Jueves 25 de abril 2024

El hastío del votante

Redacción 14/03/2024 - 00.43.hs

El hartazgo del votante con el mundo de la política sería fruto de una aparente desconexión entre la agenda pública y las necesidades de las sociedades.

 

JOSE ALBARRACIN

 

Una seguidilla de resultados electorales en distintos países de la Unión Europea da cuenta, por un lado, del preocupante auge de las fuerzas de extrema derecha. Pero más que revelar un corrimiento del electorado hacia ese extremo del espectro ideológico, en algunos casos esta tendencia pareciera ser la expresión de un fenómeno no menos preocupante, que tendría que ver con el hartazgo del votante con el mundo de la política, fruto de una aparente desconexión entre la agenda pública y las necesidades de las sociedades.

 

Irlanda.

 

Algo de eso ocurrió este fin de semana en Irlanda, ese país al que -se nos promete- nos pareceremos algún día durante las próximas décadas. Un referéndum convocado para corregir una redacción sexista de la constitución nacional (1937), fue rechazado en forma categórica por el electorado, aún cuando la propuesta iba en sintonía con el estado actual de progreso en la sociedad irlandesa, y gozaba de aprobación en las encuestas.

 

El primer artículo que se proponía cambiar, destinado a la protección de la familia en tanto base de la sociedad, incluía un compromiso del Estado "de resguardar con especial cuidado la institución del matrimonio, en la cual se funda la familia, y protegerla de todo ataque". La propuesta era emplear una fórmula más inclusiva que comprendiera no sólo al matrimonio, sino también a "otras relaciones duraderas".

 

La otra norma a modificar, de protección a las mujeres, garantiza el compromiso estatal de "asegurar que las madres no serán obligadas por necesidad económica a procurarse un trabajo que las haga descuidar sus deberes hogareños". Se proponía reemplazarla por una fórmula más inclusiva de proteger a "toda persona que preste cuidado a otra, sea cual fuere el vínculo que las une".

 

El referéndum había sido utilizado con éxito en el pasado para avanzar la agenda social, incluyendo el fin de la prohibición del divorcio (1995), la legalización del matrimonio entre personas de un mismo sexo (2015) y el fin de la criminalización del aborto (2018). Sin embargo, en esta ocasión las reformas no sólo fueron rechazadas, sino que la participación popular fue inferior, acaso -especulan los analistas- por considerar que se trataba de cuestiones semánticas sin mayor efecto práctico en la vida diaria.

 

Portugal.

 

Este fin de semana, además, se celebraron elecciones en Portugal, que marcaron el final de ocho años en el poder del Partido Socialista, y el triunfo de una coalición de centro derecha, la Alianza Democrática. El resultado se definió por un porcentaje ínfimo, ya que ambas fuerzas mayoritarias obtuvieron algo más del 29% de los votos.

 

Pero los socialistas debieron reconocer su derrota, producto del desgaste por tantos años en el poder, y en especial, por acusaciones de corrupción en el otorgamiento de concesiones para la explotación de litio, que aunque no lo involucran personalmente, motivaron la renuncia del primer ministro António Costa en noviembre pasado.

 

Pero las malas noticias no paran allí: las elecciones también detectaron el inusitado crecimiento de una fuerza de extrema derecha denominada "Chega" ("basta" en portugués) liderada por un ex comentarista deportivo de TV, André Ventura. Mucho se habla de las redes sociales en internet, pero en Lisboa (como en Kiev y en Buenos Aires) la televisión mantiene una formidable capacidad para la producción de esperpentos políticos.

 

Como sus primos españoles de Vox, este partido se dedica especialmente a discriminar a los inmigrantes, y tiene una particular obsesión con los gitanos. No por nada, desde Brasil, Jair Bolsonaro festejó ruidosamente el 18% cosechado por Chega.

 

Países Bajos.

 

Mientras tanto, los holandeses (ahora llamados "neerlandeses", o también, desde el último Mundial, "bobos") el Parlamento está aprendiendo a lidiar con el ultraderechista Geert Wilders, que el año pasado (el mismo día del balotaje en Argentina) obtuvo la mayoría de votos con un 25%, y ahora intenta formar gobierno.

 

El problema es que, mientras hasta ahora la centrista coalición gobernante (que incluye al Partido por la Libertad y la Democracia, al Movimiento Granjero y a Nuevo Contrato Social) había optado por ignorarlo, ya no tienen ese recurso, y han comenzado a naturalizar su presencia.

 

Tarea ardua, si se tienen en cuenta los exabruptos de Wilders, que no sólo rompe con toda la tradición política liberal del país, sino también con las normas de educación básica. No se contenta con propugnar la prohibición de la inmigración de origen musulmán, o con proponer un impuesto especial a las mujeres que usen túnicas para cubrir su cabeza. También impulsa la directa prohibición del Corán, y suele referirse a los marroquíes como "basura".

 

La desconfianza de los partidos con los que está formando gobierno es tal, que ni bien iniciadas las negociaciones con Wilders, le hicieron firmar un documento en el que se comprometía a respetar la constitución nacional, una medida francamente inusual. Y que probablemente resulte también insuficiente si llegan a elegirlo primer ministro, ya que su plataforma electoral está plagada de propuestas inconstitucionales.

 

Y es que este nuevo votante, hastiado y frustrado con la clase política, tampoco manifiesta mayor compromiso con la constitución de sus mayores, ni parece advertir cómo estas "patadas al tablero" comprometen también su futuro y su bienestar.

 

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