argentina. Pero ya a sus 9 años comenzó con el oficio de “canillita” con su hermano. “Vendíamos La Reforma y La Capital, los dos salían a la tarde… Después fui lustra botas en El Águila, en Pampa Bar, todas esas cositas y me fui haciendo”, recordó con una sonrisa. Luego debutó como lavador de colectivos y distintos trabajos hasta que llegó a una casa de comercio. Se casó y tuvo dos hijos llamados Natalia y Sebastián.

 

Un accidente de su hermano fue un antes y un después en su vida porque viajaba continuamente a Mar del Plata para acompañarlo en su internación y por ello se quedó sin trabajo. Eso provocó que volviera a su primer oficio: ser “canillita”. En 1994 se acercó al edificio de LA ARENA y desde aquel momento no soltó los diarios.

 

“Tengo mucha clientela. El papel siempre les interesa más a los grandes que a los chicos”, dijo en relación al avance de la tecnología. “Desde 1994 al 2000 se vendía muchísimo. Por ejemplo en el 2000, entre LA ARENA, Clarín y La Nación los domingos vendía 300 diarios y ahora solo 30. Los martes, jueves y domingos se venden un poco más porque salen los clasificados a pesar de que las personas venden por internet”, señaló.

 

Pero con el paso del tiempo, hay recuerdos que se volvieron imborrables. “¿Se acuerdan del trueque?” Quién podrá olvidarlo, ¿no?... Cada familia tiene una historia para contar de aquellos años y Pablo tiene la suya: “Yo intercambiaba diarios por comida o por ropa, aunque al diario yo tenía que pagarlo igual… Pero bueno, dentro de todo se vendían muchos”.

 

Aquel cruce…

 

Recuerda que en aquella época de “buena venta” había dos distribuidoras en la ciudad donde él buscaba sus diarios. “Cuando empecé un señor me dio su parada: en la esquina de la Pío XII y Sergio López. Andaba mucha gente, empecé a vender tres o cuatros diarios por día y como los vecinos me veían que estaba todos los días, empecé a aumentar la venta. En total estuve 12 años en esa esquina”, relató.

 

“En ese momento andaba a pie, luego me compré una bicicleta. Como era un cruce peligroso había una luz amarilla intermitente. Estaba desde las 5 de la mañana hasta el mediodía porque a la tarde buscaba los diarios que llegaban desde Buenos Aires y los repartía. “Los inviernos que pasé en esa esquina…” –dice, mientras se queda pensativo para recordar esos años-. “Como hacía mucho frío, prendía neumáticos para calentarme y al inhalar ese humo, me agarré dos neumonías”, contó.

 

Esas internaciones fueron un problema porque había que trabajar “el día a día para juntar para el puchero”, como dice Pablo. Y por ello fue fundamental el apoyo de la familia, sus dos hermanas Alicia Norma y María Ester y sus hijos, quienes repartían los diarios cuando él no podía para mantener la clientela. “Últimamente estuve muy jodido de la vista y me dieron una mano muy grande”, reconoció. Hoy su hija Natalia trabaja en el Banco Santander y su hijo Sebastián en la Municipalidad.

 

Cada uno en su lugar…

 

Los celulares y redes sociales llegaron mucho después, por eso había que rebuscársela para hacerse conocido en los barrios y buscar suscriptores. “En un papel escribía mi nombre, dirección y mi número de teléfono, lo pasaba por debajo de las puertas y después me empezaron a llamar. Hasta el día de hoy tengo clientes porque los conseguí así”, recordó Pablo.

 

“Rubén Hugo Marín es cliente mío, tengo una foto con él”, dijo orgulloso el hombre de 67 años. “También le llevo el diario a (Néstor) Alcala –ex intendente de Santa Rosa- y a muchos políticos, deportistas y profesionales más…”, enumeró. Si bien cada uno tiene su parada exclusiva para trabajar, Pablo dijo que “nunca” tuvo problemas con otro “canillita” por su lugar.

 

Obviamente que algunos temas venden más que otros y el hombre asegura que los resultados deportivos o las noticias policiales siempre llaman la atención. “El caso Gonzani” fue uno de los que marcó a Pablo como “canillita”, aquel denominado “primer femicidio” en La Pampa que ocurrió en 1969. “Yo repartía el diario La Reforma, que fue el primer diario que publicó toda la historia completa y tuve récords de ventas. Vendí mil diarios en un día, estuve desde la tarde hasta la madrugada”, aseguró.

 

El oficio.

 

Ya terminando la nota, Pablo menciona a su compañero el “Bocha” Zimerman -con quien fue a la escuela 314-, Fasulo Rodríguez, Luis Sarmiento, Lidia Bertello. “Antes éramos más de 150 canillitas y hoy solo quedamos unos pocos. Yo estoy jubilado, pero soy callejero, me encanta charlar con la gente y hacer amistades”, sostuvo.

 

“Primero andaba caminando, luego en bicicleta hasta que me pude comprar una motito donde llevaba los diarios con un carrito. Yo le agradezco mucho a los diarios porque con constancia y perseverancia, se logran las metas”, completó y agradeció a sus hermanas Alicia Norma y María Ester; sus hijos Natalia y Sebastián; sus nietos Isabella, Juan Francisco, Lola y Ciro; sus sobrinos Rosana, Lorena, Hugo Gustavo, Mónica, Marilina y sus cuñados Hugo Roberto y Guillermo. “Son personas muy presentes en mí”, finalizó.

 

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