Sabado 04 de mayo 2024

Inaudito proceder

Redacción 24/04/2024 - 00.17.hs

Ni los más audaces liberales votantes de Javier Milei ni tampoco los más ingenuos (aquellos que se creyeron lo de cobrar en dólares) pensaron jamás que el ahora presidente podía alcanzar los niveles de irracionalidad con que se viene manifestando en las últimas semanas. Podría considerarse que esa conducta comenzó a evidenciarse algún tiempo atrás, cuando su viaje a Israel, donde hizo profesión de fe de su adición al judaísmo, agravió al pueblo palestino para visitar después el Vaticano, donde se entrevistó con el Papa y falseó declaraciones del pontífice, a quien había insultado duramente durante la campaña electoral.

 

Más recientemente, viajó a Estados Unidos a recibir un ignoto y ultraderechista premio y entrevistarse con su admirado Elon Musk. De paso, aunque la prensa adicta lo ignoró cuidadosamente, el presidente Biden no le concedió ninguna entrevista, pese a su reiterado alineamiento incondicional con los Estados Unidos. La segunda etapa de ese viaje, Europa, fue suspendida al producirse el bombardeo de los cohetes iraníes sobre Israel, por lo que, considerándose relacionado con el conflicto, decidió a formar un “comité de crisis”, olímpicamente ignorado por las partes y el resto del mundo, que no tuvieron en cuenta para nada su autoproclamada condición de líder mundial.

 

Paralelamente, desmintiendo aquello de que “no hay plata”, refrendó la compra de un grupo de aviones chatarra que acaso avergüencen a nuestra Fuerza Aérea.

 

En tanto, en la semana que pasó, durante su reunión barilochense con los grandes empresarios del país –sorprendió a todos hay que reconocerlo— con un disparate inigualable: en un país en el que desde hace años los economistas liberales vienen bregando y ejerciendo un cada vez más férreo control de la moneda extranjera, dólares especialmente, y en el que un predecesor en el cargo forzó el blanqueo de capitales externos por parte de familiares, Milei dijo “urbi et orbi” ante las cámaras periodísticas que quienes fugaban del país esa moneda no debían ser considerados delincuentes sino héroes, ya que de esa manera evitaban ser perjudicados por medidas e impuestos aplicados por ese Estado que tanto él aborrece. Refrendó sus palabras ante las suaves objeciones del entrevistador televisivo respecto a que esa medida podía avalar capitales de origen muy dudoso (caso de la droga, los robos y el tráfico de personas), a lo que hizo caso omiso. Ese proceder inaudito lo convierte en la única autoridad máxima de un país que aboga por la abierta transgresión de una ley. Ni los más absolutos dictadores se atrevieron a tanto.

 

En estos días reiteró esa actitud con otras medidas también insólitas aunque de menor trascendencia: la jerarquización a nivel ministerial de algunos de sus funcionarios inmediatos –su hermana y secretaria entre ellos— que pasaron a cobrar sueldos acordes que, después de todo, no desentonan con los que se autoadjudicaron los senadores nacionales.

 

Al momento en que se escriben estas líneas la fiebre antiestatista presidencial se ha volcado a las instituciones que, evidentemente, odia de modo particular: las universidades nacionales, las casas de altos estudios que tanto han prestigiado al país y de hecho las más calificadas de América Latina; a ellas les aplicó el simple y canallesco proceder de restringirle fondos, lo que a muy breve plazo las sumirá en una inanición económica que les impedirá seguir funcionando. A tanto llega esa actitud de odio que ha salido a justificarla en los medios de difusión, a la par que insta a alguno de sus lamentables ministros que a las previsibles grandes manifestaciones contra la medida se apliquen los violentos protocolos policiales.

 

Tanta animadversión para con la educación pública ¿estará originada en que su título no proviene de una de esas universidades de condición estatal?

 

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