Un grito artístico desde la tierra
En el Aula Magna de la Universidad Nacional de La Pampa se realizó el festival “El grito de la tierra”, en lo que fue la segunda fecha de estas actividades que se desarrollan en todo el país bajo el manifiesto que impulsaron el poeta salteño Teuco Castilla (hijo de Manuel J. Castilla) y el músico Juan Falú.
El primer encuentro fue el 8 de septiembre en la Casa del Bicentenario de Toay cuando participaron artistas del colectivo “Manantial de fuego”. Y el domingo en el Aula Magna el espectáculo fue con la consigna de defender la tierra.
Tomaron parte escritores, poetas y músicos pampeanos. Entre ellos Walter Cazenave, Pinki Pumilla, Teresa Pérez, Oscar García, Hilda Alvarado, Federico Camiletti, Martín Mansilla, Marcela Eijo, Juan De Pian, Guillermina Gavazza, Nico Catalán, Sol Donatti, Hernán Basso, Pablo Ardovino, Pamela Díaz; la Escuela Integral de Tambores y las bailarinas Gaby Ayala (hija del Chúcaro) y Juli Carreño. Como presentador actuó el músico y escritor Alberto Acosta.
En el hall de ingreso al Aula Magna hubo una muestra de cerámica del Colectivo Barreales y la Cooperativa Barba de Chiva.
Los organizadores explicaron que la actividad es “un desagravio contra la brutal política vende patria del gobierno actual, que regido por los más oscuros intereses pretende ceder a los especuladores de turno y a las multinacionales extranjeras nuestro patrimonio natural y reservas ecológicas. Mediante un extractivismo sin control se arrasan bosques y se envenenan ríos, destruyendo así el porvenir de nuestro suelo”.
En el final del festival los artistas interpretaron la “Zamba del río robado”, obviamente refiriendo a la problemática del río Atuel.
Objetivo cumplido.
“Se cumplió con creces el objetivo de este llamamiento multiplicador”, expresó Pamela Díaz, una de las activas impulsoras del festival. Precisamente La Pampa es la provincia que dio inicio a esta serie de festivales –son más de 30 confirmados en el país-, y se prevén múltiples conciertos de este estilo.
Los organizadores dijeron estar “muy satisfechos porque la apuesta en todo momento fue crear un hecho artístico con un repertorio, con textos, con una apuesta escénica de danza, de luces, que fuera contundente. En definitiva que fuera muy representativa de lo que somos como territorio, como pampeanidad, pero también con una proyección hacia el resto de la Argentina para poder contar nuestra problemática hídrica, y todo el proceso de desertización. Básicamente la idea es movilizarnos, ponernos en alerta mediante estos hechos culturales, que son nuestro lenguaje. Somos este colectivo de artistas, pero la apuesta que tomamos nos cabe a todos los habitantes de este país, porque se están entregando nuestros recursos”.
Quedó claro como mensaje que “la cultura occidental impuso en el mundo otro concepto de uso de la tierra: una privacidad extrema y un utilitarismo
que no reconoce límites. Todo lo contrario de la concepción del hombre americano para quien es ‘la madre tierra’. Ese aprovechamiento irracional deja testimonio estremecedores: fotografías del mar de Aral con barcos gran porte encallados en un lecho seco . O las grandes calvas de la selva amazónica; los ahora inexistentes bosques de Islandia…”.
El escritor Walter Cazenave fue el encargado de la apertura del festival, y señaló que “no precisamos ir tan lejos para ver el maltrato para con la tierra; la deforestación en el norte, el aprovechamiento de ese esencial litio en los salares de los cuales somos acaso la principal reserva del mundo, junto
con la hermana Bolivia…”.
“Pero lo peor –agregó-, todo en manos de las corporaciones extranjeras que se benefician del cipayismo de nuestros gobernantes, aprovechados a su vez de la ingenuidad y la credulidad de los argentinos”.
El Atuel.
“No necesitamos ir muy lejos, porque mucho más cerca tenemos el ejemplo de una cuenca fluvial tan grande como Italia, a la que el egoísmo centralista fue trasformando paulatinamente en un desierto. Es la de un río de más 1.000 km de largo llamado sucesivamente Desaguadero, Salado, Chadileuvú y Curacó”, dijo Cazenave.
Mencionó “nuestro drama del río Atuel, que trasformó el gran humedal de ayer -con una superficie aproximada a los 6.000 km2- en un desierto. Aquella extensión que podría haber sido nexo entre La Pampa región ubérrima y la Patagonia rica y desaprovechada, degradada por la acción ambiciosa y despreciables de quienes, aún diciéndose argentinos, hacen burla de las leyes y -peor- de quienes padecen la sequía aguas abajo”.
Cazenave pidió “tomar conciencia que la tierra -como ha dicho el poeta- estaba de antes y por mantenerla viva en su condición está nuestra lucha. En la región, en la provincia, en el país, en el mundo todo”.
Cerró con dos expresiones que “sintetizan y potencian el concepto que estamos exponiendo: en uno de sus poemas Borges dice claramente que estamos hechos ‘de polvo y tiempo’. En una dimensión más americana cinco siglos atrás el amauta Choquehuanca había sentenciado ‘Runa, allspa kamasca’. El hombre es tierra que anda”.
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