Sabado 27 de abril 2024

Celia Ikes, la “Jefita” de la Residencia

Redacción 31/12/2023 - 00.06.hs

La discreción es un valor que debe caracterizar a colaboradores de confianza de quienes ocupan espacios de poder. Tienen la posibilidad de ver y escuchar, pero deben ser prudentes en sus expresiones.

 

MARIO VEGA

 

Hay trabajos que las personas realizan que, al final del camino, dan para escribir un libro de anécdotas y situaciones. Se puede asegurar que auxiliares de presidentes, gobernadores, ministros, etcétera -como pueden ser los choferes, los mozos y camareras, y algunos otros trabajadores- acceden a conocer historias que nunca revelarán. Algo así como ver, oír y callar...

 

Aunque de vez en cuando pueda haber alguien que filtre algunas de esas cuestiones que el “gran público”, la sociedad, no conoce. Pero serán sólo excepciones.

 

Gobernadores y presidentes.

 

El caso de Celia Margarita Ikes, esta santarroseña que trabajó nada menos que 40 años en la Residencia de Gobernadores, tiene un poco que ver con todo eso. Porque vio pasar a muchos mandatarios provinciales –de los nuestros, y los de otras provincias que alguna vez llegaron a la casona de la Ruta 35-; de los electos y los de facto. Pero también estuvo cuando la visita de presidentes como Carlos Menem, Néstor Kirchner, y algunos más.

 

Celia y sus compañeros también estaban trabajando cuando al lugar arribaron el mismísimo Jorge Rafael Videla, o Albano Harguindeguy, en tiempos de pleno Proceso cuando los militares detentaban el poder.

 

Hoy, gozando de su jubilación, Celia accede a conversar y contar “algunas cosas” de las que pasaban –en esas cuatro décadas-, en la Residencia. El lugar donde los gobernadores y sus familias iban a vivir mientras cumplían sus mandatos. Aunque es verdad, no todos la utilizaron como vivienda permanente.

 

Celia y su familia.

 

Celia es hija de Santiago, productor rural en el campo que se conoce como Colonia El Destino; y de mamá María Guette, venida de Alemania cuando tenía nada más que 9 años.

 

“Éramos cinco hermanas mujeres, dos son fallecidas y están Ana y Julia María”. Su esposo es José Eduardo Arostegui, dueño de la cabaña “Doña Domingo”, que mucho tiene que ver con la raza Pampinta, y que tantas veces se ha presentado en la Rural de Palermo.

 

Celia tiene una única hija, Fabiana, que está casada con Roberto Pereyra, hasta hace no mucho empleado en Contaduría General. Y también un único nieto, Manuel Santiago Freijanes.

 

Siempre en Villa del Busto.

 

Con su familia estuvieron desde sus cinco años en una casa de Tierra del Fuego 133. Ahora mismo vive un poco más allá, en el 253 de la misma calle. Por supuesto fue a la Escuela nº 4 donde “íban todos los de Villa del Busto. Después no alcancé a terminar el Profesional de Mujeres, e hice hasta cuarto año… papá cuando vinimos del campo trabajó en el Vivero provincial, y mamá era ama de casa”, precisa.

 

“¿La adolescencia? Linda, de salir, ir a los bailes en los clubes, a Sarmiento sobre todo, pero también a San Martín, Belgrano y al Club Argentino. Me encantaba e íbamos con amigas del barrio, como Dorita Ramírez, las Villegas (Choni, Carmen y Mirta). Siempre acompañadas de los padres”, evoca.

 

Cuando llegó el momento accedió a su primer trabajo: “Fueron dos años en Molinos Werner, en la sección Empaque, junto a Mercedes Guinder, las hermanas Marta Liberto…”.

 

La “nueva” Residencia.

 

Tiene bien presente el día que con 21 años -era el 1 de marzo de 1970- le tocó ingresar a la Administración Pública. El jefe del Vivero era un señor de apellido Llinás, y su hija Lucía la encargada del personal en la casa del lugar donde vivían los gobernadores.

 

Como queda dicho la vivienda del vivero no era actual Residencia, que recién se empezó a construir por orden del contraalmirante Helvio Nicolás Gouzden (interventor de la provincia).

 

Celia dice que cuando el interventor era Ismael Amit “iba y venía”, pero no vivía en la casa del Vivero; y que luego Gouzden sería el primero en habitar la nueva Residencia: “Fue el que la inauguró pero el que menos vivió allí porque lo nombraron interventor en Córdoba y se fue… quedó en su lugar Floreal Alberto Conte”, quien estuvo hasta que llegó Angel Benjamín Santos Trapaglia (abuelo de la actual diputada María Laura Trapaglia).

 

Don José no.

 

Y pasó toda una vida Celia en la Residencia. “Al principio mi tarea era atender las mesas. Tipo camarera: servir el desayuno, el almuerzo… había cocinera, ayudante de cocina y gente de limpieza. Teníamos turnos rotativos, pero a mí me gustaba más de mañana, aunque finalizaba a las 4 de la tarde. El otro era desde esa hora hasta terminar a la noche”.

 

De a poco va contando algunas cosas. Por ejemplo que “Don José Regazzoli no vivió en la Residencia…. iba a almorzar. Doña Zelmira hacía las compras con el ‘Petiso’ Ricci que era el chofer; y sabían estar su hija Cristina que era su secretaria, y (Juan Carlos) Facio que era el yerno. Por ahí el fin de semana pasaban un rato, o cuando había alguna reunión; pero por lo general después de almorzar se iban y ni siquiera hacían siesta”, señala.

 

La Residencia tomada.

 

Aquella noche del golpe de 1976 “había poco personal en la casa… cuando nos despedimos el día anterior fue un ‘hasta mañana chicas…’. Ese 24 de marzo me tocaba entrar a las 9.30 pero nos levantamos con la marcha militar y se pedía por radio que la gente no fuera a sus trabajos… Igual a nosotras nos mandaron el chofer a buscarnos porque la residencia estaba tomada”.

 

Habrá sido para ver las caras de las empleadas al ingresar. “Cuando llegamos, junto a la guardia policial había soldados armados; y al ingresar al living-comedor más soldados. Estando don José en ese lugar había cuadros de Perón, de Evita e Isabel; y también de algunos autores famosos que había mandado a colocar Gouzden… bueno, todos por orden del capitán (Néstor Omar) Greppi fueron a parar al sótano. Cuando se presentó dijo que cuando volviera no los quería ver ahí, y los retiraron”.

 

De facto.

 

Tiene presente el primer día, cuando fueron a almorzar el coronel Carlos Amézaga, Enrique César Recchi, Leonardo D’Amico y Fabio Iriart. “Creo que cuando llegaron los militares ya sabían todo de nosotros, que nos habían hecho inteligencia siguiéndonos por las calles… y se habrán dado cuenta que éramos laburantes. A mí me podrían haber seguido diez días seguidos y se hubiesen dado cuenta que lo nuestro era trabajo y trabajo, y nada más”, vuelve atrás en el tiempo.

 

Los últimos gobernadores de facto fueron Ricardo Telleriarte, que estuvo con su familia. Cuando él se volcó a su campaña para ser gobernador por Convocatoria Independiente estuvo Eduardo Angel Fraire. “Era muy familiero y se hizo querer por el personal… una vez por semana él mismo, ayudado por algún empleado, nos hacía un asado”, lo recordó.

 

Llega la democracia.

 

Celia tiene buenos recuerdos de los “gobernadores de la democracia” que vinieron después que acabó el Proceso militar, con los que tuvo oportunidad de compartir. Primero, desde 1983, Rubén Hugo Marín; luego Néstor Enrique Rufino Ahuad; y finalmente Carlos Verna. “Con el contador (Oscar Mario) Jorge ya no estuve aunque obvio que lo conocí mucho”, cuenta.

 

“¿Con los Marín? Fueron muchos años y compartí con toda la familia, con su esposa ‘Cachu’; sus hijas Alba, Alina, Ivana y Lichi; y el menor, Espartaco. “Taco cuando llegó a la Residencia no tenía cuatro años… lo conocí de chiquito y cuando se fueron era casi abogado… Si hasta me acuerdo que su cumpleaños es el 14 de abril”, dice tal vez un poco emocionada Celia.

 

Vida social.

 

Con cinco adolescentes, la casa tenía una importante vida social, “porque siempre había gente… iban amigos y amigas de los chicos todo el tiempo. Realmente es una familia que quiero mucho…”. Y se emociona cuando habla de “doña María (la mamá del ex gobernador) que “en un tiempo Rubén trajo de Trenel. Ella me decía: ‘¿Sabés por qué no me gusta esta casa? Porque no tiene vereda...’. Claro, en su pueblo se asomaba a la calle y podía charlar con los vecinos, y aquí eso no era posible. Después volvió al pueblo y cuando falleció, para una fecha determinada el doctor Marín me mandaba a comprar un ramo de flores, se subía al auto y se las llevaba a Trenel… A veces me encuentro con alguien de la familia y nos quedamos conversando. Saben que los amo, y se lo digo a Taco cuando lo veo”, acota.

 

Ahuad y Verna.

 

Con Néstor Ahuad también había buena onda. “El Turco” era “campechano… a veces se sentaba en la mesada de la cocina a charlar, o agarraba la pava o el termo y salía a hablar con los empleados. Vivió en la Quinta con su esposa Stella y sus hijos Darío y Marien. A la señora la suelo encontrar en la verdulería y charlamos”, dice Celia.

 

Más o menos de la misma manera transitó los períodos en que Carlos Verna fue el gobernador. “El estaba con Rosa, su señora a quien recuerdo como muy solidaria, pero los hijos venían sólo a pasear. La primera vez vinieron todos, pero después los otros hijos que eran grandes y cada cual tenía su familia y su trabajo y se fueron… pero también, una hermosa familia”, elogia.

 

Jefa de Personal.

 

Celia cumplía sus tareas de siempre, hasta cuando el Director de Personal de Casa de Gobierno le comunicó que debía hacerse cargo de todo el plantel de la Residencia. “Tenía que manejar todo, era mucho trabajo con una docena de empleados”. Reconoce la colaboración de sus compañeros, y especialmente de Pedro Pundang, que cuando se construyó la casa fue albañil y después quedó como parquero. Pero todos prestaban su ayuda”, completa. Así, desde 1984, hasta el momento de su jubilación, Celia fue la Jefa de Personal de la Residencia de Gobernadores.

 

Los vio a todos.

 

Desde su lugar –siempre con un perfil bajo, haciendo a conciencia su trabajo-, ha sido testigo privilegiada de buena parte de nuestra historia lugareña. Cuántas personalidades políticas –muchos funcionarios de distinta importancia- pudo ver desde muy cerca (incluyendo las de facto que asaltaron el poder). Desde gobernadores –no sólo los nuestros- sino también de otras provincias como “el” Adolfo Rodríguez Saa, Eduardo Duhalde, El Gallego De La Sota, los Saadi, Palito Ortega... Y tantos otros.

 

¿Y presidentes? Varios. El inefable Carlos Menem, Néstor Kirchner y Cristina pero ella en calidad de primera dama.

 

Menem, Néstor y Cristina.

 

“¿Menem? Estoy segura que si había algo que le gustaba era venir a Santa Rosa. Con la gente era lo más… Se deleitaba con las cocineras: estaba Irma Aza que hacía comidas árabes; y Otilia Schambert que hacía pastas y carnes (no asado), y se volvía loco con eso. Por las mañanas me decía: ‘Jefita… ¿puedo ir a saludar a las chicas de la cocina’. Sí, un personaje. Y siempre cerca su peluquero (Tony Cuozzo)”, afirma.

 

Recuerda las visitas de los Kirchner. “Él era muy sencillo; pero Cristina aparecía siempre como distante. Lo que sí me acuerdo muy bien es que cuando ella hablaba todos se quedaban mirándola, porque tiene una oratoria increíble. Pero no daba mucho lugar a que uno se acerque”, comentó.

 

No va más.

 

Siendo Carlos Verna gobernador, Celia anunció que se iba, que dejaba el lugar que había ocupado durante cuatro décadas. “Estaba un poco cansada, mucho trabajo, tenía a mi nieto chiquito y quería disfrutarlo… No querían que me fuese pero lo tenía decidido. Tenía que hacer de ecónoma, las compras, el inventario… todo el día. ¡Ya estaba!”, reafirma.

 

Primero fue a Asuntos Municipales, “cuando el subsecretario era Fito Calvo, y estaban el contador Cozzarin, Romero, El Negro Santillán… estuve un año allí hasta que me salió la jubilación. Fue el 31 de octubre de 2019 y no fui más”, dice hasta con alivio.

 

De los tacos a las botas de campo.

 

“Es que trabajé 41 años, y a partir de que me fui mi vida cambió totalmente. Empecé a disfrutar, con mi esposo anduve por todo el país (él es de Gualeguaychú), y cambié el trajecito y los tacos por la bombacha de campo y un par de botas… Muchas veces íba con ‘El Vasco’ (su esposo) a las exposiciones de Palermo, y me gustaba mucho”.

 

“Una vez en la Fiesta del Chivito nos vio Verna y yo estaba vestida de gaucha… y le llamó la atención. Le dijo a mi esposo: ‘Vasco, cómo la traés a Celia acá’. Y la verdad es que a mí me encanta todo eso”, revela.

 

Estuvo 40 años en la Residencia, pasaban los gobernadores e interventores (doce) y Celia iba quedando…

 

Le han sugerido que escriba el anecdotario de su paso por allí; y obviamente que le daría para escribir un libro. Que podría llamarse, por ejemplo, “Historias secretas de la Residencia de Gobernadores”… Aunque pensándolo bien no le sería fácil; porque supongo que habría muchas cosas que Celia no contaría jamás. Seguro que no.

 

Café sin azúcar.

 

“Para que vaya sabiendo: a mí el café me gusta sin azúcar”. Celia escuchó a Ángel Benjamín Santos Trapaglia –hasta ahí presidente del Banco de La Pampa- que había llegado después de almorzar y le llamó la atención la frase.

 

Más tarde, al regresar a su casa, una vecina le dijo a Celia: “¡Así que ya tienen nuevo gobernador!”. Ella no estaba enterada y ahí se dio cuenta que aquel aviso sobre el café era porque el hombre de Telén ocuparía la Residencia. “Vino con la señora Chicha Echeveste, y su hija María Angélica. Sus otros hijos eran más grandes… no vivían en la residencia. Eran gente de pueblo (Telén) y recuerdo a la señora que planchaba ropa y tejía a máquina… y me regaló una ropita para mi hija que era chiquita”, rememora.

 

Cuando ya no ocupaba el cargo y había dejado la Residencia, un día apareció Trapaglia con una caja: “Traía copas… ‘mis nietas rompieron varias y las vengo a reponer’, me dijo”, se acuerda Celia. ¿Otros tiempos? Claro que sí.

 

“Una sensación rara”

 

“Fue fuerte eso de verlo a Don José almorzando con su familia y de pronto… todo lleno de uniformes”. Celia comenta cómo fue el día a día en la Residencia después del golpe de 1976.

 

Es que Aquiles José Regazzoli, si bien no vivía en la casa de los gobernadores, sí iba a almorzar. “Era una sensación rara… los recuerdo (a los militares) sacarse la gorra, poner el arma al lado y nosotros sirviendo la comida… Fue un impacto. ¡Un golpe de Estado!, con los pocos años que tenía para mí era un poco traumático”, completa.

 

De todos modos Celia reconoce que “con nosotras, que éramos todas mujeres, se portaban de manera correcta, nunca un maltrato. Eso sí, de sonrisas... ¡olvídate! Se levantaban y se iban. Ni un hasta luego”, rememora.

 

En la casona estuvieron algunos que fueron parte de la terrible represión que se iba a desatar luego en el país. “Me acuerdo de Videla, de (Alejandro Agustín) Lanusse, de Harguindeguy que vino varias veces (y para el ‘Asado del Siglo’) que es como si lo estuviera viendo. Y también de Suárez Mason, y de (Ramón) Camps cuando estaba en el Regimiento e iba para alguna reunión. A veces nos tocaba servirle algún café a esa gente”.

 

Cuando vino lo que vino el personal, y ella misma, advertían con cierto asombro lo que pasaba. “La verdad es que después, y me pasa ahora mismo que se me pone la piel de pollo cuando lo pienso. Porque yo era peronista, y aquí lamentablemente hubo personas (vinculadas al gobierno de Regazzoli) que la pasaron muy mal…”, reflexiona.

 

Hubo algunos que vivieron en la casa. El primero fue Fabio Carlos Iriart; luego Carlos Eduardo Aguirre (el último gobernador de facto); y antes Julio César Etchegoyen, que “tenían buen trato con los empleados. Amalia, la señora de Aguirre, era muy agradable; igual la familia de Etchegoyen que estaba solo y cada tanto venía Marta, la señora, que era concertista de piano. Él estaba en los detalles, y los domingos cuando iba a misa avisaba si volvía a almorzar. En vacaciones se tomaba enero y cerraba la Residencia hasta que regresaba”, precisó Celia.

 

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