Miércoles 11 de junio 2025

«Había barcos navegando el Desaguadero», afirma Gobbi

Redaccion 10/09/2021 - 22.22.hs

«Hicimos una reconstrucción del ambiente a lo largo de la cuenca, con los bañados del Atuel y las lagunas de Puelches, entre 1880 y 1890, previo a las intervenciones antrópicas» en los tramos superiores del Desaguadero, incluyendo datos de los libros azules de agrimensura y relatos de exploradores. «El ambiente de la cuenca entonces era tan diferente al actual que incluso a nosotros nos resulta muy difícil imaginarlo. Eran aguas navegables y hay registro de barcos surcando las aguas del río Salado, cuyo cauce en algunos sitios resultaba imposible de cruzar por el caudal que traía», cuenta José «Tito» Gobbi, licenciado en Recursos Naturales y doctor en Economía Ambiental, a cargo del estudio encargado a la UNLPam para determinar el caudal ambiental del Desaguadero-Salado-Chadileuvú-Curacó y el daño ambiental provocado por el cese de su escurrimiento.

 

En diálogo con Radio Noticias, Gobbi advirtió que la UNLPam desarrolla varios estudios relacionados al desastre ambiental producido por el corte de los ríos en territorio pampeano. «Esta determinación la estamos desarrollando con Pablo Dornes, y hay otro estudio sobre distintos escenarios de una perspectiva social sobre el área de bañados del Atuel que coordina Beatriz Dillon», aclaró.

 

Además de aquellas evidencias de navegación, también «existen registros de distintas actividades en las lagunas de Puelches, con una presencia de agua muy abundante especialmente en los pulsos estivales», añadió. Según Gobbi, aunque analizan la cuenca en toda su extensión, «nos focalizamos en evaluar caudales ambientales y daños ecológicos en territorio» pampeano.

 

Recordó que el Desaguadero nace en Catamarca y aunque a lo largo de su recorrido «recibe distintos afluentes, muchos de ellos ya están secos». Sin embargo, «para hacer cálculos y determinar un caudal ambiental es necesario evaluar la totalidad de la cuenca», advirtió.

 

Un cálculo delicado.
Consultado sobre la reciente instalación de estaciones de medición sobre el cauce del Atuel en suelo de La Pampa, respondió que «claramente, la medición es base esencial para un estudio destinado a determinar los caudales ambientales, porque aún cuando los sensores arrojen como dato un caudal cero, es información relevante». El «caudal ambiental» es un concepto relativamente novedoso, que la hidrología incorporó hace una década: «nació en Brisbane (Australia), como un término superador en el manejo de cuencas, sobre ideas anteriores como caudal mínimo hidrológico o caudal de mantenimiento», entre otras.

 

Este nuevo concepto resulta «mucho más amplio porque involucra a las sociedades que dependen de los ríos, sus aspiraciones, visiones y estrategias de desarrollo», conformando un contexto más integrador que la visión exclusivamente económica.

 

«Lógicamente, puede hacerse una cuantificación económica, pero teniendo en cuenta que la expresión monetaria captura solamente una porción del daño», dice Gobbi, y explica que si bien «existen metodologías para realizar una estimación indirecta, el valor económico asignado (en pesos, por ejemplo), resulta un indicador como cualquier otro. Si voy volando un avión puedo observar la altura en un indicador, pero también debería tener en cuenta el rumbo, el combustible, otras variables».

 

Por eso, aún precisando con metodologías de economía ambiental una valoración económica sobre la emigración saladina, «el daño causado a una familia que no pudo trabajar el campo y cuyos hijos debieron emigrar puede calcularse en términos económicos, pero de ninguna manera eso determina todo el daño» sufrido por esa familia.

 

«Es mucho más complejo que sumar cifras. Debemos identificar y caracterizar los daños y cuantificar aquellos que son factibles de medir, sin olvidar nunca que el daño real no puede ser capturado» solamente en un resultado económico.

 

Represas, anacrónicas.
El cálculo de un caudal ambiental responde al reciente fallo de la Corte Suprema, que también dispone la realización de las obras necesarias para resguardar ese caudal. «A partir de la definición de caudales ambientales se podrá hacer un diseño del paisaje. Sin presencia continua de agua durante 80 ó 90 años, los lechos originales de los ríos se encuentran muy afectado o desaparecidos, y por eso cada vez que Mendoza larga agua ocurren desastres».

 

En la degradación del cauce influyó también la presencia de tamariscos, «una especie introducida, muy plástica e invasiva, que se ha convertido en uno de los principales problemas: hay miles de hectáreas y habrá que desarrollar una estrategia de control y erradicación de tamariscos donde sea necesario recomponer el cauce», advirtió. «Y también se requerirá canalizar y dirigir el agua hacia determinados sitios», agregó.

 

Según Gobbi, aunque la cuestión ambiental ya está incorporada a la agenda de la sociedad «continúa una disputa de paradigmas y sigue muy arraigado el concepto desarrollo de oasis, que nosotros siempre hemos discutido, porque promovemos una visión integral de la problemática. No rechazamos la creación de oasis productivos, pero se requiere una comprensión más integral de que todos somos parte la cuenca, para posibilitar una gestión integrada, manejo consensuado y planificación estratégica. Se nos viene encima el cambio climático y ¿vamos a seguir haciendo represas sin agua, que quedarán como monumentos de cemento?, se preguntó.

 

Por eso, la construcción de mega-represas es hoy «un paradigma fuera de tiempo y de lugar». Gobbi reveló que «hay un foro de discusión mundial sobre represas y la evidencia existente después de 60 ó 70 años está mostrando que los beneficios programados, que en algunos casos fueron reales, acumularon costos muchos más altos, que en términos ambientales y sociales son irreversibles».

 

Hoy las represas hidroeléctricas se consideran anacrónicas, «especialmente las mega represas, como Portezuelo del Viento, un murallón de 180 metros de altura tres veces superior a El Tambolar», advirtió. Gobbi recordó que «la consultora cordobesa que evaluó la factibilidad económica de Portezuelo descubrió que los números no cierran» y por eso «si fuera mendocino me estaría preguntando por qué destinar mil millones de dólares a una obra que producirá pérdidas».

 

Peor aún, del estudio de impacto regional encargado por Coirco a la Universidad de La Plata (conducido por el ingeniero Pablo Bereciartúa) muestra «simulaciones en términos de generación hidroeléctrica que arrojan números negativos. Portezuelo está diseñada para generar 884 gigawatts anuales, pero sin tener en cuenta el cambio climático y contemplando el registro histórico de 1990 a 2017, la simulación da 648 gigawatts».

 

No solo resulta mucho menor que la generación proyectada sin cambio climático, sino que «en un escenario como el actual la represa de Portezuelo no podría llenarse y tampoco generar energía», concluyó.

 


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