Jueves 26 de junio 2025

Pobreza como telón que oculta al pobre

Redacción 13/08/2009 - 01.38.hs

SEÑOR DIRECTOR:
De pronto, en la Argentina todo el mundo se ha anotado en la cruzada para terminar con la pobreza. Incluso más de uno de nuestros Juan de Robles (aquél que donó hospitales para pobres, pero antes hizo su fortuna a costa de acrecer el número de desposeídos).
Puede que la pobreza que ahora es meneada pertenezca a la clase de las cosas abstractas, ésas que dan lugar a discusiones baldías o tan sutiles que derivan hacia formas de bizantinismo. Alguien puede consagrar su vida a crear el gran discurso contra la pobreza, con irrefutables argumentos acerca de su condición injusta e inhumana y hasta porque la miseria y la ignorancia irradian hacia arriba: su mal envenena el aire. Este discurso servirá o no, según que el pragmático lo asuma, le dé forma viable y genere voluntad de realización.
En otro extremo de lo que sucede, el que atiende al llamador de su puerta y responde al pedido de un pobre de carne y hueso dándole un pan o una moneda, se siente luego gratificado porque el dar le produce bienestar y lo inclina a tener pensamientos elevados acerca de sí mismo y de la noble capacidad humana de piedad y acción fraterna. El pobre que recibe la dádiva calmará su hambre del momento, pero seguirá expuesto al hambre de todos sus momentos posteriores. Por eso, el refrán chino dice que no hay que regalar pescado sino enseñar a pescar. Cosa que está muy bien dicha, pero quizás no tan bien pensada, porque mientras se aprende también hay que comer y porque la pesca es una actividad onerosa: costos de viaje, equipos, tiempo y albures (los pescadores pescan o no pescan, alternan éxitos y fracasos). Los mejores lugares de pesca suelen tener acceso restringido y prohibido. Enseñar a pescar sigue siendo, con todo, mejor respuesta que el clientelismo, que consiste en dar a cambio de alguna contraprestación: ya que el beneficiario comprometa su voto en una elección, ya que se busque atarlo a alguna forma de pensar o de creer a fin de fortalecer al partido, la empresa o la capilla que intervienen en esa acción, que no sería entonces un dar sino una variante alambicada del toma y daca. En cuanto a los pescadores, si todos aprenden a pescar no tardarán en agotar la disponibilidad de peces y, en tanto, arruinarán a las empresas pesqueras que operan según las pautas del costo y el beneficio. Dejemos a salvo, sin embargo, la sabiduría del pueblo chino, pues lo que ellos dicen con su refrán es que el destino de cada uno, durante su existir, depende de lo que haga por sí mismo y no de su dependencia perpetua de la generosidad y la gana de los que poseen algo. A su vez, dice que la comunidad no está obligada a repartir pescado gratuitamente. Su obligación consistiría en asegurar a cada individuo la posibilidad de adquirir las artes y saberes necesarios para no entrar como perdedor a la batalla por la vida. La sabiduría del refrán no agota el tema. Ni dice qué hacer con lo existente, con la organización socioeconómica que tenemos. Además, no dice "dar pescado y enseñar a pescar". El que aprende necesita comer mientras lo hace, como lo sabe Grameen.
Estos cruzados contra la pobreza, brotados en la Argentina con la sequía y la crisis mundial, pueden estar pensando en buscar esas alternativas o pueden tener la vista obcecadamente puesta en ganar posiciones de poder. Del poder se debe decir que es una tentación, no un destino. Es una herramienta para hacer cosas y por eso la pregunta que el ciudadano debe hacer a todo pretendiente es para qué quiere el poder. O, puesto que la respuesta puede ser mentirosa en algún grado, el ciudadano debe procurarse una historia del candidato para ver hasta dónde es veraz en sus dichos y sincero en los propósitos que declama.
Quedamos en que sí, que hay que aprender a pescar. Pero la pesca es un arte milenario, que conlleva una sabiduría sin la cual se puede sacar un pez al primer lance así como el patadura puede hacer un gol de media cancha.
Atentamente:
JOTAVE

 


'
'