Jueves 25 de abril 2024

El tramo final

Redacción 15/11/2023 - 00.31.hs

El debate del pasado domingo colocó a Sergio Massa en mejores condiciones para los comicios presidenciales. El dilema es, gane quien gane, qué pasará con la crisis social y económica que afecta al pueblo argentino.

 

IRINA SANTESTEBAN

 

Rumbo al balotaje del domingo 19, las encuestas reflejaron una paridad que, con los márgenes de error que han demostrado en anteriores elecciones, torna incierto saber quién será el próximo presidente.

 

Todo ello en medio de una crisis social, económica y política que el propio comicio viene reflejando, al dejar fuera de la contienda a la candidata que hasta hace poco ya se estaba probando la banda presidencial. Patricia Bullrich, de Juntos por el Cambio, se daba por triunfadora desde las legislativas de 2021, pero la aparición del candidato libertario, ganador en las primarias y el repunte de Massa en la elección general, la dejaron afuera.

 

A la derecha.

 

Los debates fueron instancias muy positivas porque han permitido a la población apreciar en vivo las propuestas de los candidatos y candidatas. Tuvieron un alto rating, hecho que desmiente la apatía del pueblo argentino a la política, aunque no necesariamente ese interés tenga un contenido progresista.

 

Los resultados del 22 de octubre indican que más del 50 por ciento del electorado se volcó a opciones de derecha y ultraderecha. Y si sumamos los votos de Massa, un hombre de la centroderecha del peronismo (antes de su paso juvenil por la liberal UceDé), el resultado es que una enorme mayoría de nuestro pueblo (más de un 90 por ciento) optó por propuestas de ese tenor.

 

Cristina Fernández negó en una de sus últimas apariciones públicas que hubiera un “giro a la derecha” del electorado, sin embargo es un dato de la realidad.

 

Antiderechos.

 

Nadie hubiera pensado hace algunos años que una postura negacionista de los crímenes del terrorismo de Estado pudiera estar disputando la presidencia del país. Pero está ocurriendo, la candidata a vicepresidenta de La Libertad Avanza, Victoria Villarruel, visitaba a los genocidas en la cárcel, entre ellos al dictador Jorge Videla. Niega el número de desaparecidos y desaparecidas y pretende volver a la “teoría de los dos demonios” afirmando que hubo una guerra. En el primer debate, Javier Milei repitió los conceptos del almirante Massera y habló de “excesos”. Si ganan el próximo domingo, es muy probable que decreten un indulto para los genocidas, al estilo de Menem en su primer gobierno, al que Milei dice admirar.

 

En una entrevista en TN, VV reiteró su postura “pro-vida” y reconoció que la derogación de la ley de interrupción voluntaria del embarazo, una conquista que tanta lucha costó al movimiento de mujeres y diversidades, es “una posibilidad”.

 

Lo que faltó.

 

Todos los análisis periodísticos y de consultores políticos de los últimos días, incluidos de los medios opositores al gobierno como La Nación+, TN o Clarín, dieron como ganador del debate al candidato oficialista, frente a un mediocre opositor. Igualmente, pocos se animaron a vaticinar qué efecto tendrá esa superioridad en los votantes. Algunos analistas definen como “emocional” al voto pro-Milei, y por ello no arriesgan a precisar cómo incidirá la buena performance de Massa en el debate, en un vuelco de votos hacia su candidatura.

 

Lo que faltó el domingo fue la referencia concreta a los grandes temas que preocupan a la mayoría de la población, esto es, la inflación, la carestía de la vida, los bajos salarios, la inseguridad, la precariedad del empleo, la deuda externa, etcétera. Massa esbozó a grandes rasgos su propuesta, pero no pudo explicar, ni era su intención hacerlo, por qué esos problemas no fueron resueltos sino por el contrario, se agravaron, en los cuatro años del gobierno del Frente de Todos o en los quince meses que lleva comandando Economía.

 

Y Milei fue tan primitivo, que no supo o no quiso o no pudo explotar ese lado fuerte que le ofrecía la dura realidad: una desastrosa gestión del actual gobierno, que le provocó una dura derrota en las legislativas de 2021. La floja actuación de Milei y una prolija preparación de Massa, se conjugaron para que el libertario no pudiera siquiera sortear el tema del cual se jacta ser especialista: la economía.

 

Nunca Milei.

 

La opción del domingo 19 es un reflejo de la crisis política de Argentina. Así, Massa será votado por un amplísimo arco de fuerzas políticas, además del oficialismo: desde el radicalismo de Gerardo Morales (candidato a vice de Bullrich y carcelero de Milagro Sala) hasta partidos del FITU como Izquierda Socialista, o de la izquierda antiimperialista como el Partido de la Liberación.

 

El resultado sigue siendo una incógnita, aunque ya hay quienes vaticinan un triunfo del candidato oficialista.

 

Si así fuera, sería un dato positivo porque se habría derrotado al fascismo, al alineamiento con EEUU e Israel, a la quita de derechos y conquistas populares y a un ajuste aún más duro del que ordena el Fondo Monetario Internacional (según lo reveló el propio Milei).

 

Claro que un eventual triunfo de Massa no sería una fiesta. Anuncia un “cambio”, que viene “lo nuevo” representado por su gobierno, el del Frente Renovador, y deja afuera al kirchnerismo, que representa parte importante de sus votantes.

 

Como ministro de Economía, lejos de su promesa de bajar la inflación mensual a 3 puntos, esta creció y carcome las economías de las familias más humildes. Promete reformular el acuerdo con el FMI -que se votó en Diputados bajo su presidencia-pero nunca investigar su origen, fraudulento e ilegal.

 

Ay país.

 

La democracia cumple el próximo 10 de diciembre cuatro décadas, cuando el entonces el primer presidente post dictadura prometió que con ésta se iba a comer, educar y curar. Cuarenta años después los alimentos están por las nubes y la educación y salud públicas, en franco deterioro.

 

Un triunfo de Massa no resolverá mágicamente los problemas que desvelan al pueblo. Habrá que seguir la lucha contra la inflación y el ajuste del FMI, defender las conquistas democráticas y no permitir un ataque más a los derechos conseguidos con décadas de luchas populares.

 

Como ha sucedido en nuestra historia, pasada y reciente, los cambios en un sentido progresista vendrán de la mano de un pueblo movilizado y consciente.

 

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