Lunes 30 de junio 2025

Adolescentes y adultos mayores. Caminando juntos

Los separan muchos años de vida. A pesar de eso, los adolescentes y los adultos mayores pueden compartir charlas, juegos y momentos que enriquecen a las dos generaciones.
Más de 50 adolescentes de Santa Rosa dedican su tiempo y sus ganas a aprender sobre la vejez y a mejorar el trato con sus abuelos y otros adultos.

 

Todo comenzó cuando la Coordinación de Adultos Mayores invitó a los estudiantes de 9º año de las Unidades Educativas Nº 4 y 6 y de 1º año de Polimodal de las Escuelas Normal y Epet a participar de un taller. ¿El objetivo? Aprender a construir un puente que una a las dos generaciones: a quienes están definiendo el rumbo de su vida y a quienes ya transitaron una buena parte, pero aún siguen con ganas de hacer cosas.

 

Aprendizaje.
Durante un mes, los adolescentes se reunieron con profesionales que les hablaron de lo que sucede con las personas de más de 60 años, con su cuerpo, su mente, sus relaciones sociales... Así, aprendieron a desterrar algunos prejuicios y a valorar todo lo que pueden dar y recibir los mayores.
“Los adolescentes no tienen mucho contacto con las personas mayores y las dejan mucho de lado, pero podemos hacer muchas cosas con ellos”, dice Lucas (15), quien asegura que “siempre me llevé muy bien con la gente mayor. Con mi abuela tengo muy buen trato, y también con sus amigas”.
Florencia (16) sostiene que lo más importante es “volver a tener en cuenta valores y actitudes simples como escucharlos, dejarles el asiento en el colectivo o facilitarles los trámites”. Y Amparo (15) reconoce que “hace falta ponerse en el lugar del abuelo. Nosotros decimos 'otra vez nos va a contar la misma historia'. Pero ellos tienen necesidad de hablarnos, de estar con nosotros o de sentirse acompañados, por más que sea a través de esa misma historia”.
“Ellos necesitan que los escuchemos y les brindemos amor. Muchas veces están en un geriátrico o en el asilo porque su familia los dejan ahí, aún sin estar enfermos. Los abandonan y sólo los van a visitar cuando cobran. Es una realidad muy triste”, se lamenta Jashi (15).
Amparo visitó el asilo y pudo compartir un valioso tiempo con los abuelos que viven ahí. “Vimos las cosas que hacen las abuelas en el taller de costura y escuchamos las historias que nos contaban. Aunque tengamos diferentes intereses, se puede encontrar un punto de unión para relacionarse con ellos”.

 

Sabiduría.
La experiencia que le brindan los años dan a los mayores una mirada distinta de la vida, y los consejos que antes eran valiosos para los más jóvenes, hoy casi no son tenidos en cuenta. Sin embargo, los chicos y chicas que hicieron el taller reconocen el valor que tiene todo el camino recorrido.
“Antes lo tenían al abuelo como alguien sabio a quien todos iban a pedirle consejos. Ahora cambió ese concepto y lo toman como un inútil. Por eso tratamos de cambiar esa idea y que vuelva a ser alguien sabio, valioso”, rescata Amparo.
Rocío también reconoce que “el anciano tiene toda la sabiduría que uno puede adoptar. Yo en el curso aprendí muchas cosas sobre la vejez. Es una etapa de la vida donde el ser humano vuelve a nacer porque a los 60 años se jubila, pero no queda enfermo, empieza a hacer cosas que quería hacer y que no tenía tiempo, porque ya construyó una vida y ahora tiene que cumplir con sus deseos o con las cosas que le quedaron inconclusas”.

 

En acción.
Una vez a la semana, más de 50 chicos y chicas se reunieron con profesionales de distintas áreas que les hablaron del maltrato físico y psicológico que sufren los abuelos, los cambios que vienen con los años, los tipos de familia y hasta vieron un capítulo de los Simpson en el que el abuelo que estaba en el asilo se preocupaba porque su familia lo iba a visitar. Así, en tono de humor a veces, con una mirada tierna otras, y también con tristeza y dolor en los casos más duros, los adolescentes reflexionaron sobre qué hacer.
“Nosotros mismos propusimos ideas para integrarnos con los adultos mayores. Organizamos visitas al asilo, hicimos una volanteada para concientizar a la gente de lo importante que es respetar a nuestros mayores y organizamos un encuentro para compartir con ellos”, explica Amparo.
Los adolescentes invitaron a sus propios abuelos, a los centros de jubilados y a los adultos que hacen cursos en la universidad. Más de 60 personas, entre grandes y chicos, compartieron guitarreadas, obras de teatro, juegos y bailes, donde no faltaron el paso doble, las zambas y hasta la risa sobre los achaques que vienen con los años.
“Vinieron mi abuelo y mi abuela materna a este encuentro y les gustó. Se emocionaron mucho cuando les conté que estaba en un trabajo social sobre ellos. Y también lo hago por algo pendiente que quedó con mi otra abuela, que murió en 2004”, dice Rocío.
“Yo también vine con mi abuela”, cuenta Lucas, que reconoce que “siempre me llevé bien, pero ahora le dedico más tiempo, charlo sobre sus cosas y me gusta escucharla”.
Amparo no tiene a su abuela en Santa Rosa, pero disfruta cuando viaja a Darregueira a visitarla. “No pudo venir a este encuentro, pero me gusta estar con ella, le ayudo a cocinar, a hacer las cosas de la casa, juego a las cartas. Me gusta ayudar a mi familia y a otros ancianos que no tienen nietos o que nadie los va a visitar”, explica.
Jashi rescata la importancia del vínculo entre los nietos y los abuelos “más allá de que nuestros padres tengan o no trato. Si hubo problemas entre ellos, los tienen que superar ellos, pero nosotros no tenemos que despreciar a los abuelos aunque nuestros padres lo hagan”.
Florencia reconoce que “muchos compañeros ven rarísimo que nos preocupemos por los adultos mayores, pero si queremos cambiar el mundo, tenemos que empezar por nosotros. Aunque sea de a poquito, es lo que está a nuestro alcance”.

 


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