Jueves 02 de mayo 2024

Alicia en el país de las zancadillas

Redacción 10/09/2023 - 01.08.hs

Alicia empezaba ya a cansarse de estar sentada con su hermana a la orilla del río, sin tener nada que hacer, cuando de repente vio correr delante suyo un conejo que murmuraba para sí, mientras miraba un reloj de bolsillo: Dios mío, se me hace tarde. Si esto parece algo extraño, tanto más lo fue el hecho de que Alicia procediera a correr detrás de él, y seguirlo incluso hasta caer en una profunda madriguera. No se supone que una niña victoriana y bien alimentada anduviera por ahí corriendo tras la coneja, pero así son las cosas en este cuento.

 

Colonia.

 

La madriguera resultó ser profunda de verdad, tanto, que Alicia tuvo oportunidad de un prolongado soliloquio antes de caer en cuenta (y en tierra) de que al cabo había arribado a un país bien diferente de su plácida y verde Inglaterra. Como había estado cayendo, la niña intuyó, correctamente, que se encontraba en algún lugar del Sur.

 

-¿Cuál será esta exótica colonia? ¿Australia? ¿Nueva Zelanda?

 

-No! le contestó una voz cascada desde el suelo. Era un gusano verde y peludo, que fumaba una pipa de la que emanaba un extraño aroma, como de zorrino.

 

-Estamos en Argentina -dijo el invertebrado artrópodo-. Y no te preocupes por el humo, que estoy en el ReProCan.

 

La situación era tan absurda que Alicia, que estaba en su propio viaje alucinógeno, no sintió necesidad alguna de preguntar de qué se trataba esa sigla extraña. Menos, todavía, cuando acto seguido la oruga, que de algún modo crió alas, salió volando, a no dudarlo, gracias a los efectos de su pipa.

 

No había andado mucho cuando se encontró con otro animal parlante, esta vez una especie extinta por los buenos oficios del Imperio Británico: un pájaro Dodo, que resultó ser una personificación del votante suicida argentino.

 

Ceremonia.

 

Muchas fueron las aventuras de Alicia en aquella tierra extraña, que, por casualidad, y sin que ella misma lo supiera, también fue visitada por un compatriota suyo, un tal Charles Darwin, que luego inventaría una teoría subversiva según la cual las especies evolucionan y el mundo progresa, sin que Dios tenga nada que ver con el asunto.

 

Pero la experiencia más extraña que le tocó, sin dudas, fue terminar compartiendo, sin ser invitada, una ceremonia del té con tres personajes singulares: el Sombrerero Loco, la Liebre de Marzo y el Lirón.

 

Del Lirón poco puede decirse, ya que, fiel a las costumbres de su especie, pasaba la mayor parte del tiempo durmiendo. Sólo se despertaba cuando aparecía algún fotógrafo, o cuando alguien mencionaba la palabra "presidente", a la que respondía, invariablemente: "¿Me llamaron?"

 

-Cállate, excremento humano socialista! -dijo el Sombrerero Loco-. Si hace un año que, por dormir, no estás ejerciendo el cargo. Ya duérmete para siempre, y déjanos gobernar a nosotros, que somos superiores, tanto intelectual como estéticamente.

 

La Liebre de Marzo, por su parte, estaba visiblemente incómoda tratando de encontrar su lugar en ese trío, sobre todo, por cuanto cada dos por tres los participantes de la reunión se iban corriendo de lugar en la mesa, a medida que iban ensuciando los cubiertos. "Lo importante es la fuerza y el cambio", decía, pero todas las miradas se las llevaba el histriónico Sombrerero.

 

Reina.

 

Alicia intentó por un momento sugerir que, respetando una ceremonia tan británica como la del té, los participantes se condujeran con unos modales algo menos agresivos.

 

-¡Lo que pasa es que sos una burra, que hablás de cosas que no sabés! -le espetó a los gritos el Sombrerero Loco. Y se puso a explicarle un montón de ideas que tenía, sobre cómo vender los órganos del propio cuerpo, o los propios hijos, porque eso era la libertad.

 

Alicia terminó abandonando esa fiesta, sin comprender por qué motivo todos los habitantes de aquella colonia de Su Majestad estaban tan locos y eran tan agresivos. Sin ir más lejos, otro de los animales parlantes que encontró, el Gato de Cheshire, si bien sonreía todo el tiempo, no hacía más que proferir amenazas.

 

-¡No me exasperen, que si me enojo puedo hacerles mucho daño!, decía, mientras bailaba el vals con un esqueleto de peluca plateada.

 

Y fueron muchos otros los personajes que encontró, y las aventuras que vivió. Un Carpintero que fabricaba guillotinas, amigo de una Morsa que se comía a las almejas bebé. Unos jardineros que, en realidad, eran cartas de póker. Hasta conoció a la que parecía la máxima autoridad del lugar, la Reina de Corazones. Pero todas estas historias tendrán que esperar a otro día. Ya es tarde y hay que dormir.

 

Y colorín colorado, se acabó este juego que te hacía feliz. Ahora duerme, niño, y que tengas dulces sueños. Si es que puedes.

 

PETRONIO

 

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