Domingo 18 de mayo 2025

Sumas que pueden restar

Redacción 23/08/2009 - 00.50.hs

I - Es evidente que el ex mandamás del partido del gobierno está gozando estos nuevos cinco minutos de fama que le ha dado el pedido que presida el partido. Casi como un chico que lame lentamente su chupetín para que no se le termine, demora su aceptación y va poniendo nuevas condiciones. Así, en la semana siguió deshojando la margarita y recuperando en pocos días todo el espacio periodístico que su eclipse partidario le había mermado.
No obstante, y casi como un contrasentido a este placer que parece encontrar al ser el centro de la atención de los medios, su principal paso en la semana lo dio en secreto. Tan en secreto que ni el propio gobernador -supuestamente invitado a la reunión- fue avisado del encuentro y estuvo al borde del ridículo cuando se enojó cuando un periodista -ignorando que no había estado en la cumbre- le preguntó qué habían hablado allí.

 

II - Ese encuentro tenía toda una simbología de reunificación. No solo para muchos peronistas que viven su pertenencia al partido con esa "mística" que dicen, le falta hoy. Era, sin dudas, un momento clave en la historia política del partido del gobierno luego de años de desencuentros. Alguien, ingenuamente, podría haber pensado que, así planteado, ese encuentro era una ocasión propicia para que se hiciera de él un símbolo con un marco de pueblo peronista, que es, en los discursos, al menos, el objeto de sus desvelos. Tal vez alguien que ha escuchado a alguno de los líderes predicar que debe recuperarse la "mística" peronista, pudo haber pensado que esa mística, históricamente alimentada y construida con símbolos y actos simbólicos, -como el renunciamiento de Evita- tenía allí una ocasión inmejorable de realizarse de frente al pueblo. Quien así piensan olvidan que los líderes usan la mística pero no creen en ella. Por eso no hubo ni pueblo peronista ni testigos. Por eso la reunión, la cumbre, ni fue pública, ni estuvo el pueblo allí.
Si se les pregunta, se oirán mil y un argumentos para justificar ese sigilo. Pero la historia reciente de La Pampa aconseja no creer en la palabra de los que mandan cuando intentan justificar la exclusión del pueblo de sus actos y decisiones. Tal vez porque ambos son conscientes que no hay motivos de grandeza en su reunión y sí mucho de espanto.

 

III - En realidad, el ofrecimiento al ex jefe y el lugar de la reunión muestran con claridad que el actual jefe partidario ha comenzado a reconstruir un armado territorial como el que les permitió desembarcar en el poder hace un cuarto de siglo. Un armado que desde el norte provincial intentará reeditar aquél avance sobre la capital que siempre los miró con desconfianza. Su objetivo es capturar nuevamente el principal municipio provincial en manos hoy de la oposición.
En ese marco puede entenderse la reunificación con quien hasta ayer nomás era mirado como impresentable. No es una estrategia novedosa. Copia el modo de acumulación de fuerzas que llevó al hoy jefe partidario -en su lucha interna con el hoy resucitado aliado- a sumar al ex intendente santarroseño a sus fuerzas en una suma que le dio un resultado inmediato pero, a largo plazo, le restó.

 

IV - En la semana el Superior Tribunal de Justicia dio por tierra con las locas baladronadas del ex presidente del Tribunal de Cuentas que creía vivir aún en la pampa marinista que lo encumbró y apañó para que cumpliera una función que, demostró el jury, fue funcional y necesaria a la corrupción en el IPAV. El echado ex funcionario, pensó que su poder, el que tuvo, el que le permitía creerse un abogado exitoso, un personaje importante, emanaba de su propia presencia y no había sido afectado por el jury. Pero el jury, que puso en acto toda la potencia de la indignación ciudadana, lo bajó de un plumazo y, al despojarlo de su poder, lo puso nuevamente en el llano, en ese lugar donde están el resto de los pampeanos al que la justicia trata como lo que son, simples ciudadanos.
Le faltó inteligencia para entender que había caído, empujado por su propia negligencia, y que no había forma de revertir la decisión política de dejarlo fuera del entramado de poder en el que se acostumbró a vivir, sin crear un caos institucional. En la semana el Superior Tribunal, por convicción o por prudencia, aventó con el fallo confirmatorio de su expulsión cualquier duda al respecto. Su caso sirvió para que el STJ pusiera muchas cosas que estaban en discusión, en claro. Una alcanza para poner esa pieza en un lugar destacado de la jurisprudencia pampeana: la que le reconoce al jury, al mecanismo de remoción de funcionarios, toda su esencia política, no judiciable. (LVS)

 


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