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Lunes 15 de diciembre 2025

La cultura en lucha es siempre una fiesta colaborativa

Cheje Casa Cultural (Alvear 455) cerró el año con una gran fiesta a pura música, desfile, tambor y baile. La convocatoria comenzó con un llamado de candombe en el que se juntaron los tambores, las trompetas y las ganas de bailar en un desfile por las calles de la ciudad de Santa Rosa. Entre el pum, el pum y todos los pum de los tambores bailaban los niños, los asistentes y se invitaba a los vecinos en esa celebración que fue una celebración de todos y de todas porque Cheje es una casa abierta al abrazo comunitario. 

 

El patio de Cheje se llenó de vida, siempre está repleto de vida, pero Cheje florece cuando la casa está llena, cuando en esa casa, que es como cualquier otra, con mesas y sillas en las que siempre entre uno más, con amigos y amigas que son familia, con familiares que son amigos y se abrazan, en esa casa que se convierte en hogar. 

 

Después de los tambores se presentó el taller de canto de Joy Dalmas. Una niña, con una voz hermosa, cautivó a todos con "La llorona", tema que se hizo muy conocido con la película "Coco" de Pixar. Todo el público estaba en silencio. Mudos. Después de los aplausos bailó otra niña y, más tarde, se presentó el taller de Kung fu. 

 

Una participante del taller de escritura, Patricia Richter, leyó un texto de autoría propia "La lluvia". Un relato conmovedor sobre la lluvia, las tormentas, los recuerdos de la infancia y los secretos que quedaron guardados en el corazón de esa niña.

 

"Recuerdo la casa de Lina los días de tormenta. Su mamá llamaba a las gallinas que cruzaban el patio con las alas abiertas. Detrás venían los perros, embarrados hasta la panza. Y por último la pollada, como una tromba de amarillos y rosados. Una tranquera de alambre separaba la casa del huerto. Ahí se hacían visibles los duraznos y ciruelos de mantón florido, y la menta, el romero y el cedrón. Esperábamos la lluvia en la galería, luego de volver de la escuela. Como centinelas del cielo. Como guardianas de esas nubes insólitas y grises. Cuando llegaba, de un salto ligero bajábamos al jardín y besábamos las plantas. Absorbíamos los vahos limpios de la tierra. Llovía. Llovía sin tregua, sin pedir permiso. Llovía en el horizonte y, atrás, el arco iris. Yo, toda perfumada de rosas las manos. Más tarde caminaba descalza por la galería de la casa. Adentro un sonido de loza y de cucharas, un comedor en sombras y el mantel de margaritas sobre la mesa. Y las horas deslizándose mudas. Está a salvo mi jardín primitivo".

 

La pulga hizo una presentación de stand up mientras La Faito se preparaba para tocar en conmemoración a Enzo Ludueña. Todo el equipo de Cheje caminaba de un lado hacia otro, preparaban las sillas, acomodaban la música, todo el tiempo estaban resolviendo y abrazando, porque en cada movimiento se encontraban con alguien a quien querían saludar. 

 

Más tarde, Isa, la profesora de Flamenco, se presentó con sus alumnas. Entre el público hablaban de las ganas de sumarse en los talleres del próximo año. Es que cuando se ve la alegría en la cara uno quiere sentirse igual. Después del baile llegó el desfile de las prendas que confecciona Va Deluca.

 

Por último, para cerrar el año, volvieron los tambores y nadie quiso perderse de tirar unos pasos, ni siquiera los más chiquitos. Esa fiesta, esa familia,es Cheje: un espacio cultural independiente que invita y acompaña. Una casa profundamente necesaria y hermosa.

 

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