Pasajes de una vida de militancia sindical
La mayoría de las historias de vidas militantes permanecen ocultas, solo alcanzamos algunas que por diversas razones salen a la luz pública, pero poco o nada sabemos de esas vidas muchas veces anónimas y abnegadas como pocas. Iniciar el año comentando una anécdota sobre una de ellas puede ser un buen comienzo.
EDUARDO LUCITA*
Dejar la dureza de los números y porcentajes, de las relaciones con el PBI o la tasa de interés, en suma dejar la frialdad de los análisis económicos y tratar de narrar una anécdota sobre una historia de vida obrera, cálida y apasionada como seguramente muchas otras que no conocemos y darle cabida en esta primera columna del año puede ser una buena manera de comenzarlo.
Presentaciones.
Días pasados participé en la presentación del libro de Elma Haydée Voto: "La historia que no me contaron". Compartí panel con el Defensor del Pueblo de la Tercera Edad, Eugenio Semino, y el periodista Ceferino Reato, obviamente también la autora. La portada del libro en cuestión muestra a una joven y bella mujer portadora de unos ojos vivaces que mira casi embelezada la figura imponente de Augusto Timoteo Vandor, el más que emblemático líder histórico de la Unión Obrera Metalúrgica (UOM).
La anécdota que quiero narrarles y que de alguna manera originó este libro se ubica por los años '50 del siglo pasado. Yo me enteré de ella hace más de tres décadas, cuando participábamos activamente del proceso que culminó con la recuperación de ATE (salíamos periódicamente a pintar por la Lista Verde con Víctor De Gennaro, Germán Abdala y el sordo Pérez, un compañero ya fallecido), el local donde nos reuníamos solía frecuentarlo Avelino Fernández quién fuera durante muchos años tesorero de la UOM y hombre de confianza de Vandor, luego desplazado por disputas internas. Por ese entonces intentaba construir una lista de oposición para presentarse en la UOM-Capital, y alguna vez sus jóvenes seguidores llegaron al local corridos y golpeados por los matones de la burocracia.
Un sacón rojo.
En las largas charlas que manteníamos con él las referencias al "Lobo" Vandor eran recurrentes. Más de una vez nos dijo: "Vandor jamás tocó un peso del sindicato, de la plata de los compañeros nunca, de las empresas..." dejaba pícaramente inconclusa la frase"(1). Conversaba mucho con mi compañera y cuando ésta le preguntó por qué el apodo de "El Lobo" comentó que era un tipo muy apuesto de modales casi europeos, muy seductor y que tenía mucho éxito con las mujeres, especialmente con las compañeras de la fábrica. Por ese entonces había ingresado a la fábrica Phillips, donde trabajaba y era delegado Vandor, una muchacha joven muy agraciada, que vestía cotidianamente un sacón rojo.
La cuestión es que al poco tiempo corrió la versión en la fábrica de que la muchacha del sacón rojo salía con Vandor. La picardía popular no se hizo esperar y parte de la plantilla preguntaba: "¿Quién se agarró a Caperucita?" y otra parte contestaba, obviamente, "El Lobo". Este es el origen del apodo según Avelino.
Versiones.
Hace ya tres años largos cuando salíamos de una de las tantas reuniones de "Otro Camino para superar la crisis" (un reagrupamiento transitorio constituido a raíz de un documento que elaboramos algunos de los compañeros de Economistas de Izquierda (EDI) sobre el conflicto del gobierno con el campo por la Resolución 125 de retenciones móviles a las exportaciones del sector) un grupo reducido fuimos a charlar a un bar cercano. Entre quienes nos llegamos al café estaba una mujer ya mayor que asistía a todas las reuniones pero con la cual no recuerdo haber cambiado palabra con ella antes de ese encuentro.
La cierto es que ojeando allí un ejemplar de una revista literaria, me detuve en un comentario del libro "Operación Traviata", la extensa investigación sobre la muerte de José Ignacio Rucci de Ceferino Reato que se acababa de publicar. En esa nota se comentaba la personalidad fuerte de Vandor que lo convertía en un adversario tan temible como implacable. A esa característica se le atribuía allí el apodo de "El Lobo".
Comenté al grupo la nota y que ésa no era la versión que en su momento nos había dado Avelino Fernández. La mujer mayor que nos acompañaba en el café, a esta altura Elma Voto, que sigue teniendo una mirada tan alegre y vivaz como en la foto, me dice "Es como vos decís, yo en esos años trabajaba en la fábrica CA.TI.TA., conocí mucho a Vandor y aún hoy soy amiga de la chica del montgomery rojo, era Elsa Curone, que fue la mujer de Augusto y la madre de sus dos hijos". Le sugerí entonces que escribiera una breve nota a la revista dando la versión real de los hechos, que seguro se la publicarían, me ofrecí a ayudarla si era necesario.
Hace un año Elma Voto me llamó a casa. Nos encontramos, como es de practica café de por medio y me entregó una carpeta llena de recortes amarillentos, fotos, hojas manuscritas algunas, otras tipeadas a máquina. Me dijo que eran los borradores de un libro y quería que les diera una mirada y una opinión. Allí me contó que era poeta y que tenía escritas varias letras de tango. Me di cuenta leyendo esas notas y ahora el libro que mi ofrecimiento de ayuda resultó totalmente innecesario. Su relato, como dice Reato en el prólogo, no solo es apasionado y honesto, sino que también está muy bien escrito.
Delegada y militante.
Leyendo esos originales me enteré que Elma Voto no solo había trabajado en numerosas fábricas, también fue delegada sindical y militante muy activa del Partido Comunista Argentino (PCA). Incluso que había viajado a la URSS, a China y que en aquellos años tempranos de la revolución cubana se había entrevistado con el Che Guevara, lo que le valió una dura reprimenda del partido, ya que lo consideraban un aventurero. Yo había escuchado alguna vez que en 1959, año de un fuerte conflicto metalúrgico por las paritarias, que duró 47 días, que en el curso de ese conflicto la UOM convocó a un acto en el Luna Park al que asistieron unos 20.000 trabajadores metalúrgicos y que en ese acto habló una trabajadora, algo realmente insólito en esos años y en ese ambiente. Pues bien, leyendo los originales me enteré que esa mujer no era otra que Elma Voto, la autora del libro que acabamos de presentar hace unos días. Según ella misma nos cuenta fue designada sorpresivamente en el acto por el propio Vandor, sin consultar al PCA que tenía ya seleccionado otro candidato de sus filas.
Historia de vida.
El texto tiene la pasión propia de una autobiografía que entrecruza destinos familiares, sociales y políticos, destila un antiperonismo visceral, propio del PCA de los años '50, que extiende hasta el kirchnerismo actual. El libro muestra también un respeto y una admiración declarada por la figura de Augusto T. Vandor. Para quién esto escribe, activo participante de la CGT de los Argentinos, constituída en el antivandorismo, no resulta muy digerible, pero no dejo de recordar que cuando Raymundo Ongaro regresó del exilio un grupo fuimos a recibirlo a Ezeiza, y quedamos desorientados pues entre los agradecimientos y otros conceptos hizo también una reivindicación de Vandor. El paso del tiempo hace que no todo se vea blanco y negro, sino que los grises muchas veces resulten dominantes.
El libro es una historia de vida, contada por su protagonista, unos de los tantos pasajes de vidas obreras que permanecen ocultos y que merecen ser difundidos como homenaje a esos luchadores inclaudicables y para que cada lector saque sus propias conclusiones.
1. En su intervención, Reato desmistificó la idea de que Vandor tenía dinero, a tal punto dijo que en su investigación encontró que a su muerte la esposa tuvo que volver a trabajar para mantener un hogar con dos niños pequeños (de dos y medio y un año de edad, respectivamente) algo que certificó también Elma Voto.
*Integrante el colectivo EDI (Economistas de Izquierda).
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