Romperlo todo en son de celebración
Señor Director:
No se trata de hechos novedosos, precisamente, sino más bien repetidos. Irritantes para muchos que asisten impotentes o se enteran después. Incitadores de preguntas para quienes reemplazan la irritación por la voluntad de entender, a partir de la idea de que no hay hecho gratuito. Puede que no lo entendamos, pero cada uno trae su mensaje. Propone algo.
Me refiero a lo sucedido en el Nacional Buenos Aires, donde retornó la "vuelta olímpica". Y lo sucedido aquí, en el Manuel Belgrano, no sé si como eco imitativo de los del Nacional histórico o como fruto de un estado de cosas que puede tener alguna relación que valdría desentrañar.
Puesto en la actitud de quien quiere entender, empiezo por atender el dato (que se menciona en el Belgrano) sobre protagonistas previamente alcoholizados. Sabido es que el ebrio se descontrola, pero lo que hace en esa situación no deja de tener un sentido y contener un mensaje, una señal y, con frecuencia, algo que está más allá de la intención. He tenido conocimiento y, en más de una ocasión, aquí y en grandes centros, he asistido a esas ceremonias de barbarie postgraduación, cuando el graduado debe soportar estoicamente todos los excesos que los otros quieran ensayar en su persona, como para hacerle saber que los títulos no sólo no achican oreja sino que tampoco revisten de respetabilidad. No he leído alguna explicación interesante sobre este fenómeno y me inclino por pensar que puede ser una conducta no deliberada que, más que repetir un rito, expresa la reacción ante lo ineluctable del vivir, que va dejando atrás etapas que el individuo ya no podrá repetir porque está lanzado siempre hacia adelante, hacia lo desconocido. Si se piensa en los ritos se puede ver que se trata de operaciones que quieren conjurar o propiciar algo. Cuando llegan a exigir sacrificios, como se ha dado en todas las culturas, la extrema crueldad es una especie de grito o disparo en la noche para ahuyentar fantasmas y atraer a los espíritus propicios, que damos por existentes pero no terminamos de entender y frente a los cuales siempre hay que permanecer en guardia.
Otro enfoque posible debe considerar si esta actitud extrema de romper aquello con lo que se ha convivido por años, es una suerte de furia vindicativa (vengativa) por algo que nos ha sido negado o quitado o defraudado. La pedagogía tiene que considerar el hecho y empeñarse por descifrar lo que haya de crítica valiosa al sistema mismo de la enseñanza y a la medida en que las expectativas de quienes pasan por ella no se sientan satisfechas sino más bien defraudadas. Siempre es aconsejable tomar en cuenta algunas respuestas, incluso las extremas, como las que sustentan la posición de Jacques Ronciere a partir de la experiencia de Jacotot. Estos franceses entienden que la enseñanza entraña una violencia básica, no por la intención que la anima, sino por la forma de llevarla a cabo. El tema ha sido retomado en un exitoso filme reciente, realizado en nuestro país, en el cual se reclama una nueva atención a los muchos ensayos de escuelas nuevas, modos distintos de encarar la enseñanza, cambiando hasta la característica de los edificios y, en lo sustancial, modificando la relación docente-alumno, para dar a éste el protagonismo que Ronciere reclama en El maestro ignorante. Esta misma película, que ha sido vista hasta en cines comunes y en Internet, por centenares de miles de personas, destaca al final la existencia actual de escuelas experimentales, especialmente en Tierra del Fuego. La pedagogía es una ciencia que no puede quedarse quieta y debe someterse a una ley básica de la cultura, cual es la de poner la igualdad como principio y no como algo por lograr.
Todo sea dicho sin dejar de considerar que las conductas descontroladas pueden no tener que ver o tener menos que ver con la escuela que con procesos más generales que se dan en la sociedad de nuestro tiempo.
Atentamente:
JOTAVE
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