Viernes 13 de junio 2025

"El Pampa", los recuerdos de un gran jugador

Redacción 30/05/2010 - 02.58.hs
En nuestra zona son pocos los que podrían exhibir una trayectoria semejante en el fútbol. Prácticamente retirado, el ex jugador y director técnico profesional suele recibir visitas que les piden consejos.
MARIO VEGA
El vozarrón de Alfio Basile sonó fuerte en aquella mañana de Avellaneda: "Pibe, si vas a correr siempre entre los últimos que sea siempre... ¿está bien?". Atribulado el pibe sólo alcanzó a asentir. En la vuelta siguiente, cuando el entrenador a cargo de la práctica lo instó a ir en la fila de adelante, otra vez el "Coco" iba a decir lo suyo: "El pibe va con nosotros, profe". Así de simple fue el ingreso al plantel de primera división, y fue la primera lección-advertencia de un veterano a un chico que ascendía de las divisiones inferiores.
De esa forma Alberto Mario Jorge, "El Pampa" desde que se instaló en Buenos Aires, empezó a saber que los códigos existían en el fútbol, y que había que cumplirlos. "Por ahí he leído que algunos los emparentan a cuestiones mafiosas, y en realidad lo que pienso es que los códigos tienen que ver con valores que el hombre debe sustentar". Los que tienen que ver con el barrio, con la amistad, con la forma de relacionarse con los demás".
Estamos sentados a la mesa de una céntrica confitería y "El Pampa" Jorge habla como siempre, con sus convicciones firmes y sin levantar nunca la voz, porque está seguro de lo que afirma y no necesita refrendarlo con actitudes grandielocuentes. Lo invité a hablar de su vida a instancias de mi compañero de redacción, Claudio Dezeo, quien no dudó en calificarlo como "un personaje, y un buen tipo". Me permito un paréntesis, lamentablemente, con todo lo que Alberto sabe del tema no pudo inculcarle a su amigo -a Claudio digo- ni un poquito de su prédica futbolera: el periodista, en cada picado, en cada partido que aparezca, le seguirá pegando fuerte y para arriba.

Talento vendido en 12 mil pesos.
Pero vuelvo a Alberto. Fue un futbolista talentoso de esos que hoy valdrían millones de pesos, aunque su transferencia del Racing Club de Avellaneda al León de México se hizo por la irrisoria suma de 12.000 dólares, hoy, seguro, la décima parte del sueldo mensual de algunos de los mejores jugadores del momento. "Eran otros tiempos, claro que sí. No se si ahora sería millonario, pero cuando me fui era figura de Rácing -lo dice casi con vergüenza- y en ese momento goleador del fútbol argentino con 12 anotaciones. Le había hecho cuatro a Independiente en un clásico, otros tres a Talleres de Córdoba, otro a Boca... Hoy en día hubiéramos hablado de otras sumas, es cierto. Pero no me quejo para nada eh! Que me voy a quejar del fútbol si me lo dio todo".
Jorge nació y se crió en Villa Maza, pero es un pampeano por adopción desde el mismo día en que dejó de jugar al fútbol. Aunque ya antes en el ambiente lo conocían por "El Pampa", por ese típico desconocimiento de los porteños de cuál es la línea que divide a la provincia bonaerense de la nuestra. Para ellos Villa Maza también es La Pampa.
"Mi papá se llamaba Tomás, y era contador, le llevaba los libros a algunos productores de la zona, y mi mamá, Irene, ama de casa. Y tengo además a mi hermana, Susana, que también vive en Santa Rosa. Bueno, como todo chico de pueblo hice la primaria, después el secundario hasta tercer año y finalicé como Bachiller ya en Buenos Aires, estando en Rácing", cuenta. Hoy su familia la completan su esposa Adela Biscussi, su novia de siempre; y sus hijos Gastón Paulo, comerciante y algún paso fugaz como futbolista en la zona; y Martín; periodista que está trabajando en Capital Federal y destacado softbolista de la camada de Lucas Mata.
El Deportivo Maza iba a ser el escenario de sus primeras correrías como jugador. "A los 13 debuté en primera, aunque mi viejo no quería saber nada. Le fueron a pedir permiso, pero les dijo que no... aunque mi vieja sí me hizo un guiño: 'vos andá y jugá' me dijo. Y me fue bien, muy bien -se sonríe-, aunque los veía a mis viejos atrás del alambrado y no sabía qué iba a pasar cuando volviera a casa... Pero no, todo bien. Si hasta fue papá el que después me llevó a probarme a Atlanta... pero cuando vio la pensión, que era toda gente grande, no quiso que me quedara. Pensar que ahí estaban el Loco Gatti, Luis Artime, Timoteo Griguol...".

 

Prueba en Rácing.
Pero vendría una nueva prueba, esta vez en Rácing y ahora sí el permiso para quedarse en la pensión que funcionaba en el estadio a cargo de Tita Matiussi. "Vivíamos en una pieza al fondo del vestuario visitante, así que cuando Rácing jugaba de local nos teníamos que ir todo el día y volver a la noche. Compartía la pieza con un arquero, Montilla, 'El Pelado' Batocletti y 'El Chino' Benítez. Todo me sorprendía, porque estaba al lado de monstruos como Perfumo, Basile, Mario Cejas, Quique Wolff, Coco Rulli -otro pampeano-, El Chango... La base era el Rácing campeón del mundo del '68, y había cada nene. Me tocó reemplazar al Bocha Maschio, al que junto al 'Buche' Chabay yo trataba de usted. Pero no es una figura, eh! Los trataba de usted, porque así eran las cosas".
Le cuesta contar cosas a Alberto, pero la historia futbolera muestra que fue un gran jugador, al punto de estar en la primera lista de 40 convocados por Cesar Menotti de cara al mundial '78. "Pero en esa época había monstruos. Estaban el Beto Alonso, Bochini, el mismo Maradona que quedó fuera pocos días antes de iniciarse el campeonato. No me hubiera sido fácil... pero a mi me salió la transferencia a México y me fui. A veces pienso en el Mundial, aunque se que me hubiera sido muy difícil quedar", admite.

 

El gran contraste.
Y le fue bien en México, al punto que sus hijos Gastón y Martín nacieron en aquella tierra. "En el León, por suerte, todavía hoy me recuerdan. Martín suele ingresar en algún foro, y los otros días se contactó con una radio... al rato nomás había gente que le contestaba y le hablaba de mi paso por allí. Estuve en el Atlante, y jugábamos de locales en el Azteca -el mismo donde Argentina se iba a consagrar campeón mundial en el '86- y jugaría en un estadio que albergaba a 114.000 personas sentadas. Hay que patear un penal ahí, eh! Pero la verdad es que mientras jugaba no me daba cuenta, pero pasados los años digo cómo me animaba...".
Uno no puede menos que preguntarle cómo es después adaptarse a cualquiera de nuestras "canchitas" -no hay ninguna intención peyorativa, sino simplemente mostrar el contraste-, ya como director técnico. Alberto estaba decidido a instalarse en Maza, había comprado un campo en la zona y quería producir... "Pero me faltaban herramientas, no conocía, y lo terminé alquilando primero y vendiendo después". Apenas instalado en su pueblo "Copete" Di Nápoli y Carlos González, lo interesaron para que dirigiera a All Boys. Así se instaló en Santa Rosa, a la que no conocía. "Nos fue bien, salimos campeones, y después fuimos eliminados en el Torneo del Interior frente a Boca de Bariloche". Fue el día que "Pinino" Mas convirtió un gol desde casi 40 metros, en el arco norte de la cancha.

 

Entrenador y campeón.
Después un paso por Banco Pampa, también por Santa Rosa, Belgrano, y otra vez la gran oportunidad. Ricardo Lavolpe, el arquero que hace un tiempo dirigió a Boca, lo convocó para ser coordinador de inferiores en el Toluca. "A veces la suerte juega. En un momento dado a Ricardo lo convocan para dirigir la selección de México y me ofrecieron quedar en el equipo que iba primero. Por suerte seguimos con su trabajo y salimos campeones". Fue un gran momento, pero no se engaña. "El mérito había sido de Lavolpe. Yo lo único que hice fue seguir con su trabajo, y se dio", dice con cierto pudor.
El regreso al país, una nueva convocatoria, esta vez a Guatemala. Allí todo fue bien en la etapa clasificatoria, pero en semifinales su equipo empató 0 a 0 en la ida y de local 1 a 1. El gol del visitante los dejó afuera, recuerda.
¿Y ahora? "Nada. Sigo comprando libros de fútbol, estudiando, viendo todo lo que se puede. Quiero seguir aprendiendo... mi esposa me dice para qué si ya estoy retirado, pero no importa. Esta es mi vida y con esto voy a seguir, siempre", reafirma sin dudar.
Reposado, sereno, con ganas de charlar, la verdad es que "El Pampa" resulta un verdadero maestro. Alguien a quien quizás nuestro fútbol debiera revalorizar, y aprovecharlo como sus conocimientos merecieran. Si lo vio y enfrentó nada menos que a Pelé, fue compañero de Perfumo, de Basile, del Pato Fillol. Si se codeó mil veces en una cancha con Jota Jota López y el Beto Alonso, y con tantas otras glorias del fútbol argentino.
Es cierto Alberto. Esta nota es nada más que un aperitivo. En realidad me gustaría seguir charlando con vos, desgranando recuerdos, que sigas contando anécdotas, porque al final Claudio tenía razón. Sos un personaje, y un buen tipo.

 

Trabajar es otra cosa.
"La verdad es que nunca trabajé. Siempre jugué al fútbol". La frase pinta de cuerpo entero a Alberto Mario Jorge. "Qué querés que te diga... trabajar es otra cosa. La verdad es que lo que hice fue disfrutar al máximo con esto que me lo dio todo".
Es que aquella vez que el gran Osvaldo Zubeldía los citó en una estación de trenes, para ver cómo llegaban a Buenos Aires a las 7 de la mañana los trabajadores que venían desde La Plata se dio cuenta que lo suyo era un privilegio. El día anterior el maestro les había pedido entrenar a las 9 de la mañana, una hora antes que lo acostumbrado, y los jugadores de Racing pusieron el grito en el cielo. "Esta gente -señalando a los que bajaban del convoy- se levantó a las 5 de la mañana, ahora va a trabajar y vuelve a su casa a las 10 de la noche. ¿Tienen derecho ustedes a quejarse por entrenar una hora más temprano?". Una lección estupenda que Alberto nunca olvidó.
Jugó con todos y los conoció a todos, pero un día llegando a un aeropuerto un moreno, grandote, algo avejentado, lo sorprendió. En "portuñol" le dijo algo así como "¿usted sabe quién soy yo? Soy Paulo Valentín". El increíble centrodelantero de Boca Juniors que tantas veces amargó a los riverplatenses, el que tuvo de hijo nada menos que al Gran Amadeo estaba allí pidiéndole unas monedas. El anillo de oro y diamantes con que el entonces presidente zeneize Alberto J. Armando, había premiado a cada jugador campeón en aquel torneo de 1964, el día del penal que Roma le atajó a Delem, certificaba de quién se trataba. "El Pampa" no pudo impedir que se le erizara la piel.

 

Una pena y una sonrisa.
Tiene una enorme pena Alberto. Hace algún tiempo, cuando tenía sòlo 7 años, falleció Mauricio Alberto, su tercer hijo. Una situación que hasta hoy no puede comprender.
Cuando trato de sacarlo de tema apenas sonríe. "Sí, es cierto, estuve en la película que ganó el Oscar". ¿Cómo es eso? En un pasaje de "El secreto de sus ojos", de Campanella, cuando los protagonistas -Darín y Francella- persiguen al asesino en el estadio de Huracán, se muestra una escena y el relator del partido lo menciona expresamente: "La lleva El Pampa Jorge, se la pasa a...". No puede decirse que ganó el Oscar, pero...

 


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